Ejemplar Único, el proyecto editorial que dirige el artista Gabriel Viñals, ha publicado el trigésimo cuarto título de su apasionante colección Poética y peatonal: OLUM (Ejemplar Único, Alcira, 2016), de Antonio Medinilla.
Antes de adentrarnos en el análisis del poemario, conviene detenernos un momento para destacar la loable labor que Gabriel Viñals viene realizando al frente de esta original propuesta editorial desde su residencia en la localidad de Alcira (Valencia), donde aúna poesía y pintura en un concepto único de arte.
Como en los anteriores títulos de la colección, la tirada de OLUM es muy limitada, de 20 a 25 ejemplares artesanales, donde cada ejemplar va acompañado de una exclusiva pintura realizada a mano directamente sobre una camiseta negra por este inquieto y atrevido editor, que se inspira en los poemas del libro para materializar su concepto de arte efímero, donde interactúan y dialogan dos artes complementarios. En su nómina de autores conviven algunos consagrados con otros noveles y emergentes, entre todos conforman un amplio panorama de la poesía española contemporánea.
En esta ocasión, le toca el turno a Antonio Medinilla (Málaga, 1965), poeta afincado en Estepona, que se inició en el mundo literario con la publicación de su primer poemario, Medievo (adamaRamada ediciones, 2004), y que más recientemente, en 2013, ha publicado un original poemario titulado Gretl, en la colección de_Sastre de Editorial Palimpsesto 2.0, con prólogo de Juan Gallo, primera parte de una trilogía que completarán Inanna y Aviana, todavía inéditos.
Por el camino ha participado en varias antologías entre España y Argentina, país al que se traslada en 2009 y donde comienza a trabajar para Ediciones de la Iguana como corrector y diseñador gráfico. De vuelta a España, no ha dejado de escribir con un estilo muy personal que se caracteriza por nombrar lo innombrable, y que se sitúa en las antípodas de los cánones comerciales establecidos.
Antes de adentrarnos en el análisis del poemario, conviene detenernos un momento para destacar la loable labor que Gabriel Viñals viene realizando al frente de esta original propuesta editorial desde su residencia en la localidad de Alcira (Valencia), donde aúna poesía y pintura en un concepto único de arte.
Como en los anteriores títulos de la colección, la tirada de OLUM es muy limitada, de 20 a 25 ejemplares artesanales, donde cada ejemplar va acompañado de una exclusiva pintura realizada a mano directamente sobre una camiseta negra por este inquieto y atrevido editor, que se inspira en los poemas del libro para materializar su concepto de arte efímero, donde interactúan y dialogan dos artes complementarios. En su nómina de autores conviven algunos consagrados con otros noveles y emergentes, entre todos conforman un amplio panorama de la poesía española contemporánea.
En esta ocasión, le toca el turno a Antonio Medinilla (Málaga, 1965), poeta afincado en Estepona, que se inició en el mundo literario con la publicación de su primer poemario, Medievo (adamaRamada ediciones, 2004), y que más recientemente, en 2013, ha publicado un original poemario titulado Gretl, en la colección de_Sastre de Editorial Palimpsesto 2.0, con prólogo de Juan Gallo, primera parte de una trilogía que completarán Inanna y Aviana, todavía inéditos.
Por el camino ha participado en varias antologías entre España y Argentina, país al que se traslada en 2009 y donde comienza a trabajar para Ediciones de la Iguana como corrector y diseñador gráfico. De vuelta a España, no ha dejado de escribir con un estilo muy personal que se caracteriza por nombrar lo innombrable, y que se sitúa en las antípodas de los cánones comerciales establecidos.
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Encuentro lírico-histórico
Entrando de lleno en el poemario que nos ocupa, he de confesar que rara vez en mi labor de crítico literario me he enfrentado a un texto tan sugerente y, como veremos más adelante, tan necesario, en forma y en fondo.
De entrada el tema elegido resulta inusual, pues Antonio Medinilla canta un encuentro lírico-histórico con el pueblo selk`nam, originario de Tierra del Fuego y que ocupó el norte de la isla Grande durante más de diez mil años, hasta que fue víctima de una terrible tragedia tras la llegada, y la posterior ocupación y explotación, del hombre blanco y su economía capitalista colonial, que dio lugar a uno de los últimos genocidios del siglo XX. Como reza su autor: “Olum resucita lo que siempre debió vivir en paz. Olum nos recuerda que el pueblo selk’nam aún pervive entre las calles de nuestro mundo civilizado.”
Sería insuficiente calificar a la poesía de Antonio Medinilla como “social”, habría que sumar otros vocablos, como solidaria, activa, y, sobre todo, reivindicativa, pues el autor da voz a los que no la tuvieron para denunciar tan infausto hecho histórico a través de un diálogo fragmentario y documental, una declaración de principios morales que apela a un presente y un futuro inciertos, pues el poeta sabe que sólo a través de la memoria se puede conjurar el olvido, que siempre amenaza con repetir errores del pasado.
Tras una oportuna cita de León Felipe, comienza esta indagación poética sobre el ocaso de una milenaria civilización, con estas desconsoladas palabras: “¿Lola, dónde se fueron las mujeres que cantaban como canarios? Había muchas mujeres. ¿Dónde se fueron?”
Entrando de lleno en el poemario que nos ocupa, he de confesar que rara vez en mi labor de crítico literario me he enfrentado a un texto tan sugerente y, como veremos más adelante, tan necesario, en forma y en fondo.
De entrada el tema elegido resulta inusual, pues Antonio Medinilla canta un encuentro lírico-histórico con el pueblo selk`nam, originario de Tierra del Fuego y que ocupó el norte de la isla Grande durante más de diez mil años, hasta que fue víctima de una terrible tragedia tras la llegada, y la posterior ocupación y explotación, del hombre blanco y su economía capitalista colonial, que dio lugar a uno de los últimos genocidios del siglo XX. Como reza su autor: “Olum resucita lo que siempre debió vivir en paz. Olum nos recuerda que el pueblo selk’nam aún pervive entre las calles de nuestro mundo civilizado.”
Sería insuficiente calificar a la poesía de Antonio Medinilla como “social”, habría que sumar otros vocablos, como solidaria, activa, y, sobre todo, reivindicativa, pues el autor da voz a los que no la tuvieron para denunciar tan infausto hecho histórico a través de un diálogo fragmentario y documental, una declaración de principios morales que apela a un presente y un futuro inciertos, pues el poeta sabe que sólo a través de la memoria se puede conjurar el olvido, que siempre amenaza con repetir errores del pasado.
Tras una oportuna cita de León Felipe, comienza esta indagación poética sobre el ocaso de una milenaria civilización, con estas desconsoladas palabras: “¿Lola, dónde se fueron las mujeres que cantaban como canarios? Había muchas mujeres. ¿Dónde se fueron?”
Una de las pinturas realizadas por el artista Gabriel Viñals a partir de los poemas de 'OLUM'. Fuente: Ejemplar Único.
Amalgama de formas
El poemario se estructura en diecinueve apartados numerados por un cardinal acompañado, en los dos primeros, de un nombre propio (lola kiepja y ángela loij) y concluye con un pertinente “Cuaderno de notas”, donde Antonio Medinilla facilita datos significativos y descifra el significado de las palabras de la lengua selk´nam, cuyo uso y recurrencia aportan una veracidad realmente conmovedora.
Antonio Medinilla no duda en esgrimir toda una amalgama de formas para entregar su mensaje al lector cómplice, de conciencia alerta, de la manera más pura y directa, emplea para ello un lenguaje alejado de toda retórica, limpio de prejuicios, desnudo de alambicados juegos verbales, pero de una belleza serena y sencilla, veamos un ejemplo, donde define el paisaje y la incomprensión:
“Nuestro nombre es selk’nam. No somos Ona. Eso es cosa de yámana y hombre blanco. Nuestro mundo era un Norte marítimo y el Sur nevado, nuestro cielo era el viento del Oeste y el Este de la Palabra, donde reíamos y cantamos. Y así el mundo y el canto orientados. El pastor no sabe, Bridges no entiende. Las misiones serán crucifixiones. El pastor no sabe, no entiende qué pradera o bosque, qué pintura roja, qué nombres, qué mar nos sobrecoge.”
Aquí el lenguaje se vuelve coral y adopta la fisonomía del habla nativa para transcribir y describir el dolor por el inevitable final de todo un pueblo condenado por la avaricia y la codicia del hombre “civilizado”. Además, Antonio Medinilla sabe combinar con maestría la prosa, el diálogo y el verso, con composiciones de altura:
“ –Luna fue la primera hóowin que huyó al ciclo de la nieve y la estrella.
Sol la perseguiría hasta el final de los tiempos.
Entonces un hóowin del Norte llamado Muerte, vino.
Y el hóowin, inmortal, no pudo convivir con Muerte y marchó.
Los Xo’on se transformaron en astros, árboles, nieve, viento, lluvia.
Huyeron los inmortales como animales de cuatro cielos mortales.
De un terrón de tierra se amasó al primer hombre selk’nam.
LUEGO un niño rojo o roja nació, lleno de plumas.”
En definitiva, nos hallamos ante un texto audaz y sensible, un canto de fraternidad con las comunidades extintas, y una bellísima muestra de poesía inclusiva, además de un objeto artístico. Un extraordinario ejemplo de cómo la poesía aún puede salvar un mundo.
El poemario se estructura en diecinueve apartados numerados por un cardinal acompañado, en los dos primeros, de un nombre propio (lola kiepja y ángela loij) y concluye con un pertinente “Cuaderno de notas”, donde Antonio Medinilla facilita datos significativos y descifra el significado de las palabras de la lengua selk´nam, cuyo uso y recurrencia aportan una veracidad realmente conmovedora.
Antonio Medinilla no duda en esgrimir toda una amalgama de formas para entregar su mensaje al lector cómplice, de conciencia alerta, de la manera más pura y directa, emplea para ello un lenguaje alejado de toda retórica, limpio de prejuicios, desnudo de alambicados juegos verbales, pero de una belleza serena y sencilla, veamos un ejemplo, donde define el paisaje y la incomprensión:
“Nuestro nombre es selk’nam. No somos Ona. Eso es cosa de yámana y hombre blanco. Nuestro mundo era un Norte marítimo y el Sur nevado, nuestro cielo era el viento del Oeste y el Este de la Palabra, donde reíamos y cantamos. Y así el mundo y el canto orientados. El pastor no sabe, Bridges no entiende. Las misiones serán crucifixiones. El pastor no sabe, no entiende qué pradera o bosque, qué pintura roja, qué nombres, qué mar nos sobrecoge.”
Aquí el lenguaje se vuelve coral y adopta la fisonomía del habla nativa para transcribir y describir el dolor por el inevitable final de todo un pueblo condenado por la avaricia y la codicia del hombre “civilizado”. Además, Antonio Medinilla sabe combinar con maestría la prosa, el diálogo y el verso, con composiciones de altura:
“ –Luna fue la primera hóowin que huyó al ciclo de la nieve y la estrella.
Sol la perseguiría hasta el final de los tiempos.
Entonces un hóowin del Norte llamado Muerte, vino.
Y el hóowin, inmortal, no pudo convivir con Muerte y marchó.
Los Xo’on se transformaron en astros, árboles, nieve, viento, lluvia.
Huyeron los inmortales como animales de cuatro cielos mortales.
De un terrón de tierra se amasó al primer hombre selk’nam.
LUEGO un niño rojo o roja nació, lleno de plumas.”
En definitiva, nos hallamos ante un texto audaz y sensible, un canto de fraternidad con las comunidades extintas, y una bellísima muestra de poesía inclusiva, además de un objeto artístico. Un extraordinario ejemplo de cómo la poesía aún puede salvar un mundo.