Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión.
Escuela Técnica Superior de Ingeniería.
Universidad Pontificia de Comillas. En preparación hasta el 1.04.2006.
Jennifer Wiseman, prestigiosa astrónoma de la NASA, y otros científicos se han reunido recientemente en un encuentro de la AAAS para explicar las posibles consecuencias que para la religión tendría el hallazgo de vida extraterrestre.
Con bastante frecuencia vemos aparecer en la literatura científica y filosófica referencias a los conceptos emergentismo y reduccionismo como instrumentos metodológicos de valoración e interpretación de acercamientos hermenéuticos a hipotesis y teorías sobre fundamentales temas componentes de lo que algunos llaman el Paradigma de la Modernidad. Entre esos temas, algunos que en tiempos pasados no solían compartir espacio con la ciencia, como es el caso de los religiosos, hoy los encontramos ocupándose del fructífero diálogo sobre tópicos tales como los procesos mentales y la conciencia de los que surge todo pensamiento y por ende el religioso. Nos preguntamos si surgirá la conciencia como propiedad emergente al constituirse el colectivo de neuronas en el cerebro, o si en cada neurona está implícito en potencia su rol en el proceso mental, como sugieren los trabajos de David Bohm y Karl Pribram.
Sin ánimo de meter bazas en la polémica entre ciencia y Fe, puede afirmarse que está más que probado el beneficio físico y espiritual que queda como remanente en las personas que vivieron una experiencia mística. Por lo tanto, es válido buscar la manera de entrenar esa percepción de lo trascendente como si fuera un músculo. Al respecto, los recientes estudios sobre plasticidad neuronal son un buen punto de partida para esta misión.
En general, se suele pensar que sexualidad y religión no concuerdan bien. Sin embargo, un estudio realizado por investigadores de dos universidades de Inglaterra señala que la forma de entender la religiosidad influye en la sexualidad, y que también sucede al contrario.
Las experiencias extracorpóreas son aquéllas en las que el individuo tiene la sensación de estar flotando fuera de su cuerpo. Estas experiencias han sido relacionadas con lo paranormal y con lo espiritual pero, según una investigación realizada con realidad virtual, en realidad podrían ser, simplemente, producto de una confusión cerebral.
Los primeros años del siglo XXI han sido testigos de varias afirmaciones del ateísmo en el ámbito público a través de los medios de comunicación. En el plano editorial, han sido varios los libros que hacen apología del ateísmo y que figuran entre los más vendidos. La Revista Internacional de Teología, CONCILIUM ha dedicado un monográfico al tema “¿Ateos de qué Dios?” en el que creyentes y ateos manifiestan sus convicciones. La revista descubre que, aunque todavía hay prejuicios y malentendidos, hay más puntos de contacto de lo que se creía.
El neurocientífico Andrew Newberg reflexiona en un artículo reciente sobre el futuro a corto y largo plazo de la neuroteología, que es el estudio de las actividades neuronales relacionadas con experiencias de espiritualidad y religiosidad. Según Newberg, en los próximos años, esta disciplina permitirá comprender a fondo la neurología subyacente a la religiosidad humana, conectando así la biología con nuestras experiencias, sentimientos y creencias.
Las matemáticas son insuficientes para probar la consistencia de la realidad. Es necesario dar un salto metafísico, explica Javier Leach en su libro Matemáticas y Religión. A su entender, la necesaria apertura de los lenguajes formal y científico supone una buena posibilidad para que los lenguajes de la metafísica y la religión propongan ideas acerca de por qué el mundo es tal cual. Ahora bien, las reflexiones teológicas no pueden ser independientes de los resultados científicos y matemáticos.
Desde hace años, la ciencia intenta comprender el fenómeno religioso. La revista Monitor of Psychology ha revisado recientemente algunas de las investigaciones realizadas a este respecto, así como las conclusiones que podrían extraerse de ellas: la religiosidad surgiría a partir de procesos cognitivos básicos del ser humano, tiene una base neuronal, y su causa podría ser evolutiva, afirman los especialistas.