Un estudio ha puesto de manifiesto que la vida interior de cada trabajador es un elemento a tener en cuenta por los directivos para conseguir una mayor motivación y, en consecuencia, mayor índices de creatividad, compromiso, productividad y camaradería. Según el estudio, la vida interior es la interrelación de la percepción que se tiene de los eventos, las emociones y la propia motivación. Asimismo, asegura que no se puede dejar pasar por alto la importancia de los eventos interpersonales, en los que los trabajadores son tratados como seres humanos.
Los procesos de promoción interna suelen durar mucho tiempo y ser estresantes para el directivo que tiene que elegir al mejor candidato. Un profesor de la Ivey School of Business propone una alternativa al método clásico de selección basada en la responsabilidad de cada aspirante para demostrar su valía. Esos aspirantes deben tener iniciativa propia y creatividad para poner en marcha proyectos concretos. Este enfoque asegura procesos de selección más justos. Por otro lado, el directivo sólo tiene que revisar los proyectos propuestos por los candidatos y ofrecer apoyo para su implementación y, finalmente, decantarse por un candidato basándose, precisamente, en resultados objetivos.
El management tradicional sostiene que en empresas en crisis y en momentos de incertidumbre se deben tomar decisiones rápidas para recomponer la situación. Sin embargo, una reciente investigación de la Wharton School sugiere que los directivos deberían refugiarse justamente en lo contrario, es decir, en la lentitud. Pero, ¿a qué lentitud se refiere? Se refiere a que los directivos, en lugar de tomar una decisión rápida, deberían tener en cuenta las definiciones alternativas de la situación que están viendo sus mandos inferiores. En definitiva, se trata de tomar una decisión desde el inmovilismo o tomarla teniendo en cuenta que la realidad no es estática ni unidireccional, sino múltiple.
El modelo de gestión de equipos basado en el miedo se dio por concluido cuando llegó la economía de la información. Esta forma de dirigir, que tiene muchos inconvenientes, es necesaria en ciertas circunstancias incluso hoy en día, según el profesor de la Harvard Business School Scott A. Snook. El modelo basado en el miedo debe convivir, sin embargo, con el modelo basado en el amor, que se caracteriza por el respeto y la preocupación por el trabajador. De esta manera, los directivos del siglo XXI tienen que saber jugar el rol que va con su temperamento, pero han de tener la destreza de moverse entre “tomar el control” y “dejar fluir”.
Los directivos están muy expuestos a las miradas y a los juicios de los demás, ya sean clientes o empleados. Según un estudio llevado a cabo por la Columbia Business School, dejar una impresión negativa, en un momento dado, puede hacer que las impresiones positivas desaparezcan de un plumazo. El estudio asegura que borrar esa mala impresión después es costoso. Es más, cualquier primera impresión (sea buena o mala) requiere mucha constancia. Los autores del estudio recomiendan que los directivos tengan en cuenta que, por su actividad, siempre están expuestos, y que cualquier desliz en su comportamiento puede ser fatal.