No siempre las novedades literarias viajan en libro publicado, distribuido y leído en canales convencionales. Hay ocasiones en que, sobre todo si hablamos de poesía, aparecen en circuitos alternativos, buscando una minoría cómplice que saboree la delicatessen y la convierta en ese bocado exquisito que con el paso de los años es buscado y referenciado una otra y vez.
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Solo los que están familiarizados con su obra comprenderán que no es una locura afirmar que el peruano Gio Collazos es uno de esos contados seres poseídos por la poesía, necesarios para abandonar la lectura convencional y adentrarnos en la experiencia de la palabra.
«La escritura al sur me engendra», dice Giovanni Collazos, por ejemplo en este libro, y es ese justo el momento (el de «conocer tangible forma la existencia y crecerá el desborde oblicuo») en que el lector puede pellizcar la piel de un poema que abre un universo de posibilidades a los futuros viajes poéticos de este autor.
Voces de un cuerpo está escrito en un lenguaje que es fundamentalmente movimiento, fluido; que lleva al poeta a danzar entre las aguas.
Es un manantial fresco que va colmando el arroyo sin que nada, ni el sentido, ni la sintaxis, ni la lógica ni el sentimiento sean suficientes para traicionar el ritmo germinal.
Ese movimiento se ilumina, el danzante va embriagándose hasta que esa fluencia mágica narrativa se transforma en el instante súbito en que el lector, torpe sátiro hipnotizado por la palabra danzante, consigue tocar el cuerpo del deseo y contempla al poeta en el súbito, y ya eterno, instante de crear.
Aquella voz que en Migrante (La Garúa, 2017) atraía por su violencia y nos abrumaba con un capital metafórico fuera de lo común, encuentra aquí su territorio, su nacionalidad definitiva: su patria es la poesía.
Dice Julia Kristeva que «la función de la literatura es trabajar para aclarar las leyes de aquella lengua inmemorial, de aquella álgebra inconsciente que traspasa el discurso, para llegar, a través del lenguaje presente, a través de la lengua, hasta las leyes de los sueños del hombre y convertirlas en el teatro de la simbolicidad retomada en sus orígenes».
Collazos ha partido desde el ritmo ancestral donde se filtra el lenguaje para dejarlo fluir tan puro, tan extraordinariamente fresco y transparente, que aun pudiendo ver el fondo con nitidez preferimos recrearnos en el baile de esas aguas irrepetibles. Poco importa la historia de amor y búsqueda de un hombre que es y será, siempre, extranjero y que ha convertido la extranjería en rasgo esencial de su identidad. Aquí lo hallamos por fin libre, fluyendo, disfrutando del oasis poético que felizmente ha encontrado: