Al narrador, poeta y guionista de cine Juan Gil Bengoa (Bilbao, 1958) hay que reconocerle el esfuerzo que hace en su último poemario (Rwenzori, Isla de Siltolá, 2015) , la valentía -osadía- de adentrarse en un terreno cuya voracidad temática y experiencial puede devorarte como es de los hospitales.
Desde el anterior libro (La noche cerca, Renacimiento, 2012) a este, hay un salto cualitativo, y eso es reseñable. En el título ya se nos invita a un viaje hacia lo salvaje, hacia lo desconocido y doloroso, en la piel de distintos personajes y voces que van cruzando por estas páginas.
La voz, cuando no se extiende más de lo preciso, cuando se vuelve concisa y certera como un bisturí, logra diseccionar ante nosotros la conciencia de los cuerpos ante el dolor y la desesperación.
En ese lento discurrir por la atmósfera de estas vidas se diversifica un poco al principio el posicionamiento de la voz, hasta que se define en una sola que observa, canta, cuenta, que se distancia o se aproxima, según cada caso, que mantiene y pone de relieve una relación compleja con las situaciones, los momentos, las personas, visibilizando un desnudo que llega a ser hiriente en la conciencia del lector, a veces demasiado acostumbrado a lo edulcorante y artificial de otras propuestas menos consistentes.
Desde el anterior libro (La noche cerca, Renacimiento, 2012) a este, hay un salto cualitativo, y eso es reseñable. En el título ya se nos invita a un viaje hacia lo salvaje, hacia lo desconocido y doloroso, en la piel de distintos personajes y voces que van cruzando por estas páginas.
La voz, cuando no se extiende más de lo preciso, cuando se vuelve concisa y certera como un bisturí, logra diseccionar ante nosotros la conciencia de los cuerpos ante el dolor y la desesperación.
En ese lento discurrir por la atmósfera de estas vidas se diversifica un poco al principio el posicionamiento de la voz, hasta que se define en una sola que observa, canta, cuenta, que se distancia o se aproxima, según cada caso, que mantiene y pone de relieve una relación compleja con las situaciones, los momentos, las personas, visibilizando un desnudo que llega a ser hiriente en la conciencia del lector, a veces demasiado acostumbrado a lo edulcorante y artificial de otras propuestas menos consistentes.
El ascua de la conciencia
Con este planteamiento, la opción que a nivel de lenguaje el autor porpone es la más adecuada, la que encaja de una manera más natural y directa, manteniendo ese cierto equilibrio entre lo lírico y lo coloquial, entre lo realista y la ensoñación, esta última como escape necesario ante un abrumador panorama, cotidiano, de la desesperanza del ser humano cuando se enfrenta a si mismo y a sus huecos.
Y aunque la sensación de pérdida constante -no solo de lo físico- nos invade desde el comienzo, llegando a mostrarse como una certeza, el dolor no solo puede implicar esa pérdida, también la conciencia del instante en su duración, en una prolongación que queda dentro de la mente del lector, como un ascua que puede arder más allá de su propio eco.
Con este planteamiento, la opción que a nivel de lenguaje el autor porpone es la más adecuada, la que encaja de una manera más natural y directa, manteniendo ese cierto equilibrio entre lo lírico y lo coloquial, entre lo realista y la ensoñación, esta última como escape necesario ante un abrumador panorama, cotidiano, de la desesperanza del ser humano cuando se enfrenta a si mismo y a sus huecos.
Y aunque la sensación de pérdida constante -no solo de lo físico- nos invade desde el comienzo, llegando a mostrarse como una certeza, el dolor no solo puede implicar esa pérdida, también la conciencia del instante en su duración, en una prolongación que queda dentro de la mente del lector, como un ascua que puede arder más allá de su propio eco.