“Que el poema suceda como otras cosas de la vida”. De este modo se expresaba Julieta Valero en una entrevista con la escritora Yaiza Martínez. El poema, “hecho de vida y lenguaje”, genera un “espacio abierto, polisémico”; es el lugar donde se encuentran la poeta y sus lectores, el yo y los otros. Buscamos la significación, el sentido último, entre las múltiples sugerencias que se ramifican en cada lectura.
Cinco años separan Que concierne (Vaso Roto Ediciones, 2015) de Autoría (DVD, Ediciones, 2010), el anterior libro de Julieta Valero. Que concierne es un poemario de asombrosa intensidad. Gestado lentamente, cada poema parece construido como un objeto autónomo que, a su vez, va conformando la estructura final del libro.
Julieta Valero entiende la poesía como una búsqueda artística y vital. El poema surge como una revelación, fruto del “cotidiano extrañamiento”. Pero la poesía no existe sin la imaginación, ese terreno libre y peligroso donde el lenguaje se despoja de ataduras: “Nos asista la imaginación”, leemos en el verso final del poema “Esa roca”.
Reinventar la épica
Vivimos en una época en la que las grandes palabras se manipulan y pierden su valor: democracia, paz, solidaridad… Es necesario recuperar ese lenguaje del que se han apropiado los huecos discursos demagógicos, la halagadora publicidad, la propaganda que se inmiscuye en nuestra vida para crearnos la ilusión de que el mundo está bien hecho, al menos para nosotros.
¿Cómo hablar de lo político sin caer en lo panfletario?, se pregunta Julieta Valero para quien la poesía es social e individual, pero “el factor social de la poesía debe partir del manejo del lenguaje mismo”.
En Que concierne lo personal y lo político son indisolubles. Desde los movimientos de protesta de mayo de 2011 en España, hasta la situación vivida en los últimos años, todo puede convertirse en materia poética.
Aparecen las nuevas formas de relacionarlos: “En red las instrucciones; también la posibilidad de errar”, leemos en el poema “Previo al Sol “; y en “Nueva minería”: “Por la ahora ventana del mundo no corre el aire sino la/ liebre de los datos que te atraviesa el pecho porque es/ innumerable”.
Estas realidades, con sus contradicciones, se transforman en poesía a través del lenguaje. Existe un riesgo que a Julieta Valero no le importa correr. En Que concierne encontraremos a la “la ministra de Trabajo” que “llora al anunciar las nuevas medidas”, al presidente que alaba el silencio “de quienes no salieron a la calle a protestar/ por la privatización del llanto y su hipo”; o el eco de las voces de una manifestación:
Entre Atocha y Colón todos son trigales verdes; el viento, que
llega en cuatro columnas cardinales, unifica nuestra
negativa a la austerocracia.
Se trata de una épica distinta, la de nuestro momento histórico. “Debes tocar un aire más allá de nosotros, pero/ nuestro”, escribe Valero en el poema “Sampler”, al que pertenecen estos versos:
(…) La
épica reinventada podría ser un pájaro en contrabando.
Algunos piensan aún en un canto, un largo canto colectivo.
Toda respiración propone un reino.
Cinco años separan Que concierne (Vaso Roto Ediciones, 2015) de Autoría (DVD, Ediciones, 2010), el anterior libro de Julieta Valero. Que concierne es un poemario de asombrosa intensidad. Gestado lentamente, cada poema parece construido como un objeto autónomo que, a su vez, va conformando la estructura final del libro.
Julieta Valero entiende la poesía como una búsqueda artística y vital. El poema surge como una revelación, fruto del “cotidiano extrañamiento”. Pero la poesía no existe sin la imaginación, ese terreno libre y peligroso donde el lenguaje se despoja de ataduras: “Nos asista la imaginación”, leemos en el verso final del poema “Esa roca”.
Reinventar la épica
Vivimos en una época en la que las grandes palabras se manipulan y pierden su valor: democracia, paz, solidaridad… Es necesario recuperar ese lenguaje del que se han apropiado los huecos discursos demagógicos, la halagadora publicidad, la propaganda que se inmiscuye en nuestra vida para crearnos la ilusión de que el mundo está bien hecho, al menos para nosotros.
¿Cómo hablar de lo político sin caer en lo panfletario?, se pregunta Julieta Valero para quien la poesía es social e individual, pero “el factor social de la poesía debe partir del manejo del lenguaje mismo”.
En Que concierne lo personal y lo político son indisolubles. Desde los movimientos de protesta de mayo de 2011 en España, hasta la situación vivida en los últimos años, todo puede convertirse en materia poética.
Aparecen las nuevas formas de relacionarlos: “En red las instrucciones; también la posibilidad de errar”, leemos en el poema “Previo al Sol “; y en “Nueva minería”: “Por la ahora ventana del mundo no corre el aire sino la/ liebre de los datos que te atraviesa el pecho porque es/ innumerable”.
Estas realidades, con sus contradicciones, se transforman en poesía a través del lenguaje. Existe un riesgo que a Julieta Valero no le importa correr. En Que concierne encontraremos a la “la ministra de Trabajo” que “llora al anunciar las nuevas medidas”, al presidente que alaba el silencio “de quienes no salieron a la calle a protestar/ por la privatización del llanto y su hipo”; o el eco de las voces de una manifestación:
Entre Atocha y Colón todos son trigales verdes; el viento, que
llega en cuatro columnas cardinales, unifica nuestra
negativa a la austerocracia.
Se trata de una épica distinta, la de nuestro momento histórico. “Debes tocar un aire más allá de nosotros, pero/ nuestro”, escribe Valero en el poema “Sampler”, al que pertenecen estos versos:
(…) La
épica reinventada podría ser un pájaro en contrabando.
Algunos piensan aún en un canto, un largo canto colectivo.
Toda respiración propone un reino.
Artículos relacionados
-
Desde una existencia previa llega "El retrato del uranio", de Raúl Nieto de la Torre
-
La poética nómada o el decir en la niebla de Menchu Gutiérrez
-
Antonio Gamoneda: "No vivimos un solo lenguaje"
-
“Centroeuropa”, una metáfora de la historia
-
Superventas apasionante y necesario sobre la vida de Mussolini: “M. El hijo del siglo”
Ya no puedo encontrar la Postdamer Platz
En la poética de Julieta Valero las citas no solo generan significados, sino que están presentes en la técnica del collage. Nos llegan otras voces como en el poema “Berlinale”, con las palabras del anciano de la película de Wim Wenders, El cielo sobre Berlín.
El anciano, un nuevo Homero, canta la desaparición de un mundo, aunque nadie lo escuche en el baldío de lo que un día fue la Postdamer Platz. Tierra de nadie y metáfora de la destrucción, el tiempo y la historia lo ha vuelto a transformar todo y ahora, en las terrazas y entre los rascacielos, “hombres y mujeres miran con disimulo el cuádriceps del/ progreso”. Pero las luces no deben cegarnos:
Rosa de Luxemburgo vuela desde el puente; moneda que abre
los ojos nunca llega a caer.
En “Ficción con el dedo corazón”, Julieta Valera nos recuerda que la historia puede reinventarse, convertirse en un falso documental como La verdadera historia del cine, cuyo protagonista es Colin McKenzie, el cineasta que nunca existió. En el mismo poema las Trece Rosas Rojas “se lamentan, sonríen con ternura”: “Avantgarde intrepidísima ponerle apellido a los huesos. /Subjuntivo, subjuntivo país”.
No faltan el humor y la ironía en este universo polifónico. En el poema “In vogue” se lleva a juicio la tiranía que la moda ha impuesto a la mujer. Lo importante es la pose, pero “como siempre, la condena es cuanto te has perdido”.
La ciudad, los lugares
La ciudad es el escenario en el que se desarrolla la vida privada y la pública. Aparecen parques, avenidas y calles en los que la poeta observa y se interroga acerca del ser humano y su forma de estar en el mundo; como el “hombre con móvil” y su anemia de afectos, o la “viejina” que lleva “en su caja /abdominal el silencio tras todas las bombas de todas /las guerras”.
En esa “riqueza privada, miseria pública”, la alegría puede ser “un tornado diminuto en la falda de una niña de/ pocos dientes, vueltas y vueltas regalando el intervalo/ mellado de su sonrisa”; porque la poesía nos devuelve el asombro de lo cotidiano.
Es también la ciudad del poema “Final del verano” donde “nos sabemos sometidos a la meteorología/ europea y sus nuevas maneras de cosechar”, o el de “Tanta indigencia de palabras”, en el que “Por correo ordinario las edades van enviando su kit de/ decisión”.
Pero existen viajes y otros lugares que nos devuelven formas distintas de mirar, de asombrarnos, como en el poema “Suites ticas”:
El país es pequeño, y ellos muy pocos
pero gran parte vive de lo insólito: la poesía, el pastoreo:
inducen al turista a indagar en lo invisible.
Conocen bien cuanto aman, llaman por su nombre a las
serpientes.
Lo que dios lanzó a su tablero / lo reubica la decisión de amar
En “Farewell a su trópico particular” escribe Valero: “Lo que dios lanzó a su tablero / lo reubica la decisión de amar”. El amor es el hilo que enlaza los días y nos ayuda a no perdernos en las encrucijadas:
(…) Quizá amarse
consista en no sacar conclusiones; una mirada bajo la que
tener de nuevo siete años y desalar mariposas, salvar el
humedal. La política, naturalmente, también está en el aire.
Por encima de esos “políticos mostrencos” que “entran y salen de nuestros días”, que “nos obligan a congelar los restos de la confianza”, están los niños del poema “La leche”: “Suben del parque dilatados, aún son pequeños; la/ dicha huele fuerte”. También nosotros podemos recuperar esa dicha:
Bajo ningún concepto entraría en los pantanos excepto por
no estar sola de ti, que lo sabías todo sobre la unión y los
pájaros; bajo ningún concepto menos por esta alambrada
claridad.
Que concierne está dividido en cuatro partes. Las tres primeras sólo van numeradas; la cuarta lleva un título: “Ó 2052”, tomado de una cita con la que se cierra el último poema, “Ahora todo es diferente sin haber cambiado”:
2 de junio de 1942: no olvidar nunca que la guerra acabará y que
toda la parte histórica palidecerá. Tratar de introducir el máximo
de cosas, de debates... que puedan interesar a la gente en 1952 o 2052.
Es una de las anotaciones que Irène Némirovski había escrito para su novela Suite francesa. Dos meses después sería asesinada en Auschwitz. Sabía que su vida corría peligro, pero escribió hasta el final y nos dejó el testimonio de una época. Habló de seres humanos, de sus miserias y miedos, pero también del amor y la esperanza.
Dice Julieta Valero en su entrevista con Yaiza Martínez: “Para mí la eternidad es lo afectivo. Yo vivo el ejercicio poético desde ese lugar”. La poesía nos devuelve el “cotidiano extrañamiento”, lo que no puede decirse con palabras, el “no sé qué” de esos silencios que habitan en poemas como “Anunciación”.
En la poética de Julieta Valero las citas no solo generan significados, sino que están presentes en la técnica del collage. Nos llegan otras voces como en el poema “Berlinale”, con las palabras del anciano de la película de Wim Wenders, El cielo sobre Berlín.
El anciano, un nuevo Homero, canta la desaparición de un mundo, aunque nadie lo escuche en el baldío de lo que un día fue la Postdamer Platz. Tierra de nadie y metáfora de la destrucción, el tiempo y la historia lo ha vuelto a transformar todo y ahora, en las terrazas y entre los rascacielos, “hombres y mujeres miran con disimulo el cuádriceps del/ progreso”. Pero las luces no deben cegarnos:
Rosa de Luxemburgo vuela desde el puente; moneda que abre
los ojos nunca llega a caer.
En “Ficción con el dedo corazón”, Julieta Valera nos recuerda que la historia puede reinventarse, convertirse en un falso documental como La verdadera historia del cine, cuyo protagonista es Colin McKenzie, el cineasta que nunca existió. En el mismo poema las Trece Rosas Rojas “se lamentan, sonríen con ternura”: “Avantgarde intrepidísima ponerle apellido a los huesos. /Subjuntivo, subjuntivo país”.
No faltan el humor y la ironía en este universo polifónico. En el poema “In vogue” se lleva a juicio la tiranía que la moda ha impuesto a la mujer. Lo importante es la pose, pero “como siempre, la condena es cuanto te has perdido”.
La ciudad, los lugares
La ciudad es el escenario en el que se desarrolla la vida privada y la pública. Aparecen parques, avenidas y calles en los que la poeta observa y se interroga acerca del ser humano y su forma de estar en el mundo; como el “hombre con móvil” y su anemia de afectos, o la “viejina” que lleva “en su caja /abdominal el silencio tras todas las bombas de todas /las guerras”.
En esa “riqueza privada, miseria pública”, la alegría puede ser “un tornado diminuto en la falda de una niña de/ pocos dientes, vueltas y vueltas regalando el intervalo/ mellado de su sonrisa”; porque la poesía nos devuelve el asombro de lo cotidiano.
Es también la ciudad del poema “Final del verano” donde “nos sabemos sometidos a la meteorología/ europea y sus nuevas maneras de cosechar”, o el de “Tanta indigencia de palabras”, en el que “Por correo ordinario las edades van enviando su kit de/ decisión”.
Pero existen viajes y otros lugares que nos devuelven formas distintas de mirar, de asombrarnos, como en el poema “Suites ticas”:
El país es pequeño, y ellos muy pocos
pero gran parte vive de lo insólito: la poesía, el pastoreo:
inducen al turista a indagar en lo invisible.
Conocen bien cuanto aman, llaman por su nombre a las
serpientes.
Lo que dios lanzó a su tablero / lo reubica la decisión de amar
En “Farewell a su trópico particular” escribe Valero: “Lo que dios lanzó a su tablero / lo reubica la decisión de amar”. El amor es el hilo que enlaza los días y nos ayuda a no perdernos en las encrucijadas:
(…) Quizá amarse
consista en no sacar conclusiones; una mirada bajo la que
tener de nuevo siete años y desalar mariposas, salvar el
humedal. La política, naturalmente, también está en el aire.
Por encima de esos “políticos mostrencos” que “entran y salen de nuestros días”, que “nos obligan a congelar los restos de la confianza”, están los niños del poema “La leche”: “Suben del parque dilatados, aún son pequeños; la/ dicha huele fuerte”. También nosotros podemos recuperar esa dicha:
Bajo ningún concepto entraría en los pantanos excepto por
no estar sola de ti, que lo sabías todo sobre la unión y los
pájaros; bajo ningún concepto menos por esta alambrada
claridad.
Que concierne está dividido en cuatro partes. Las tres primeras sólo van numeradas; la cuarta lleva un título: “Ó 2052”, tomado de una cita con la que se cierra el último poema, “Ahora todo es diferente sin haber cambiado”:
2 de junio de 1942: no olvidar nunca que la guerra acabará y que
toda la parte histórica palidecerá. Tratar de introducir el máximo
de cosas, de debates... que puedan interesar a la gente en 1952 o 2052.
Es una de las anotaciones que Irène Némirovski había escrito para su novela Suite francesa. Dos meses después sería asesinada en Auschwitz. Sabía que su vida corría peligro, pero escribió hasta el final y nos dejó el testimonio de una época. Habló de seres humanos, de sus miserias y miedos, pero también del amor y la esperanza.
Dice Julieta Valero en su entrevista con Yaiza Martínez: “Para mí la eternidad es lo afectivo. Yo vivo el ejercicio poético desde ese lugar”. La poesía nos devuelve el “cotidiano extrañamiento”, lo que no puede decirse con palabras, el “no sé qué” de esos silencios que habitan en poemas como “Anunciación”.
Anunciación
Cuando nos hayamos diluido, y el último rastro de humedad
y de afecto sobre nuestros retratos
cuando entonces
cuando esto
cuando los objetos no tengan a nadie que los reconozca o tú
y yo seamos un libro y una caja china que ha inventado
el silencio
el silencio como perfección del más doloroso de los gritos
cuando el olvido siga constituyendo al mundo como es su
deber, su compost, su premura
seguirás de pie en nuestra cocina, escuchando a las cebollas,
la frente perlada de generosidad y de viajes al centro de
la Tierra. La mujer que le lee sus derechos a la belleza.
Nuestro hijo ahí.
Cuando nos hayamos diluido, y el último rastro de humedad
y de afecto sobre nuestros retratos
cuando entonces
cuando esto
cuando los objetos no tengan a nadie que los reconozca o tú
y yo seamos un libro y una caja china que ha inventado
el silencio
el silencio como perfección del más doloroso de los gritos
cuando el olvido siga constituyendo al mundo como es su
deber, su compost, su premura
seguirás de pie en nuestra cocina, escuchando a las cebollas,
la frente perlada de generosidad y de viajes al centro de
la Tierra. La mujer que le lee sus derechos a la belleza.
Nuestro hijo ahí.