Momento de la representación de Extraordinaria oscuridad. Fuente: piromanoteatro.wordpress.com.
Como sucede en casi todos los campos del arte (cuando es arte) el teatro posee la asombrosa capacidad de arrancarnos de nuestra realidad y lanzarnos hacia otros mundos imaginarios, y ello sin mayor artificio que el eficaz binomio de la palabra y el gesto.
La única explicación que encuentro a esa magia que ejerce el teatro (cuando es teatro) me llevaría a divagar sobre los efectos del tetrahidrocannabinol, cosa que podría resultar interesante, pero también inapropiada.
El teatro está en nuestro cerebro de la misma manera que algunos principios activos ya estaban en nuestro organismo antes de recibir estímulos externos. Su magia –me refiero a la magia del teatro- reside en nuestro interior y se activa cuando surge la llama de luz que enciende eso que Jung denominaba el inconsciente colectivo.
La fuerza evocadora de la palabra ilumina esa oscuridad en la que, a pesar de las apariencias, nos hallamos inmersos, y nos proyecta hacia esos universos interiores que apenas conocemos. La voz de los actores, rompe la ceguera del espectador y lo baña con los colores de unos paisajes soñados y experimentados en primera persona.
Quizá todos deberíamos ser ciegos por unos minutos, para poder formularnos las preguntas más elementales e intentar responderlas con la sola ayuda de la representación. ¿Dónde estamos cuando cerramos los ojos? ¿Dónde estamos cuando estamos soñando? Se trata de preguntas con tantas respuestas como posibilidades, reales o irreales, pueda aceptar nuestra mente. Es posible estar en muchos sitios al mismo tiempo porque los lugares que nos muestra la realidad no son exactamente lo que parecen. La realidad es sustancialmente apariencia.
La única explicación que encuentro a esa magia que ejerce el teatro (cuando es teatro) me llevaría a divagar sobre los efectos del tetrahidrocannabinol, cosa que podría resultar interesante, pero también inapropiada.
El teatro está en nuestro cerebro de la misma manera que algunos principios activos ya estaban en nuestro organismo antes de recibir estímulos externos. Su magia –me refiero a la magia del teatro- reside en nuestro interior y se activa cuando surge la llama de luz que enciende eso que Jung denominaba el inconsciente colectivo.
La fuerza evocadora de la palabra ilumina esa oscuridad en la que, a pesar de las apariencias, nos hallamos inmersos, y nos proyecta hacia esos universos interiores que apenas conocemos. La voz de los actores, rompe la ceguera del espectador y lo baña con los colores de unos paisajes soñados y experimentados en primera persona.
Quizá todos deberíamos ser ciegos por unos minutos, para poder formularnos las preguntas más elementales e intentar responderlas con la sola ayuda de la representación. ¿Dónde estamos cuando cerramos los ojos? ¿Dónde estamos cuando estamos soñando? Se trata de preguntas con tantas respuestas como posibilidades, reales o irreales, pueda aceptar nuestra mente. Es posible estar en muchos sitios al mismo tiempo porque los lugares que nos muestra la realidad no son exactamente lo que parecen. La realidad es sustancialmente apariencia.
Los creadores de la compañía PIRÓMANO TEATRO han elaborado un luminoso espectáculo en el seno de la oscuridad, a partir del texto Los ciegos de Maurice Maeterlinck. Aunque parezca un contrasentido, pocas veces he tenido la oportunidad de experimentar algo tan profundamente visual como esta Extraordinaria oscuridad, que se atreve a huir de la pirotecnia mediática para inyectarse directamente en la inteligencia del espectador por medio de una envidiable sencillez estética.
Rozando el delicado oficio del funambulista, tal vez traspasando el límite del marco establecido, como aquel famoso cuadro (Huyendo de la crítica) del pintor catalán Pere Borrel del Caso, PIRÓMANO ha encarado su última producción, confeccionando de forma autónoma sus propios textos con sorprendente lirismo y encajando como piezas de puzle las palabras del propio Maeterlinck, así como algunos insertos de Tarkovski y Peter Handke.
Ahora bien, mientras en tantas ocasiones el trabajo de ensamblaje de textos literarios en torno a una exégesis acaba sonando a pastiche, la línea de investigación y producción de PIRÓMANO TEATRO ha mostrado una limpieza que, tal como andan las cosas por estos lares, podría calificarse de inaudita. El producto nada tiene que ver con la espectacularidad y sí mucho con la poética teatral en su máxima expresión.
Frente al fácil recurso de la estridencia y el halago a la sal gorda del teatro populista, este grupo de versados improvisadores encara el trabajo de exploración con un sorprendente conocimiento del arte de expresar la verdad por medio del engaño.
Pero hete aquí que el trampantojo con el que sorprenden al no iniciado, incumbe más a la percepción lírica del pensamiento que a la mirada. Mientras los ojos pueden ser víctimas del engaño, la imagen que surge de las palabras posee una nitidez que sólo existe en nuestra subjetividad. El paisaje narrado se multiplica en la imaginación del que lo escucha, porque cada uno administra sus sensaciones según su propia experiencia.
Si alguna falta tuviera que buscarle a esta libérrima lectura del texto de Maeterlinck –parece que en eso consiste mi denostado oficio- habría echado en falta más minutos de esa luminosa oscuridad, tal vez un poco más de tiempo para el pensamiento. De todas maneras no estoy muy seguro de que el hecho de que una función teatral se haga corta es buena o mala señal.
Rozando el delicado oficio del funambulista, tal vez traspasando el límite del marco establecido, como aquel famoso cuadro (Huyendo de la crítica) del pintor catalán Pere Borrel del Caso, PIRÓMANO ha encarado su última producción, confeccionando de forma autónoma sus propios textos con sorprendente lirismo y encajando como piezas de puzle las palabras del propio Maeterlinck, así como algunos insertos de Tarkovski y Peter Handke.
Ahora bien, mientras en tantas ocasiones el trabajo de ensamblaje de textos literarios en torno a una exégesis acaba sonando a pastiche, la línea de investigación y producción de PIRÓMANO TEATRO ha mostrado una limpieza que, tal como andan las cosas por estos lares, podría calificarse de inaudita. El producto nada tiene que ver con la espectacularidad y sí mucho con la poética teatral en su máxima expresión.
Frente al fácil recurso de la estridencia y el halago a la sal gorda del teatro populista, este grupo de versados improvisadores encara el trabajo de exploración con un sorprendente conocimiento del arte de expresar la verdad por medio del engaño.
Pero hete aquí que el trampantojo con el que sorprenden al no iniciado, incumbe más a la percepción lírica del pensamiento que a la mirada. Mientras los ojos pueden ser víctimas del engaño, la imagen que surge de las palabras posee una nitidez que sólo existe en nuestra subjetividad. El paisaje narrado se multiplica en la imaginación del que lo escucha, porque cada uno administra sus sensaciones según su propia experiencia.
Si alguna falta tuviera que buscarle a esta libérrima lectura del texto de Maeterlinck –parece que en eso consiste mi denostado oficio- habría echado en falta más minutos de esa luminosa oscuridad, tal vez un poco más de tiempo para el pensamiento. De todas maneras no estoy muy seguro de que el hecho de que una función teatral se haga corta es buena o mala señal.
Referencia:
Obra: "Extraordinaria oscuridad”, de la compañía "Pirómano Teatro"
Lugar: Sala El Apeadero, Granada
Fecha: 19 y 20 de mayo de 2012
Obra: "Extraordinaria oscuridad”, de la compañía "Pirómano Teatro"
Lugar: Sala El Apeadero, Granada
Fecha: 19 y 20 de mayo de 2012