Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión.
Escuela Técnica Superior de Ingeniería.
Universidad Pontificia de Comillas. En preparación hasta el 1.04.2006.
Las nuevas tecnologías han tenido efectos cualitativos y cuantitativos muy superiores a los producidos por las tecnologías anteriores. En muy poco tiempo han cambiado el modo de hablar, juzgar, interpretar, difundir noticias y teorías. En el contexto más concreto de la difusión universal de las redes sociales, las grandes religiones se afanan por “utilizar” los nuevos medios de comunicación para hablar sobre todo a las jóvenes generaciones. El reto para ellas, y para la sociedad en general, es convertir la “conexión virtual” en “relación real” que permita la intercomunicación de “identidades reales”.
Desde Einstein, los físicos han buscado una teoría que unifique la naturaleza. Cierto que su búsqueda se desarrolla al nivel de las fuerzas básicas, de las ecuaciones fundamentales, siguiendo en esto –yo diría que con rigurosa exactitud– a los filósofos presocráticos que trataban de dar con el "arjé". Y, sin embargo, si dejamos de lado las ecuaciones, lo cierto es que ya contamos con esa teoría. Es más, está plenamente consolidada como el hilo conductor de nuestra comprensión actual del mundo. No es otra que la concepción evolutiva, no sólo de la vida sino el universo entero.
"Mientras más se alejan los hombres de Dios, más avanzan en el conocimiento de las religiones". Es posible que este aforismo de Cioran, extraño y sorprendente a primera vista, esté resultando bastante ajustado a nuestro devenir histórico. Parece que las religiones están ganando por goleada a Dios. Mientras la fe en éste decae, crece el interés -no sé si también el conocimiento, como afirma Cioran- por las religiones. Dios se convierte en problema y las religiones parecen tomar un protagonismo social al margen de Dios. Pero, sin la herencia escatológica de la tradición judaica y cristiana en la cultura europea, el cristianismo sufre una mutilación esencial.
La física se ha consolidado en la historia como la ciencia de referencia por su alcance explicativo de la realidad y su potencial para predecir fenómenos. Pero el lenguaje argumentativo de sus inicios es bien distinto del sofisticado nivel de abstracción y formalización matemática de los modelos físicos contemporáneos. Existe una marcada tendencia a despegarse cada vez más de los entresijos ontológicos, para permanecer sobre la superficie de lo fenoménico.
Muchos de los grandes pensadores que dieron origen a la India moderna conocieron la figura de Jesús. De alguna manera, esta figura se constituyó en un punto de referencia. El cristianismo, por su parte, quiso también imbuirse en profundidad de la cultura hinduista. Pero todos estos autores no son conocidos en los ámbitos de cultura española y latinoamericana. En Tendencias21 los estamos presentando.
La filosofía y la antropología del filósofo Xavier Zubiri generan aportaciones de interés a la idea moderna de secularización. La idea zubiriana de religación (vínculo con lo real) matiza la idea de religión; y señala distinciones entre ambos conceptos. Lo que verdaderamente estaría en crisis en los tiempos modernos son las instituciones religiosas, y no la capacidad humana de religación; un acto que precisa de una creatividad libre en la orientación de la vida.
Los reduccionistas científicos más recientes defienden, tajantes y sin complejos, que la filosofía -y toda postura metafísica- está ya superada, y que ha sido sustituida por la ciencia. Esta debe resolver, según ellos, todas las cuestiones de las que tradicionalmente se han ocupado la filosofía y la teología; cuestiones que, por ende, han pasado a considerarse como innecesarias y estériles. Todo el saber queda reducido, entonces, a la mera descripción fáctica de los hechos del universo (que es la tarea propia de las ciencias). Pero una visión integradora y complementaria de los diferentes saberes racionales resulta en realidad mucho más rica.
La ciencia, la filosofía y las religiones representan formas diversas de tomar posición ante la dualidad de inmanencia/transcendencia abierta ante el hombre como escenario de su existencia y de la búsqueda de su sentido de la vida. La dialéctica del sentido es, pues, en el fondo, una dualéctica entre trascendencia e inmanencia: la trascendencia simboliza humanamente la libertad, la inmanencia simboliza cósmicamente la necesidad. La clave final del universo mundo no es entonces el azar y la necesidad, como piensa la ciencia desde J. Monod, sino la libertad y la necesidad. En donde la necesidad es la base o cierre categorial, y la libertad es la altura o apertura trascendental.
La religión dio algunas ventajas evolutivas a nuestra especie, como la cohesión grupal y el altruísmo. Pero, ¿qué papel jugará la mística en el proceso futuro de nuestra evolución? Resultados y especulaciones neurocientíficos podrían avalar la hipótesis de que caminamos hacia un “Homo Gestalt Místico”; de que en la evolución futura de la humanidad la experiencia religiosa y mística podría jugar un papel creciente.