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“Un disfraz equivocado”, hermosa antología de Fernando Pessoa

El poeta y crítico Martín López-Vega realiza una cuidadosa selección de la obra del poeta portugués para Nórdica


“Un disfraz equivocado” (Editorial Nórdica, 2015) no es una edición crítica de la obra de Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) sino una pequeña y cuidada selección de algunos de sus poemas más significativos, que permite acercarse a la poesía del autor y a su camarilla de heterónimos. La selección ha sido realizada por el poeta y crítico Martín López-Vega, y cuenta con las sugerentes ilustraciones de Adolfo Serra. Por Carmen Anisa.




Unos meses antes de morir, en una carta dirigida a Adolfo Casais Monteiro, Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) escribía acerca de la materia de la que estaban hechos sus heterónimos: “Puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en Álvaro de Campos toda la emoción que no me doy ni a mí mismo ni a la vida”.
 
Frente al Pessoa “impuro y simple”, los heterónimos se erigían con una personalidad y un estilo literario propios. Alberto Caeiro, autor de El guardador de rebaños, había nacido el mismo año que Pessoa y había muerto muy joven, en 1915, conservando toda su pureza:
 
No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía:
es mi manera de estar solo.
 
Reis, Campos y Pessoa reconocían a Caeiro como su maestro y admiraban sus versos claros y serenos, sus ideas y su actitud ante la vida: “Yo no tengo filosofía: tengo sentidos”. Solo podemos conocer a través de nuestras sensaciones y admirar esa luz del sol que “vale más que los pensamientos/ de todos los filósofos y de todos los poetas juntos”.
 
Ricardo Reis –médico nacido en oporto en 1887 y exiliado en Brasil desde 1919, debido a sus ideas monárquicas– volverá sus ojos hacia el paganismo, aunque con mayor influencia romana que griega. Reis era un estoico epicúreo, que escribía versos tan latinos como: “Mejor destino que el de conocerse / no disfruta quien de mente disfruta”. Sus odas horacianas, y de exquisita musicalidad, nos hablan de un “placer pero con calma”:
 
Gocemos o no, pasamos como el río.
Mejor será saber pasar en silencio
              y sin gran desasosiego.
 
El tercer gran heterónimo, Álvaro de Campos, era un ingeniero naval nacido en Tavira en 1890. Residía en Lisboa y solía aparecer cuando su creador sentía el impulso de escribir, pero no sabía qué. Campos seguirá un camino paralelo al de Pessoa y se inmiscuirá en la vida de este, siempre que lo crea oportuno. Llegó a enviarle cartas a Ofélia Queiróz, el único amor de Pessoa, advirtiéndola acerca de ese miserable individuo del que era amigo. Años después, el 21 de octubre de 1935, poco antes de morir Pessoa, Campos escribirá en el poema “Todas las cartas de amor son ridículas”:
 
Quién volviera al tiempo en que escribía
sin prestar atención
cartas de amor
ridículas.
 
“El origen de mis heterónimos está en mi tendencia orgánica y constante a la despersonalización y a la simulación”, explicaba Pessoa en la carta a Casais Monteiro. Por ello qué mejor título para una antología que Un disfraz equivocado, tomado de un verso de “Tabacaria” (o, en su traducción, “Estanco”), escrito por Álvaro de Campos en 1928, y considerado una de los grandes poemas de la literatura universal:
 
(…)
Hice de mí lo que no supe,
y lo que podía haber hecho de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
De primeras me tomaron por quien no era y no lo desmentí y me perdí.
Cuando quise quitarme la máscara
la tenía pegada a la cara.
Cuando me la quité y me vi en el espejo
ya había envejecido.
(…)

Un hombre literatura
 
El primer Álvaro de Campos –poeta “sensacionista”– compone extensas odas en las que exalta la vida moderna y los nuevos inventos. “Sentirlo todo de todas las maneras”, escribe en el “El paso de las horas” (1916):
 
Oh hambre abstracta de las cosas, celo impotente de los momentos,
¡orgía intelectual de sentir la vida!
 
Pero él ya ha aprendido que “la vida duele cuanto más se goza y cuanto más se inventa”, y su vitalidad juvenil irá dando paso a una visión desengañada, a una sensación de fracaso y cansancio, como le sucede a Pessoa y a su “semiheterónimo” Bernardo Soares, autor del Libro del desasosiego: “Esta angustia excesiva del espíritu por nada”, se lamenta Campos en “Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra”.
 
En un texto, titulado “Aspectos” Pessoa había escrito: “Con una falta tal de literatura como la que hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse, él solo, en una literatura?”. Publicó cuatro libros en vida, tres de ellos –que apenas leyó nadie– en inglés, y solo uno, Mensagem, en portugués. El resto de sus poemas y textos en prosa fueron apareciendo en revistas literarias.
 
Al igual que Kafka, Pessoa se fue convirtiendo tras su muerte en un personaje literario. Pero él no redactó un testamento, ni mandó destruir sus escritos. Sólo iba guardando en un baúl todos sus papeles sin demasiado orden. Algún día lo organizaría todo y comenzaría a publicar su obra, de acuerdo con un plan previsto. Pero no tuvo tiempo.
 
También, como Kafka, Pessoa debió compaginar su anhelo por la literatura con la obligación de realizar un trabajo oficinesco, aunque cualificado; era traductor de correspondencia comercial. Los dos fueron solterones empedernidos y los dos ansiaron el amor. Pero el amor estaba reñido con la literatura.
 
Kafka vivió bajo el refugio familiar, con todas sus limitaciones. Pessoa, huérfano de padre, residió parte de su infancia y adolescencia en Sudáfrica, después de que su madre se casara en segundas nupcias con el cónsul portugués en Durban. Allí recibió una educación inglesa. En 1905 volvió a Lisboa donde, con los años, acabó residiendo en habitaciones de alquiler. Vivió solo, excepto en algunos periodos, como tras el regreso de su madre, a la que tanto amaba y cuya muerte, en 1925, le supuso un duro golpe.
 
Lisboa y Fernando Pessoa están indisolublemente unidos, como sucede con Praga y Kafka. Al subir por la Rua Garret y llegar al café  A Brasileira son pocos los que se resisten a hacerse una foto sentados junto al Pessoa de bronce que descansa, elegante, en una mesa de esa terraza tan visitada por turistas.

Acerca del fingidor
 
Un disfraz equivocado (Editorial Nórdica, 2015) no es una edición crítica de la obra de Fernando Pessoa. Se trata de una pequeña y cuidada selección de algunos de sus poemas más significativos. No encontraremos fechas ni orden cronológico, pero tendremos la oportunidad de acercarnos a la poesía de Pessoa y de su selecta camarilla de heterónimos.
 
Es difícil elegir entre tantos grandes poemas como nos dejaron. El poeta y crítico literario Martín López-Vega, encargado de esta edición, ha llevado a cabo una cuidada selección y una lectura respetuosa en su traducción de Pessoa. Las sugerentes ilustraciones de Adolfo Serra completan este pequeño cofre del tesoro, con algunas de las joyas de ese “baúl lleno de gente”, como lo llamaba Antonio Tabucchi.
 
Para los enamorados de Pessoa Un disfraz equivocado es un libro editado hermosamente. Para los que aún no lo han leído es una bella forma de introducirse en la obra del poeta portugués. Lo más probable es que, tras su lectura, se despierte el deseo de saber mucho más acerca de este “fingidor” tan complejo y de desbordante inteligencia, lleno de amargura y desasosiego, de ironía, de sentido del humor y de múltiples contradicciones.
 
Sus heterónimos fueron sus máscaras. Concebía la poesía como un drama em gente, un diálogo constante entre unos personajes que expresaban lo más profundo de su ser.
 
Todos, en nuestra infancia, hemos hablado alguna vez con un personaje invisible o hemos jugado a ser otros. Pessoa llevó hasta el extremo esa tendencia del ser humano y sus lectores participamos en su juego teatral. Por eso no podríamos entender su poesía si no creyéramos que existieron Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el propio Pessoa.


Jueves, 1 de Octubre 2015
Carmen Anisa
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