Lo confieso. Me quedé dormido. Alegaré en mi defensa que tan sólo fue una cabezadita y que llevaba en pie desde las seis de la mañana. Y el caso es que el texto de Eusebio Calonge se las traía.
Era bueno a rabiar. Nada de concesiones a la galería, ni una sombra de sermón directo, ni un sólo menosprecio a la inteligencia del espectador. Teatro en su pura esencia.
El régimen del pienso es un texto heredero de la literatura kafkiana, donde el ser humano pierde su valor individual bajo la sombra de los poderes fácticos. Calonge prescinde aquí de buena parte de su preciado lirismo para enfrentarse cara a cara con los monstruos de nuestro degenerado sistema.
Igual que Karin Boye nos proponía en su espléndida y distópica novela Kallokaína, un mundo absolutamente jerarquizado y militarizado donde el estado dispone de la vida y la muerte de sus súbditos, Calonge recurre a la metáfora de la burocratización total de la vida humana, hasta el punto de equipararla con el fatalismo existencial del cerdo.
La importancia del hombre como súbdito, y no como ciudadano, apenas ocupa un lugar más allá de los archivos de las altas instancias. Somos y actuamos como ganado en la medida que hemos aceptado obsecuentemente que debemos ser dirigidos por la inercia del escalafón.
Y sin embargo, la fascinación que pude experimentar ante el texto de Calonge no fue óbice para la paulatina aparición de bostezos y largos parpadeos. La explicación ante tan contradictorio dilema es bien sencilla.
Era bueno a rabiar. Nada de concesiones a la galería, ni una sombra de sermón directo, ni un sólo menosprecio a la inteligencia del espectador. Teatro en su pura esencia.
El régimen del pienso es un texto heredero de la literatura kafkiana, donde el ser humano pierde su valor individual bajo la sombra de los poderes fácticos. Calonge prescinde aquí de buena parte de su preciado lirismo para enfrentarse cara a cara con los monstruos de nuestro degenerado sistema.
Igual que Karin Boye nos proponía en su espléndida y distópica novela Kallokaína, un mundo absolutamente jerarquizado y militarizado donde el estado dispone de la vida y la muerte de sus súbditos, Calonge recurre a la metáfora de la burocratización total de la vida humana, hasta el punto de equipararla con el fatalismo existencial del cerdo.
La importancia del hombre como súbdito, y no como ciudadano, apenas ocupa un lugar más allá de los archivos de las altas instancias. Somos y actuamos como ganado en la medida que hemos aceptado obsecuentemente que debemos ser dirigidos por la inercia del escalafón.
Y sin embargo, la fascinación que pude experimentar ante el texto de Calonge no fue óbice para la paulatina aparición de bostezos y largos parpadeos. La explicación ante tan contradictorio dilema es bien sencilla.
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Nadie es perfecto
Una extrema lentitud en el desarrollo de la pieza y un desigual oficio en el trabajo actoral, unido al pertinaz apego por el habla local, atrancaban una y otra vez la fluidez de una obra que debería haber brillado entre los claroscuros de una escenografía compleja y creativa.
Sólo puedo entender tan amplio desfase entre escritura y ejecución en la querencia obsesiva del director escénico por la carencia de ritmo.
Esa lentitud no debe leerse como una lacra a lo largo de la historia de esta compañía andaluza. Tal vez ha funcionado a las mil maravillas en la anterior producción, Nadie lo va a creer, donde se recurre a la simbología más grotesca para retratar de forma sutil y lacerante a lo más rancio de nuestra historia reciente.
No sucede igual en este caso, sobre todo porque las continuas aliteraciones del texto habrían sugerido un lenguaje más obsesivo, menos recalcitrante y una mayor variedad de registros expresivos.
El régimen del pienso cojea tal vez donde otros textos emocionaban. La mala leche de anteriores parodias quedaba bien encuadrada en lo sugerido, mientras aquí, en este caso particular, la enorme carga intelectual de la escritura habría merecido más agilidad y mejor dicción. Nunca es tarde para replantearse cuestiones como la evolución del estilo y la universalidad de las propuestas.
Una extrema lentitud en el desarrollo de la pieza y un desigual oficio en el trabajo actoral, unido al pertinaz apego por el habla local, atrancaban una y otra vez la fluidez de una obra que debería haber brillado entre los claroscuros de una escenografía compleja y creativa.
Sólo puedo entender tan amplio desfase entre escritura y ejecución en la querencia obsesiva del director escénico por la carencia de ritmo.
Esa lentitud no debe leerse como una lacra a lo largo de la historia de esta compañía andaluza. Tal vez ha funcionado a las mil maravillas en la anterior producción, Nadie lo va a creer, donde se recurre a la simbología más grotesca para retratar de forma sutil y lacerante a lo más rancio de nuestra historia reciente.
No sucede igual en este caso, sobre todo porque las continuas aliteraciones del texto habrían sugerido un lenguaje más obsesivo, menos recalcitrante y una mayor variedad de registros expresivos.
El régimen del pienso cojea tal vez donde otros textos emocionaban. La mala leche de anteriores parodias quedaba bien encuadrada en lo sugerido, mientras aquí, en este caso particular, la enorme carga intelectual de la escritura habría merecido más agilidad y mejor dicción. Nunca es tarde para replantearse cuestiones como la evolución del estilo y la universalidad de las propuestas.
Referencia:
Obra: El Régimen del pienso.
Compañía: La Zaranda. Teatro Estable de Andalucía la Baja.
Autor: Eusebio Calonge.
Lugar: Teatro Alhambra de Granada, 21 y 22 de febrero.
Próximas representaciones: 7 de marzo, Huesca (Auditorio del Palacio de Congresos); 15 de marzo, Puerto de Santa María (Teatro Muñoz Seca); 29 de marzo, Murcia (Teatro Circo); 4 de abril: Leioa (Kultur Leioa); 5 de abril, Elorrio (Sala de Cultura Arriola); 6 de abril, Durango (San Agustin Kultur Gunea); 7 de abril, Eibar (Jornadas de Teatro. Teatro Coliseo); 10 al 12 de abril, San José de Costa Rica (Festival de Las Artes); 24 de abril, Ponferrada (Teatro Bergidum); 25 de abril, La Coruña (Teatro Rosalía de Castro); 26 de abril, La Coruña (Teatro Rosalía de Castro); 3 de mayo, Narón (Padroado de Cultura).
Obra: El Régimen del pienso.
Compañía: La Zaranda. Teatro Estable de Andalucía la Baja.
Autor: Eusebio Calonge.
Lugar: Teatro Alhambra de Granada, 21 y 22 de febrero.
Próximas representaciones: 7 de marzo, Huesca (Auditorio del Palacio de Congresos); 15 de marzo, Puerto de Santa María (Teatro Muñoz Seca); 29 de marzo, Murcia (Teatro Circo); 4 de abril: Leioa (Kultur Leioa); 5 de abril, Elorrio (Sala de Cultura Arriola); 6 de abril, Durango (San Agustin Kultur Gunea); 7 de abril, Eibar (Jornadas de Teatro. Teatro Coliseo); 10 al 12 de abril, San José de Costa Rica (Festival de Las Artes); 24 de abril, Ponferrada (Teatro Bergidum); 25 de abril, La Coruña (Teatro Rosalía de Castro); 26 de abril, La Coruña (Teatro Rosalía de Castro); 3 de mayo, Narón (Padroado de Cultura).