Tendencias 21
   




Más allá de los límites



Eduardo Martínez
30/03/2008

James Hansen, el científico de la Nasa vetado por la Administración Bush por sus posiciones sobre el clima, ha vuelto a la carga con una nueva alarma: la zona de seguridad de nuestro planeta, la que no puede sobrepasarse sin comprometer la viabilidad de nuestro actual modelo de civilización, la hemos dejado atrás hace 20 años y cada día que pasa nos alejamos algo más de ella. Según un ensayo de Hansen y otros ocho autores que ha difundido la Universidad de Columbia, el umbral es de 350 partes de dióxido de carbono en la atmósfera por millón. Ya estamos en 385 y el consenso oficial es que podemos llegar a 450 sin provocar la temida irreversibilidad. Si continuamos como vamos, dice James Hansen en su ensayo, pronto abandonaremos el clima del Holoceno, el período que nos ha acompañado como especie desde nuestra prehistoria, para adentrarnos en un nuevo período climático caracterizado probablemente por un planeta sin hielo. Su mensaje recuerda a los del Club de Roma, primero en 1972 y luego en 1992, señalando que el modelo de crecimiento tiene sus límites y que los hemos sobrepasado en términos de equilibrio entre recursos y consumo. La crisis del petróleo que estalló en 1973 y que se prolonga hasta nuestros días manifiesta que la advertencia del Club de Roma era sensata. Los nuevos límites fijados por Hansen aumentan la impresión de que nos estamos arriesgando demasiado.



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1.Publicado por A C el 05/04/2008 02:57
La imagen, ordinaria y simple, reflejo del apoyo público general, se ha impuesto con una facilidad vergonzosa en una de las principales sociedades europeas, que con sus particularidades características, se enfrenta a las agitadas aguas de un nuevo siglo. La dramatización, si cabe, es sin lugar a dudas, más noble que la extasiante gesta que abandera el bueno del "chiki chiki" en su empresa europea. Germen creativo y fundamento activo esparcido como el polen, que anida en las mentes de los de ahora mismo, y que, consciente o inconscientemente, se acepta como cenit efímero de la melodía cultural española (término, la cultura, que parece haber sido fagocitado por un intruso usurpador involucionado, o si lo prefieren, exponente trágico de un proceso de degeneración global).

La cuestión es simple. Llego a la página a través de un link de tendencias 21 y me encuentro en portada, y casi como ostentando un orgullo combativo infranqueable, un texto aparentemente crítico de manos de un hombre de ciencia, poco dócil y fiel a la causa científica con responsabilidad social y ética profunda. Sintetizando, como no tengo la tendencia natural a hacer, por Ortega y Gasset como un no - "bárbaro especialista"; cuya obra yace cautelosamente protegida por ese personaje singularmente entrañable conocido por todos, bondadoso e inofensivo, de nombre "chiki chiki".

Nadie en su sano juicio identificaría este detalle pasajero como un problema trivial.

Y hablo acerca de aquellos que más me ofenden, como joven humilde que trata de abrirse al paso. Son aquellos individuos de formación admirable, por todas las facultades, destrezas y noblezas necesarias para desenmarañarse con éxito de las zarzas de la vida que, situados en posiciones de responsabilidad y poder cognitivo, practican (y no tiene excusa, ni se puede ser indulgente al respecto) esa personalidad conformista, complejamente simple y encarrilada e ideal, cual oveja sana de rebaño.

Es una simple cuestión de principios, de creatividad e independencia, enfatizando el ojo críticamente humano por naturaleza, porque le corresponde a su verdadera identidad, en pro de lo auténtico y verdadero (me permito hablar de este término pese a su potencial de criticabilidad, que sugiero se entienda buenamente en su significado científico y humano).

Porque es esta la clase de pequeñas cosas las que separan el grano de la paja, aquello en su conjunto que sin quererlo ni saberlo, proporciona la fuerza moral y vital de la que sufrimos una inmensa sequía. Capaz de orienta las mentes y corazones con astucia, de liberar al individuo y a tantos jóvenes estudiantes, por otorgar el vergel humano que nos impulsa a todos a respirar con fuerza.

Ahora mismo no tengo ganas de leer, es tarde y me voy a la cama a disgusto, esperando que se trate tan solo de un acto de resignado pragmatismo, inocente quizá, resultado de la desesperada presión económica que condiciona el transcurso de todo aquello que se decida hacer, hasta el extremo de modificándolo en su esencia originaria.

Extraigo una cita que me es imposible remitir, dado que no se cuando la leí:

“No se trata tanto de qué mundo dejaremos a nuestros hijos, sino de qué hijos dejaremos en el mundo” (aproximación)

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