Cabaret Popescu en la noche de su estreno. Imagen cedida por CajaGRANADA OBS.
La cosa funciona así: bajas las escaleras de ese alarde de cemento postvanguardista que es el Centro Cultural Caja Granada, te pones en manos de un estrambótico personaje –tal vez un tonadillero con gafas de concha y boa de plumas escarlata o quizá un macho argentino que oculta una buena ración de estrógenos bajo el disfraz- y te dejas acomodar en una mesa donde asediarás dos escenarios, mientras das buena cuenta (si es que te alcanza el saque) de siete espléndidas creaciones del chef Álvaro Arriaga.
Corres el riesgo, eso sí, de atragantarte con el hojaldre de almendra marcona cuando alguno de los intensos números cabareteros te arranque una carcajada.
En las cuatro horas de delirios gastrocómicos, te dará tiempo a doblegar alguna botella de vino fresco y buena parte de los sinsabores coyunturales. Entonces, harto ya de la escatológica omnipresencia de tallas para anoréxicos, te dices para tus adentros: ¡a la mierda con la operación bikini! De algo hay que morirse, y si es de risa… ¿dónde hay que firmar?
Los personajes –psicoanalíticamente inseparables del actor que llevan dentro- cuidarán de ti como un satrapilla de postín, sirviéndote la comida y esmerándose por tu bienestar, sin dejar de atender a sus deberes para con el escenario.
Un trabajo difícil, aunque no imposible, habida cuenta de que el escenario se expande por todo el patio, e incluso tú mismo –generoso figurante- eres parte del atrezzo.
La ingenua jorobada Anyoli quiere agasajarte con su pulverizador de agüita fresca, pero el celoso marido, Roberto/a, se apropia de tu persona y aún tiene tiempo para enredar un rato en las mesas de Erkiki Popescu o discutir desaforadamente con el plumífero Lisandro. De vez en cuando, se desencadena una algarada entre la troupe de camareros que recuerda a la milimétrica anarquía con que se rodaban las películas de Berlanga.
Corres el riesgo, eso sí, de atragantarte con el hojaldre de almendra marcona cuando alguno de los intensos números cabareteros te arranque una carcajada.
En las cuatro horas de delirios gastrocómicos, te dará tiempo a doblegar alguna botella de vino fresco y buena parte de los sinsabores coyunturales. Entonces, harto ya de la escatológica omnipresencia de tallas para anoréxicos, te dices para tus adentros: ¡a la mierda con la operación bikini! De algo hay que morirse, y si es de risa… ¿dónde hay que firmar?
Los personajes –psicoanalíticamente inseparables del actor que llevan dentro- cuidarán de ti como un satrapilla de postín, sirviéndote la comida y esmerándose por tu bienestar, sin dejar de atender a sus deberes para con el escenario.
Un trabajo difícil, aunque no imposible, habida cuenta de que el escenario se expande por todo el patio, e incluso tú mismo –generoso figurante- eres parte del atrezzo.
La ingenua jorobada Anyoli quiere agasajarte con su pulverizador de agüita fresca, pero el celoso marido, Roberto/a, se apropia de tu persona y aún tiene tiempo para enredar un rato en las mesas de Erkiki Popescu o discutir desaforadamente con el plumífero Lisandro. De vez en cuando, se desencadena una algarada entre la troupe de camareros que recuerda a la milimétrica anarquía con que se rodaban las películas de Berlanga.
Cabaret Popescu. Fuente: www.laviebel.com.
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Roberto/a (mon amour) realoja al espectador solitario, dejándolo en buena compañía, antes de dar rienda suelta a esa mujer atrapada en un cuerpo de hombre que llevaba dentro.
En un descuido del pianista, el chef te revela el secreto del pollo teriyaki, los músicos exploran las profundidades submarinas y el director se infiltra entre los comensales con la tranquilidad que da un menú que ha sabido maquinar con el mismo esmero que las brujas elaboran sus pócimas.
Tienes, por tanto, la oportunidad de volver a disfrutar de esos números que tan buenos momentos te dieron si tuviste la suerte de participar en el Cabaret Líquido o en La Barraca del Zurdo.
En caso contrario, no deberías desaprovechar la ocasión para enterarte de la razón por la que alguien te aseguró que se había descojonado vivo con la asombrosa reencarnación de Nefertiti.
Eso sí, no dejes que la risa te impida captar esa catarata de humor fino, cómplice, corrosivo e incluso descaradamente irreverente. Agradecerás los sacrílegos salpicones por aquello de que no todo ha de ser incienso en la tierra de mariasantísima. Es que tiene que haber de tó en esta viña del señor… menos uvas.
Ahora bien, la familia Popescu no es de las que se complacen en los grandes aciertos de un pasado reciente, e irá refrescando sus excéntricas caricaturas con sutiles añadiduras, con nuevos disparates –sabiamente alejados de los monólogos de todo a cien que se prodigan en la caja tonta- que añadirán un toque de pimienta al gazpacho de espárragos y algo de octanaje al alcohol.
Luego, ya de madrugada, deberás regresar a la desagradable realidad aunque, eso sí, con un regusto alegre en el corazón y esa sonrisa involuntaria que te deja una –envidiable- cara de idiota. Y sales con ganas de ver más cosas nuevas de Lavi e Bel, con el anhelo de que la racha creativa siga imparable, sin perder la capacidad de sorprenderte, devolviéndote la alegría cuando más lo necesitas.
En un descuido del pianista, el chef te revela el secreto del pollo teriyaki, los músicos exploran las profundidades submarinas y el director se infiltra entre los comensales con la tranquilidad que da un menú que ha sabido maquinar con el mismo esmero que las brujas elaboran sus pócimas.
Tienes, por tanto, la oportunidad de volver a disfrutar de esos números que tan buenos momentos te dieron si tuviste la suerte de participar en el Cabaret Líquido o en La Barraca del Zurdo.
En caso contrario, no deberías desaprovechar la ocasión para enterarte de la razón por la que alguien te aseguró que se había descojonado vivo con la asombrosa reencarnación de Nefertiti.
Eso sí, no dejes que la risa te impida captar esa catarata de humor fino, cómplice, corrosivo e incluso descaradamente irreverente. Agradecerás los sacrílegos salpicones por aquello de que no todo ha de ser incienso en la tierra de mariasantísima. Es que tiene que haber de tó en esta viña del señor… menos uvas.
Ahora bien, la familia Popescu no es de las que se complacen en los grandes aciertos de un pasado reciente, e irá refrescando sus excéntricas caricaturas con sutiles añadiduras, con nuevos disparates –sabiamente alejados de los monólogos de todo a cien que se prodigan en la caja tonta- que añadirán un toque de pimienta al gazpacho de espárragos y algo de octanaje al alcohol.
Luego, ya de madrugada, deberás regresar a la desagradable realidad aunque, eso sí, con un regusto alegre en el corazón y esa sonrisa involuntaria que te deja una –envidiable- cara de idiota. Y sales con ganas de ver más cosas nuevas de Lavi e Bel, con el anhelo de que la racha creativa siga imparable, sin perder la capacidad de sorprenderte, devolviéndote la alegría cuando más lo necesitas.
Referencia:
Obra: Cabaret gastronómico. Cena con Espectáculo. A cargo de la compañía Lavi e Bel.
Lugar: Centro Cultural Caja Granada Memoria de Andalucía. Plaza de las Culturas.
Fecha: Del 21 de junio al 15 de septiembre de 2012. Aforo limitado.
Obra: Cabaret gastronómico. Cena con Espectáculo. A cargo de la compañía Lavi e Bel.
Lugar: Centro Cultural Caja Granada Memoria de Andalucía. Plaza de las Culturas.
Fecha: Del 21 de junio al 15 de septiembre de 2012. Aforo limitado.