Un nuevo orden éticoDe alguna forma, la desaparición de Juan Pablo II deja en el aire, entre otras muchas cuestiones, el futuro del nuevo orden ético mundial a cuya implantación dedicó gran parte de su pontificado. Tal como explica el historiador francés Philippe Levillain, el mayor objetivo del Papa fallecido fue provocar la insurrección de las almas. El balance de su papado tiene muchas lecturas, pero es evidente que ante el declive de los valores que padece nuestra civilización, la aportación de Juan Pablo II no puede pasar desapercibida. No deja de ser una aportación confesional, pero en sus aspectos más generales (reivindicación del valor de la conciencia personal, por ejemplo) ha sido compartida por muchos contemporáneos suyos que anhelan también un nuevo orden ético del que formen parte, de forma abierta y espontánea, tanto la creencia religiosa como la libertad de pensamiento. Y que ambas compartan en un marco de respeto mutuo la búsqueda de sentido que distingue a nuestra especie.Eduardo Martínez
03/04/2005
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