En unos apuntes sobre poesía escribe Vasko Popa: “Te preguntan qué significa tu poema. ¿Por qué no le preguntan al manzano qué significa su fruto: la manzana? Si supiera hablar, el manzano, seguramente, les contestaría: ‘Muerdan la manzana y verán lo que significa!’ ”.
El cansancio ajeno, publicado en 2012 por Vaso Roto Ediciones, nos ha permitido, al fin, leer en español la obra de este gran poeta serbio, traducido por Dubravka Sužnjević. Además de reunir la poesía completa, como su autor la preparó en 1988, el libro recoge unos textos en los que Vasko Popa (Grebenac, Voivodina, 29 de junio de 1922 - Belgrado, 5 de enero de 1991) nos muestra su visión de la poesía y del proceso poético; así como un esclarecedor ensayo del poeta Ivan V. Lalić, que el mismo Popa había elegido como prólogo de su edición.
Vasko Popa publicó Corteza, su primer libro, en 1953, revelándose como una voz poética en su plena madurez creadora. En Corteza aparece el elemento irracional del surrealismo pero, como señala Ivan V. Lalić, sometido a una disciplina poética; a esto hay que unir los motivos folclóricos tratados de una forma renovada y original. Los símbolos y metáforas tejen una sorprendente red de asociaciones expresadas con un lenguaje cotidiano, claro y conciso, y con poemas breves, de versos cortos; estilo que caracteriza toda la poesía de Popa.
Los poemas de Corteza se escribieron entre 1943 y 1951, cuando el mundo había sido azotado por la tormenta de la Historia. Después de ello nada parece estar en su lugar; hay que recomponer las piezas del juego. Vasko Popa había luchado como partisano y había sido encarcelado en el campo de concentración alemán en Bečkerek.
Su poesía refleja ese tiempo confuso, pero lo hace de una forma distinta, sin sentimentalismos; la tensión se crea en el propio lenguaje y en sus imágenes, en esa aparente deshumanización que nos recuerda a las vanguardias; aunque se trata solo de una primera capa de lectura bajo la que subyacen varios estratos, cada uno con un sentido nuevo. A menudo parece que nunca llegaremos al final, al sentido último de ese universo enigmático.
Definición múltiple de un mismo estado de conciencia
Para Ivan V. Lalić, el discurso de Corteza es el intento “de una definición múltiple de un mismo estado de conciencia” que el poeta experimenta en lo que denomina “campo sin sosiego”: “Podré en este campo sin sosiego /construirte con mis palmas /una tienda de campaña”, leemos en uno de los hermosos poemas de amor de Lejos de nosotros, el ciclo que cierra este libro.
Esta metáfora de Corteza será el título del siguiente poemario de Vasko Popa. Campo sin sosiego (1965), que recoge poemas escritos entre 1951 y 1956, se abre con la sección “Juegos” en la que, en palabras de Ivan V. Lalić, “la existencia misma es la prenda y el sentido y el objetivo del juego, que al final nadie gana y que se agota en sí mismo, en su vacuidad final”. De hueso a hueso es otra metáfora del absurdo, del vacío; en esta sección dos huesos conversan, están solos y se creen libres.
El juego lleva a la repetición del absurdo y es necesario salir de él, rebelarse, decir “no juego”. Esta actitud se desarrolla en los poemas de Devuélveme mis trapitos, título tomado de una fórmula infantil para salir del juego. El libro lo cierra la sección Guijarro, construida también a partir de un poema de Corteza. Para Vasko Popa lo más pequeño puede contener el universo entero y convertirse en una metáfora de la existencia. El guijarro está solo, juegan con él “como si no tuviera corazón”. Al final encontrará la compañía de otro guijarro: “Dos víctimas de una broma pequeña / De una broma pesada sin bromista”.
Popa ha cerrado un círculo y a la vez ha abierto uno nuevo, el que conforma Cielo secundario (1968), un libro de una enorme riqueza simbólica, en el que aparecen imágenes y símbolos de los mitos folclóricos eslavos. Profundo conocedor del folclore, Popa había publicado en 1958 La manzana dorada, una colección de refranes, cuentos, adivinanzas, proverbios y poemas populares de la tradición serbia.
En Cielo secundario el poeta está representado por la figura del astrónomo, el que deja el legado de las palabras que “Esperan en las curvas del tiempo/ Más grandes que los hombres/ quién puede pronunciarlas”. Popa, para quien la estructura del libro es en sí un elemento de significado, divide Cielo secundario en siete ciclos, cada uno de ellos con siete poemas.
El siete es una cifra cargada de sentido simbólico: representa el orden completo pero también un periodo, un ciclo, las esferas planetarias… Como señala Ivan V. Lalić, Popa no utiliza los símbolos como un sistema convencional que debe ser reconocido por el lector, sino que construye imágenes que “actúan de manera independiente, principalmente como poesía, pero a la vez están ancladas en el antiguo símbolo”. Se trata de que, a partir de las múltiples asociaciones, podamos llegar hasta el centro “del cual había emanado la imagen”.
En El bostezo de los bostezos, ciclo que abre Cielo secundario, Popa utiliza la fórmula “había una vez” de los cuentos populares para hablarnos de ese error o malentendido que es el origen del desorden cósmico, de todas las desgracias. Aparece el símbolo del cero, el no ser y a la vez lo eterno.
En el ciclo Signos las interrogaciones, al igual que adivinanzas, estructuran los poemas planteados como enigmas. El poemario se cierra con El tilo en medio del corazón. El tilo es el árbol sagrado de los eslavos; su tala, en el último poema, simboliza otra derrota del ser humano.
Hay que abrir un nuevo círculo: Tierra erguida, publicado en 1972, es un viaje hacia los símbolos de un pueblo a lo largo de la Historia, ese campo sin sosiego. La voz poética recorre los monasterios, con sus iconos y lugares sagrados, sigue las huellas de San Sava, atraviesa el campo de Kosovo donde “El mirlo lee en voz alta/ Las letras secretas esparcidas por el campo”, y llega hasta Ćele Kula (Torre de las calaveras), “la torre de la muerte”: “En los huesos frontales fulgura/ La terrible memoria”. Sin embargo las calaveras se convertirán en símbolo de la superación de la tragedia: “De la risa se abren en flor nuestras calaveras/ Míranos mírate bien a ti/ Te retamos monstruo”.
El cansancio ajeno, publicado en 2012 por Vaso Roto Ediciones, nos ha permitido, al fin, leer en español la obra de este gran poeta serbio, traducido por Dubravka Sužnjević. Además de reunir la poesía completa, como su autor la preparó en 1988, el libro recoge unos textos en los que Vasko Popa (Grebenac, Voivodina, 29 de junio de 1922 - Belgrado, 5 de enero de 1991) nos muestra su visión de la poesía y del proceso poético; así como un esclarecedor ensayo del poeta Ivan V. Lalić, que el mismo Popa había elegido como prólogo de su edición.
Vasko Popa publicó Corteza, su primer libro, en 1953, revelándose como una voz poética en su plena madurez creadora. En Corteza aparece el elemento irracional del surrealismo pero, como señala Ivan V. Lalić, sometido a una disciplina poética; a esto hay que unir los motivos folclóricos tratados de una forma renovada y original. Los símbolos y metáforas tejen una sorprendente red de asociaciones expresadas con un lenguaje cotidiano, claro y conciso, y con poemas breves, de versos cortos; estilo que caracteriza toda la poesía de Popa.
Los poemas de Corteza se escribieron entre 1943 y 1951, cuando el mundo había sido azotado por la tormenta de la Historia. Después de ello nada parece estar en su lugar; hay que recomponer las piezas del juego. Vasko Popa había luchado como partisano y había sido encarcelado en el campo de concentración alemán en Bečkerek.
Su poesía refleja ese tiempo confuso, pero lo hace de una forma distinta, sin sentimentalismos; la tensión se crea en el propio lenguaje y en sus imágenes, en esa aparente deshumanización que nos recuerda a las vanguardias; aunque se trata solo de una primera capa de lectura bajo la que subyacen varios estratos, cada uno con un sentido nuevo. A menudo parece que nunca llegaremos al final, al sentido último de ese universo enigmático.
Definición múltiple de un mismo estado de conciencia
Para Ivan V. Lalić, el discurso de Corteza es el intento “de una definición múltiple de un mismo estado de conciencia” que el poeta experimenta en lo que denomina “campo sin sosiego”: “Podré en este campo sin sosiego /construirte con mis palmas /una tienda de campaña”, leemos en uno de los hermosos poemas de amor de Lejos de nosotros, el ciclo que cierra este libro.
Esta metáfora de Corteza será el título del siguiente poemario de Vasko Popa. Campo sin sosiego (1965), que recoge poemas escritos entre 1951 y 1956, se abre con la sección “Juegos” en la que, en palabras de Ivan V. Lalić, “la existencia misma es la prenda y el sentido y el objetivo del juego, que al final nadie gana y que se agota en sí mismo, en su vacuidad final”. De hueso a hueso es otra metáfora del absurdo, del vacío; en esta sección dos huesos conversan, están solos y se creen libres.
El juego lleva a la repetición del absurdo y es necesario salir de él, rebelarse, decir “no juego”. Esta actitud se desarrolla en los poemas de Devuélveme mis trapitos, título tomado de una fórmula infantil para salir del juego. El libro lo cierra la sección Guijarro, construida también a partir de un poema de Corteza. Para Vasko Popa lo más pequeño puede contener el universo entero y convertirse en una metáfora de la existencia. El guijarro está solo, juegan con él “como si no tuviera corazón”. Al final encontrará la compañía de otro guijarro: “Dos víctimas de una broma pequeña / De una broma pesada sin bromista”.
Popa ha cerrado un círculo y a la vez ha abierto uno nuevo, el que conforma Cielo secundario (1968), un libro de una enorme riqueza simbólica, en el que aparecen imágenes y símbolos de los mitos folclóricos eslavos. Profundo conocedor del folclore, Popa había publicado en 1958 La manzana dorada, una colección de refranes, cuentos, adivinanzas, proverbios y poemas populares de la tradición serbia.
En Cielo secundario el poeta está representado por la figura del astrónomo, el que deja el legado de las palabras que “Esperan en las curvas del tiempo/ Más grandes que los hombres/ quién puede pronunciarlas”. Popa, para quien la estructura del libro es en sí un elemento de significado, divide Cielo secundario en siete ciclos, cada uno de ellos con siete poemas.
El siete es una cifra cargada de sentido simbólico: representa el orden completo pero también un periodo, un ciclo, las esferas planetarias… Como señala Ivan V. Lalić, Popa no utiliza los símbolos como un sistema convencional que debe ser reconocido por el lector, sino que construye imágenes que “actúan de manera independiente, principalmente como poesía, pero a la vez están ancladas en el antiguo símbolo”. Se trata de que, a partir de las múltiples asociaciones, podamos llegar hasta el centro “del cual había emanado la imagen”.
En El bostezo de los bostezos, ciclo que abre Cielo secundario, Popa utiliza la fórmula “había una vez” de los cuentos populares para hablarnos de ese error o malentendido que es el origen del desorden cósmico, de todas las desgracias. Aparece el símbolo del cero, el no ser y a la vez lo eterno.
En el ciclo Signos las interrogaciones, al igual que adivinanzas, estructuran los poemas planteados como enigmas. El poemario se cierra con El tilo en medio del corazón. El tilo es el árbol sagrado de los eslavos; su tala, en el último poema, simboliza otra derrota del ser humano.
Hay que abrir un nuevo círculo: Tierra erguida, publicado en 1972, es un viaje hacia los símbolos de un pueblo a lo largo de la Historia, ese campo sin sosiego. La voz poética recorre los monasterios, con sus iconos y lugares sagrados, sigue las huellas de San Sava, atraviesa el campo de Kosovo donde “El mirlo lee en voz alta/ Las letras secretas esparcidas por el campo”, y llega hasta Ćele Kula (Torre de las calaveras), “la torre de la muerte”: “En los huesos frontales fulgura/ La terrible memoria”. Sin embargo las calaveras se convertirán en símbolo de la superación de la tragedia: “De la risa se abren en flor nuestras calaveras/ Míranos mírate bien a ti/ Te retamos monstruo”.
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Exploración de la sabiduría ancestral
Con Sal lobuna (1975) Vasko Popa construye un círculo esencial de su poesía. Ha llegado a la mitad de su camino. El lobo, que ya estaba presente en el primer poema de Corteza, se va a convertir en el símbolo fundamental de la poesía de Popa.
En la cultura eslava, anterior al cristianismo, el lobo era la personificación de una antigua divinidad, el Dabog, descrito en el folclore como el lobo cojo. Los elementos de la vieja mitología serbia irán siendo absorbidos por el cristianismo y el culto al lobo se transferirá a San Sava, el padre fundador de la Iglesia Ortodoxa Serbia, “el pastor lobuno”. Con su red de metáforas Vasko Popa explora la sabiduría ancestral y analiza, amplía y reinterpreta el símbolo, creando así nuevos significados poéticos.
Carne viva (1975) supone un giro en la poesía de Popa. Los poemas suelen partir de una anécdota, un instante que se manifiesta como una revelación. Sin embargo, Popa no abandona el elemento simbólico y telúrico. Es el momento del regreso a Vršac y a la naturaleza cercana que la rodea, al mundo de la infancia y la juventud, con poemas conmovedores como “Viaje celestial”, inspirado en una hermosa fotografía de 1941 –puede verse en el álbum fotográfico incluido en El cansancio ajeno–, en la que Vasko Popa y Haša, su mujer, aparecen de espaldas caminando por una colina. “Lección de poesía” nos muestra uno de esos instantes que parecen desvelarnos un misterio:
Lección de poesía
Estamos sentados en un banco
Abajo del busto del poeta Lenau
Nos besamos
Y así de paso hablamos
De versos
Hablamos de versos
Y así de paso nos besamos
El poeta mira hacia alguna parte
A través de nosotros
A través del níveo banco
A través de la grava del sendero
Y calla con tanta belleza
Con sus hermosos labios de cobre
En el Jardín de la ciudad de Vršac
Despacio voy aprendiendo
Qué es lo primordial en la poesía
En Carne viva se evoca a personas que habitaron el campo sin sosiego, como en los poemas “Clase ininterrumpida” y “La escalera del poeta”, o en aquellos otros sobre la prisión de Bečkerek, con la certeza de la muerte como telón de fondo. Hay otros personajes como el “hermoso anciano” de “Patrocinador del trigo” que en el tren “Viaja apenas hasta la tercera parada/ Solo para ver/ El trigo junto al camino”.
Los temas más trascendentales son tratados, a veces, con un humor socarrón; así en el poema “Inconvenientes”, el abuelo, al que habían de informar de alguien había muerto, dice: “Qué le pasó / Hasta ahora jamás/ Había hecho tales cosas”.
El símbolo del lobo adquiere una dimensión distinta; la voz poética se identifica con el mito, juega con él, mezclando el humor con el misterio de la existencia, como en “Roja botita perdida”:
Roja botita perdida
Mi tatarabuela Sultana Urošević
Navegaba por el cielo en una tina de madera
Y cazaba nubes lluviosas
Con el lobuno y demás ungüentos
Hacía otros muchos milagros
Pequeños y grandes
Después de su muerte
Seguía entrometiéndose
En los asuntos de los vivos
La desenterraron
Para enseñarle a comportarse
Y enterrarla mejor
Ella yacía con las mejillas sonrosadas
En su caja de roble
Solo en un pie llevaba
Una botita roja
Con huellas de lodo frescas
La otra botita perdida
La buscaré hasta el final de mi vida
En el poema “Paseo circular” Vasko Popa nos sugiere una clave de su poesía. Evocando el último paseo por el Graben de Viena con un amigo de juventud, el poeta recuerda: “Hablamos del círculo/ Que se cierra/ Que debe cerrarse/ para liberarse/ De su comienzo y su fin”.
La casa en medio del camino, publicado también en 1975, reúne poemas que Vasko Popa había escrito en distintas épocas; algunos se gestaron a la vez que Campo sin sosiego, como el ciclo La pared, un recuerdo de la prisión de Bečkerek (“Aquí carezco de corazón/ Ante la pared/ Yo mismo me convierto en pared”). Los ojos de Sutjeska (1955), enlazan con el poemario Tierra erguida y en el ciclo La veleta Vasko Popa poetiza sus experiencias de viajero por lugares míticos del mundo y de la Historia.
El círculo va a cerrarse con el libro Tajo (1981), cuyos poemas siguen la trayectoria iniciada en Carne viva. La naturaleza, elemento esencial de la poesía de Popa, aparece en Tajo como oposición a la ciudad, a la gran urbe que tala los árboles, que destruye la esencia y deshumaniza.
Cada poemario de El cansancio ajeno está precedido por un símbolo gráfico diseñado por Vasko Popa. Al comienzo de las obras completas esos símbolos están dispuestos formando un gran círculo. Parece como si Popa nos planteara un primer acertijo que solo comprenderemos al acabar la lectura. Todo adquiere sentido en ese círculo, símbolo de la existencia y hoja de ruta para los lectores. Al final nos damos cuenta de cómo Popa había trazado una estructura perfecta en la que cada pieza había encontrado su lugar hasta conformar un universo único. Vasko Popa cierra el círculo de su poesía con un sencillo poema, en apariencia, que nos recuerda cuál es nuestra esencia como seres humanos en esta casa en medio del camino:
Poema de la gran urbe
Hace poco me dijo mi mujer
Por la que haría todo
Me gustaría tener
Un pequeño árbol verde
Que me siguiera por la calle corriendo
Con Sal lobuna (1975) Vasko Popa construye un círculo esencial de su poesía. Ha llegado a la mitad de su camino. El lobo, que ya estaba presente en el primer poema de Corteza, se va a convertir en el símbolo fundamental de la poesía de Popa.
En la cultura eslava, anterior al cristianismo, el lobo era la personificación de una antigua divinidad, el Dabog, descrito en el folclore como el lobo cojo. Los elementos de la vieja mitología serbia irán siendo absorbidos por el cristianismo y el culto al lobo se transferirá a San Sava, el padre fundador de la Iglesia Ortodoxa Serbia, “el pastor lobuno”. Con su red de metáforas Vasko Popa explora la sabiduría ancestral y analiza, amplía y reinterpreta el símbolo, creando así nuevos significados poéticos.
Carne viva (1975) supone un giro en la poesía de Popa. Los poemas suelen partir de una anécdota, un instante que se manifiesta como una revelación. Sin embargo, Popa no abandona el elemento simbólico y telúrico. Es el momento del regreso a Vršac y a la naturaleza cercana que la rodea, al mundo de la infancia y la juventud, con poemas conmovedores como “Viaje celestial”, inspirado en una hermosa fotografía de 1941 –puede verse en el álbum fotográfico incluido en El cansancio ajeno–, en la que Vasko Popa y Haša, su mujer, aparecen de espaldas caminando por una colina. “Lección de poesía” nos muestra uno de esos instantes que parecen desvelarnos un misterio:
Lección de poesía
Estamos sentados en un banco
Abajo del busto del poeta Lenau
Nos besamos
Y así de paso hablamos
De versos
Hablamos de versos
Y así de paso nos besamos
El poeta mira hacia alguna parte
A través de nosotros
A través del níveo banco
A través de la grava del sendero
Y calla con tanta belleza
Con sus hermosos labios de cobre
En el Jardín de la ciudad de Vršac
Despacio voy aprendiendo
Qué es lo primordial en la poesía
En Carne viva se evoca a personas que habitaron el campo sin sosiego, como en los poemas “Clase ininterrumpida” y “La escalera del poeta”, o en aquellos otros sobre la prisión de Bečkerek, con la certeza de la muerte como telón de fondo. Hay otros personajes como el “hermoso anciano” de “Patrocinador del trigo” que en el tren “Viaja apenas hasta la tercera parada/ Solo para ver/ El trigo junto al camino”.
Los temas más trascendentales son tratados, a veces, con un humor socarrón; así en el poema “Inconvenientes”, el abuelo, al que habían de informar de alguien había muerto, dice: “Qué le pasó / Hasta ahora jamás/ Había hecho tales cosas”.
El símbolo del lobo adquiere una dimensión distinta; la voz poética se identifica con el mito, juega con él, mezclando el humor con el misterio de la existencia, como en “Roja botita perdida”:
Roja botita perdida
Mi tatarabuela Sultana Urošević
Navegaba por el cielo en una tina de madera
Y cazaba nubes lluviosas
Con el lobuno y demás ungüentos
Hacía otros muchos milagros
Pequeños y grandes
Después de su muerte
Seguía entrometiéndose
En los asuntos de los vivos
La desenterraron
Para enseñarle a comportarse
Y enterrarla mejor
Ella yacía con las mejillas sonrosadas
En su caja de roble
Solo en un pie llevaba
Una botita roja
Con huellas de lodo frescas
La otra botita perdida
La buscaré hasta el final de mi vida
En el poema “Paseo circular” Vasko Popa nos sugiere una clave de su poesía. Evocando el último paseo por el Graben de Viena con un amigo de juventud, el poeta recuerda: “Hablamos del círculo/ Que se cierra/ Que debe cerrarse/ para liberarse/ De su comienzo y su fin”.
La casa en medio del camino, publicado también en 1975, reúne poemas que Vasko Popa había escrito en distintas épocas; algunos se gestaron a la vez que Campo sin sosiego, como el ciclo La pared, un recuerdo de la prisión de Bečkerek (“Aquí carezco de corazón/ Ante la pared/ Yo mismo me convierto en pared”). Los ojos de Sutjeska (1955), enlazan con el poemario Tierra erguida y en el ciclo La veleta Vasko Popa poetiza sus experiencias de viajero por lugares míticos del mundo y de la Historia.
El círculo va a cerrarse con el libro Tajo (1981), cuyos poemas siguen la trayectoria iniciada en Carne viva. La naturaleza, elemento esencial de la poesía de Popa, aparece en Tajo como oposición a la ciudad, a la gran urbe que tala los árboles, que destruye la esencia y deshumaniza.
Cada poemario de El cansancio ajeno está precedido por un símbolo gráfico diseñado por Vasko Popa. Al comienzo de las obras completas esos símbolos están dispuestos formando un gran círculo. Parece como si Popa nos planteara un primer acertijo que solo comprenderemos al acabar la lectura. Todo adquiere sentido en ese círculo, símbolo de la existencia y hoja de ruta para los lectores. Al final nos damos cuenta de cómo Popa había trazado una estructura perfecta en la que cada pieza había encontrado su lugar hasta conformar un universo único. Vasko Popa cierra el círculo de su poesía con un sencillo poema, en apariencia, que nos recuerda cuál es nuestra esencia como seres humanos en esta casa en medio del camino:
Poema de la gran urbe
Hace poco me dijo mi mujer
Por la que haría todo
Me gustaría tener
Un pequeño árbol verde
Que me siguiera por la calle corriendo