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Es posible compaginar lucro con ética

Responsabilidad Social para las empresas, un concepto en auge


Las empresas socialmente responsables están de moda. Pero al margen de cuestiones de oportunismo, y analizando la idea seriamente ¿en qué consiste este comportamiento? A pesar de parecer conceptos antagónicos, sí es posible compaginar lucro con ética. Por María Dolores Babot


María Dolores Babot
10/02/2010

Foto: Christopher Hall. Everystockphoto.
Foto: Christopher Hall. Everystockphoto.
En los últimos años se ha puesto de moda lo que se conoce como responsabilidad social corporativa (RSC) o responsabilidad social empresarial (RSE). Ambos conceptos, idénticos, expresan una misma idea, que no es otra que la de considerar que las empresas tienen una responsabilidad que va más allá de su propia búsqueda de beneficios, y que se extiende al ámbito de la ética. La empresa toma decisiones que afectan al conjunto de la sociedad y por lo tanto está comprometida con ella.

El concepto de RSC nació a principios del siglo veinte, pero no fue hasta mediados de los años 50 cuando tomó forma definitiva. H.R. Bowen sostiene en su libro Social Responsibilities of the Businessman, que “las organizaciones empresariales son centros vitales de poder y de toma de decisiones” y que “las acciones de las grandes empresas tocan y afectan las vidas de los ciudadanos en muchos sentidos”. Así pues para Bowen la empresa tiene una responsabilidad hacia la sociedad en la que está integrada.

En el lado opuesto encontramos a Milton Friedman. Este economista, premio Nobel en 1976, consideraba que “la única responsabilidad de las empresas es la maximización de sus beneficios”. Afirmaba que “solamente tiene sentido hablar de Responsabilidad social corporativa en el caso de los monopolios, porque perturban el funcionamiento del mercado”.

¿ Empresa buena o empresa mala?

¿En qué quedamos? ¿Debe una empresa mirar su propio ombligo o es responsable ante la sociedad? La pregunta no es baladí si consideramos que la mayoría de los individuos trabajan en empresas y por lo tanto esta polémica les afecta directamente. Existe en la sociedad una especie de norma no escrita que juega a favor de la teoría de Friedman. La gente suele ver a las empresas como entidades de carácter privado (en su mayoría) destinadas a obtener un beneficio a su(s) dueño(s) mediante la venta de un producto o servicio. Esta idea está muy arraigada en la sociedad. La gente asocia “empresario” a “dinero” y no se cuestiona si además las empresas tienen otra función. La consecuencia es que existe una división invisible pero real: por un lado están las empresas “clásicas”, productoras en sí mismas, y que podríamos clasificarlas como empresas del grupo “A”. Luego estarían las del grupo B o “las otras”, dedicadas a fines sociales, que pueden ser fundaciones o como ejemplo más conocido, las organizaciones no gubernamentales (ONG).

La pregunta del millón es si se puede difuminar esta barrera entre las dos categorías. Y es aquí donde entra en juego una curiosa percepción: así como no se ve con buenos ojos que una ONG tenga otro fin que no sea el de interés social, sí se acepta por parte de los ciudadanos que una empresa busque fines éticos, más allá de los puramente lucrativos.

En este sentido, sí podemos hacer una afirmación: una empresa puede compaginar la producción de beneficios con tareas filantrópicas. La cuestión a debatir es: ¿cómo? ¿de qué manera una empresa que se dedica- supongamos- a fabricar zapatos, puede además actuar de modo comprometido con la sociedad?

Hay muchos modos de ejercer la filantropía y el ámbito empresarial no es ajeno a ello. La primera manera que uno se imagina es la de una actuación directa, mediante la entrega de materiales, productos que la empresa fabrique o dinero procedente de los beneficios generados. Imaginamos que era este concepto al que Friedman se oponía y consideraba fuera de lugar.

Existe un término medio

Pero existe otra manera que permite a las empresas seguir generando beneficios, y ser al mismo tiempo responsable con la sociedad. Este modo produce excelentes resultados y no se basa en la entrega pura y dura de bienes: ¿Qué tipo de compromiso convierte a una empresa en socialmente responsable?. Pues una empresa que cuide el medio ambiente, reduciendo la emisión de gases en la fabricación de productos. Que fomente la conciliación de la vida laboral y familiar entre sus empleados. Que adquiera materias primas sin explotar a países subdesarrollados. Una empresa que fomente el beneficio no solo propio sino de las otras empresas con las que interactúa (proveedores, distribuidores, etc.)

Si al ser humano se le pide un mínimo comportamiento cívico hacia sus semejantes, de igual manera se puede exigir a una empresa este comportamiento “cívico” o responsable, sin modificar ni un ápice sus cuentas o la distribución de sus partidas presupuestarias.

Así pues hay que fomentar este tipo de actuaciones entre las empresas, que hacen compatible la visión empresarial y la ética. Si además de esto, una empresa decide donar parte de sus productos o su capital a sectores necesitados, el círculo se habrá cerrado satisfactoriamente . O dicho de otra manera más coloquial, será como miel sobre hojuelas.

María Dolores Babot, Licenciada en Documentación y en Derecho, es miembro de Documentha



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