La concesión, aunque compartido, del Premio Nobel de la Paz a Al Gore no ha sentado bien en todas partes. Por un lado, señala el NYT, porque se considera una injerencia en los asuntos internos de Estados Unidos: nadie duda que el galardón aumenta las posibilidades de que Gore vuelva a ser nominado a la presidencia de Estados Unidos. Por otro lado, porque, como señala WSWS, si Gore llega a la Casa Blanca, tampoco está claro que llegue a adquirir los compromisos necesarios para controlar el impacto humano sobre el medioambiente: una cosa es el escenario mediático y otra la política de cada día. Finalmente, como señala la francesa Dedefense, porque se trata abiertamente de un complot europeo contra la actual política del presidente Bush. Y Le Monde añade: siete años después de las elecciones presidenciales perdidas, Bush está en decadencia y la estrella de Gore brilla cada vez más… ya ni necesita concurrir a la Casa Blanca de nuevo. Todas estas visiones eluden lo más importante: que los temas medioambientales se convierten cada día más en el eje de cualquier decisión.
El complot NobelEduardo Martínez
14/10/2007
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