Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión.
Escuela Técnica Superior de Ingeniería.
Universidad Pontificia de Comillas. En preparación hasta el 1.04.2006.
¿Estamos condenados los españoles a no poder entendernos, a pesar de las diferentes culturas políticas y religiosas? ¿Cuál puede ser el papel mediador de los intelectuales? El profesor Antonio García Santesmases, Catedrático de Filosofía Política (UNED, Madrid), ofrece perspectivas abiertas para un diálogo en un artículo aparecido en la revista Iglesia Viva. Con su autorización, reproducimos algunos textos y se presentan algunos comentarios.
Desde el ámbito de las ciencias de la naturaleza, empieza a hablarse de la espiritualidad como una dimensión de la realidad viva. Y eso a pesar de que el cientificismo reduccionista defiende la superioridad de las ciencias de la naturaleza sobre las humanidades. Esta postura, sin embargo, ha sido superada por Stephen Jay Gould y Edward O. Wilson. Ahora, un ensayo del genetista Andrés Moya, presidente de la Sociedad Española de Biología Evolutiva (SESBE), reflexiona sobre este punto y se sitúa en este debate abierto desde hace medio siglo.
El siglo XX comenzó con las más grandes esperanzas y en muchos lugares terminó con dolor y desesperación. A pesar de ello, la modernidad sigue siendo una heredera del optimismo greco-cristiano o ‘buenismo’. Una paradoja que, según el psicólogo judeo-alemán Erich Neumann, podría resolverse solo asumiendo el componente trágico de la existencia humana, el mal, la irracionalidad, la catástrofe y la oscuridad.
La ignorancia proverbial que demuestran los humanistas en cuestiones de ciencia, los lleva a menudo a acusar esta de ‘cientificismo’. Los científicos, por su parte, muestran una ignorancia similar hacia las cuestiones humanísticas, a las que además descalifican porque no se dejan reducir al lecho de Procusto del método empírico. Contra este desencuentro, sin embargo, se multiplican actualmente los ejemplos de científicos como Andrés Moya, que cree que se debe y se puede superar ese hiato profundo entre las dos almas en que habría desembocado nuestra cultura occidental.
El universo es enigmático, y está cargado de incertidumbre metafísica: ¿Existe Dios? Y, si existe, ¿ha querido crear tanta incertidumbre? ¿Ha creado un universo para la libertad? En mi obra ‘El gran enigma. Ateos y creyentes ante la incertidumbre del más allá’ (San Pablo, Madrid, 2015), abordo estas y otras cuestiones, como el más allá de la muerte y lo que deba suceder con nuestras vidas en dependencia de la verdad última metafísica del universo. El teísmo y el ateísmo, como respuestas a estas preguntas fundamentales, deberían construirse desde una información correcta sobre el teísmo, las religiones y el ateísmo.
La reciente Encíclica del Papa Francisco ‘Laudato Si’ presenta la Naturaleza como casa común donde acoger y dialogar con todos. En ella, además, el Papa hace un extenso reconocimiento al ecologismo, una cuestión que en la Iglesia católica ha ido creciendo en importancia gracias a científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales. Por otra parte, señala que el amor a la naturaleza y amor al pobre son una misma exigencia de la dignidad humana.
La ciencia muestra que los procesos naturales están regidos por leyes y tienen causas naturales que se pueden investigar y conocer. Es decir, que no postula nunca a Dios como causa de estos procesos. Dado que desechar la idea de omnipotencia divina es diluir el concepto mismo de Dios, existe la necesidad de un replanteamiento teológico: Así, si se concibiera la creación como una acción de Dios en ‘kénosis’, podría explicarse un Dios omnipotente y, a la vez, un mundo que evoluciona con sus propias leyes.
¿En qué consiste la explicación científica de la realidad? ¿Cuál es el significado que la religión da a la realidad? ¿Cómo se interrelacionan la explicación científica y el significado religioso que de lo real? El rabino, filósofo y estudioso del judaísmo Jonathan Sacks propone en su libro “La gran alianza: Dios, ciencia y la búsqueda de sentido” (aparecido ya en su traducción española) una respuesta a estas preguntas: necesitamos la explicación científica para entender la naturaleza de las cosas y necesitamos encontrar también el significado religioso que da sentido y posibilita nuestro comportamiento humano ante esas mismas cosas. Ciencia y religión serían, por tanto, dos perspectivas esenciales y complementarias que permitirían, desde una gran alianza entre ellas, mirar al universo en toda su profundidad.
El filósofo Ruiz Lozano explica, en un artículo publicado en la revista ‘Proyección, Teología y Mundo Actual’, que René Girard propone una lectura antropológica y sociológica del nacimiento de la religión y de lo sagrado, a partir de la dinámica mimética del deseo humano. Por su parte, Gianni Vattimo, reconocido filósofo italiano que sorprendió hace unos años al reconocerse creyente, cree superada la metafísica tradicional, preñada de voluntad de poder. ¿Puede deducirse, a partir del diálogo de estos dos autores, que es posible que haya religión sin violencia?