Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión.
Escuela Técnica Superior de Ingeniería.
Universidad Pontificia de Comillas. En preparación hasta el 1.04.2006.
Los descubrimientos físicos que puedan obtenerse en el Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra no tendrán en la mentalidad religiosa el mismo impacto que la teoría de la evolución, según el Nobel de Física Steven Weinberg. En una entrevista concedida a Newsweek, Weinberg señala que ni siquiera la confirmación del bosón de Higgs tendría porque afectar a las creencias religiosas. Sin embargo, considera que a medida que la ciencia explica la realidad, se reduce la necesidad de interpretaciones religiosas sobre ella. Por tanto, aunque la ciencia no entre en conflicto directo con la religión, sus logros despojan a la religión de una de sus motivaciones originales: la de comprender el mundo. Concluye que se debe aceptar que no se puede explicar la naturaleza desde el punto de vista religioso y dejar este papel a la ciencia.
El físico norteamericano de la universidad estadounidense de Colgate, Victor Mansfield, publicó recientemente un libro titulado: Tibetan Buddhism and Modern Physics: Toward a Union of Love and Knowledge, en el que se aborda el tema de la relación existente entre la religión budista y la física cuántica. Principios como el vacío y la indivisibilidad o interconexión de todas las realidades aparecen en ambas líneas de conocimiento, señala el autor. Enmarcada en la ya tradicional síntesis entre cuántica y espiritualidad oriental, esta obra concluye que, dado que la religión budista apela a la compasión y que la ciencia moderna también ha descubierto valores similares, esta última debería servir para mejorar el mundo y garantizar la felicidad de todos. El prólogo ha sido escrito por el Dalai Lama.
En el libro Mind & Emergence, Philip Clayton plantea la relación entre una visión emergentista de la mente humana y la pregunta por la trascendencia. La explosión continua de conocimiento científico en el siglo XXI tentará a muchos a concluir que más allá del alcance de las ciencias naturales no hay conocimiento, solo opinión y afecto. La discusión acerca de la emergencia que Clayton presenta pretende ser un camino, aunque no el único, de mostrar que la ecuación entre conocimiento y ciencias de la naturaleza no es exacta. Nuestra percepción de que hay verdadero conocimiento cuando las cuestiones van más allá de lo empíricamente decidible por la ciencia puede ser tenue. Hay ámbitos de conocimiento que quedan abiertos y que influyen sobre la vida, más allá de la estricta frontera trazada por la física y la biología.
La escritora Elizabeth Debold ha analizado en la revista What is Enlightenment? el papel del principio arquetípico femenino, o de lo divino femenino, en una posible transformación del mundo. La modernidad ha conllevado una radicalización de los valores masculinos, mientras que lo femenino sigue condicionado por las propias exigencias del patriarcado. La receta de “añadir mujeres y agitar”, en referencia al hecho de sumar mujeres a cargos públicos, quizá no solucione los desequilibrios. Según Debold, es una revisión de lo divino femenino, con sus luces y sombras, lo que podría generar un nuevo espacio cultural donde se dé otra forma de cooperación entre hombres y mujeres. Pero para ello se necesita un gran esfuerzo que, por su importancia y necesidad dados los tiempos que vivimos, debe ser considerado como sagrado.
El Templeton Prize 2008 ha sido concedido al profesor polaco Michael Heller, filósofo, físico, cosmólogo y matemático, además de sacerdote católico. Este Premio es concedido anualmente por la John Templeton Foundation y está dotado con 1.6 millones de dólares. Es hoy en el mundo el Premio de más cuantía concedido a un solo individuo. Al revisar las investigaciones de Heller, que le han valido este prestigioso Premio, se plantean de nuevo algunos de los grandes temas de la moderna física teórica, de la cosmología y de los modelos matemáticos aplicados a la interpretación de la realidad en la ciencia. El modelo teórico propuesto por Heller responde a la idea tradicional de un Dios transcendente que, por otra parte, es el origen creador, el fundamento del ser, del que surge el espacio-tiempo del mundo creado.
El 51% de la población estadounidense se considera protestante, pero sólo el 43% de los norteamericanos de entre 18 y 29 años se declara adscrito a esta confesión, según una encuesta realizada por The Pew Forum on Religion & Public Life. Si este patrón generacional persiste, los días de la “mayoría moral” protestante norteamericana se acercan a su fin, según Time. El catolicismo ha sido el que mayores pérdidas ha sufrido como resultado de los cambios en las afiliaciones religiosas de los norteamericanos: mientras que uno de cada tres americanos (el 31%) ha crecido en la fe católica, hoy día sólo uno de cada cuatro (el 24%) se describe a sí mismo como católico. En total el 28% de los adultos ha emigrado a otra religión o hacia el ateísmo.
Daniel Lazare, analista político estadounidense, propone en la revista The Nation la revisión del pasado como forma de afrontar los problemas actuales relacionados con las divergencias religiosas. Estos problemas siempre han existido, dice el autor, y la proclamada secularización de la sociedad a partir de la Ilustración (que supuestamente nos habría librado de esta lacra) en realidad no es más que un mito. El pasado podría ayudarnos a solucionar estos enfrentamientos, según él, si la Ilustración fuera revitalizada hasta tal punto que supusiera un marco dentro del cual la división religiosa llegara a parecer poco relevante.
La incorporación del secularismo a las creencias y prácticas religiosas asegurará la paz religiosa en el mundo, señala el sociólogo Alan Wolfe en un artículo publicado recientemente por la revista TheAtlantic.com. Los fanatismos religiosos, aunque existentes, así como la expansión de la religión en el planeta, no restan importancia a la expansión de la secularización, elemento que podría llegar a evitar el surgimiento de conflictos. Gracias al secularismo, las religiones se adaptan a las sociedades en las que viven, debilitándose así como fuerzas políticamente destructivas.
La cuestión de si la ciencia es compatible con la existencia o no existencia de Dios tiene sentido porque, aunque la ciencia no trata como disciplina acerca de lo metafísico, ofrece datos y teorías sobre el mundo que podrían orientar la filosofía hacia el teísmo o el ateísmo. La ciencia presenta un universo enigmático que deja abierta la posibilidad de las hipótesis atea y teísta, con la posición agnóstica intermedia. Negar que ambas hipótesis sean viables (admitiendo una sola de ellas) nos coloca en el dogmatismo, fuera ya del espíritu crítico, ilustrado y tolerante de nuestra cultura. Pero esta verosimilitud atea o teísta es sólo un punto de partida para la resolución de la cuestión personal ante el enigma metafísico. Nadie es religioso porque pondere tal o cual consideración científico-filosófica. El problema de Dios se resuelve de una forma existencial, personalista.