Uno de los momentos más aterradores del Infierno dantesco se produce cuando, allá en el canto IX, ante las inexpugnables puertas de la ciudad de Dite, es decir, del Averno propiamente dicho, ese "lugar sin pájaros" donde resuena “el insomne mugido de la tierra” que antes se confundía con el silencio, el Poeta Dante y su Maestro Virgilio se detienen preocupados, pues se ven incapaces de abrir aquellas puertas, las Puertas de la Noche, y de seguir ahondando en su loca travesía hacia ese fulgor de fuego sin estrellas y luz congelada.
En la Divina Comedia es la primera vez que vemos a Virgilio titubear, aunque enseguida hace un esfuerzo de titán por sobreponerse, sobre todo para no inquietar más al ya aterrorizado Dante, al que le dice: “Conozco bien el camino, así que estate tranquilo. Este pantano que despide tan gran hedor rodea la ciudad dolorosa donde no podemos ahora entrar sin violencia”.
Siglos después, el poeta Juan Hermoso (Madrid, 1973) ha logrado reproducir ese mismo terror en su primer libro de poesía publicado, Las Furias (Colección Lengua de agua, Eolas Ediciones, 2019), a sabiendas de que a la città dolente de Dante se entra solo a sangre y fuego, atravesando “el enjambre de nuestros ojos extraviados, sonriendo con esfuerzo” (Las Furias).
En la Divina Comedia es la primera vez que vemos a Virgilio titubear, aunque enseguida hace un esfuerzo de titán por sobreponerse, sobre todo para no inquietar más al ya aterrorizado Dante, al que le dice: “Conozco bien el camino, así que estate tranquilo. Este pantano que despide tan gran hedor rodea la ciudad dolorosa donde no podemos ahora entrar sin violencia”.
Siglos después, el poeta Juan Hermoso (Madrid, 1973) ha logrado reproducir ese mismo terror en su primer libro de poesía publicado, Las Furias (Colección Lengua de agua, Eolas Ediciones, 2019), a sabiendas de que a la città dolente de Dante se entra solo a sangre y fuego, atravesando “el enjambre de nuestros ojos extraviados, sonriendo con esfuerzo” (Las Furias).
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Feroces Erinias
Parece que, en el fragmento antes mencionado de la Divina Comedia, Virgilio dijo algo más, pero Dante ya no se percata pues, según nos cuenta: “la vista se me había ido a la alta torre de la cima abrasadora, en la que en un momento aparecieron erguidas tres furias infernales teñidas de sangre, que tenían miembros y aspecto de mujeres, y ceñidas por hidras muy verdes; tenían viborillas y serpientes en lugar de cabellos que rodeaban sus feroces sienes”.
Son esas mismas furias que encogen a Dante las que dan nombre al libro de Juan Hermoso; esas “feroces Erinias”, Megera, Aleto, Tesifonte, que, quejumbrosas y dolientes, “se herían el pecho con las uñas, se daban bofetadas y gritaban tan alto”.
Al cabo, en la Divina Comedia, Dante y Virgilio logran atravesar las murallas e ingresar en el mundo sin luz de los tormentos, ese en que Odiseo, en su descenso, vio a Tántalo, a Sísifo, aunque no al Ticio de lujuria desenfrenada que inmortalizara Tiziano.
Del mismo modo, el libro de Juan Hermoso atraviesa sus propios tormentos hasta salir “del lugar sin pájaros”; sacar la cabeza en busca del mar anegado por la oscuridad; acaso rielando argénteo ante el ave-luna, para observar cómo la noche abreva su rebaño callado; para dejar dormir a las aves y para exclamar, sin alardes: “Cómo no amar este reposo/ sin misericordia”.
Las Furias alcanza así un tamaño tal que exige callarse y esperar a que nos llegue de una vez por todas “un ave detenida entre corrientes”. En esta espera nos acompañará además un extraordinario prólogo, escrito por la también poeta madrileña Julieta Valero.
Por todo, creo honestamente que Las Furias se ha encaramado por derecho propio entre los mejores poemarios españoles de lo que va de siglo. Confieso que hacía mucho tiempo que no leía algo parecido, que no me trastornaba tanto un manojo de versos incandescentes o que no “atravesaban mis ojos las palabras”.
Solo me queda dar la enhorabuena a los lectores. Y, de pasada, al autor del libro. E informar de que con este título arranca la colección de poesía Lengua de Agua, de Eolas Ediciones, cuya vocación declarada en la contraportada de Las Furias es aproximar al lector obras “susceptibles de conmover estética, intelectual y emocionalmente”. En el consejo editorial de dicha colección figuran los escritores Laura Giordani, Javier Gil Martín, Benito del Pliego, Víktor Gómez Ferrer, Yaiza Martínez, Jordi Doce y Olga Muñoz Carrasco.
Parece que, en el fragmento antes mencionado de la Divina Comedia, Virgilio dijo algo más, pero Dante ya no se percata pues, según nos cuenta: “la vista se me había ido a la alta torre de la cima abrasadora, en la que en un momento aparecieron erguidas tres furias infernales teñidas de sangre, que tenían miembros y aspecto de mujeres, y ceñidas por hidras muy verdes; tenían viborillas y serpientes en lugar de cabellos que rodeaban sus feroces sienes”.
Son esas mismas furias que encogen a Dante las que dan nombre al libro de Juan Hermoso; esas “feroces Erinias”, Megera, Aleto, Tesifonte, que, quejumbrosas y dolientes, “se herían el pecho con las uñas, se daban bofetadas y gritaban tan alto”.
Al cabo, en la Divina Comedia, Dante y Virgilio logran atravesar las murallas e ingresar en el mundo sin luz de los tormentos, ese en que Odiseo, en su descenso, vio a Tántalo, a Sísifo, aunque no al Ticio de lujuria desenfrenada que inmortalizara Tiziano.
Del mismo modo, el libro de Juan Hermoso atraviesa sus propios tormentos hasta salir “del lugar sin pájaros”; sacar la cabeza en busca del mar anegado por la oscuridad; acaso rielando argénteo ante el ave-luna, para observar cómo la noche abreva su rebaño callado; para dejar dormir a las aves y para exclamar, sin alardes: “Cómo no amar este reposo/ sin misericordia”.
Las Furias alcanza así un tamaño tal que exige callarse y esperar a que nos llegue de una vez por todas “un ave detenida entre corrientes”. En esta espera nos acompañará además un extraordinario prólogo, escrito por la también poeta madrileña Julieta Valero.
Por todo, creo honestamente que Las Furias se ha encaramado por derecho propio entre los mejores poemarios españoles de lo que va de siglo. Confieso que hacía mucho tiempo que no leía algo parecido, que no me trastornaba tanto un manojo de versos incandescentes o que no “atravesaban mis ojos las palabras”.
Solo me queda dar la enhorabuena a los lectores. Y, de pasada, al autor del libro. E informar de que con este título arranca la colección de poesía Lengua de Agua, de Eolas Ediciones, cuya vocación declarada en la contraportada de Las Furias es aproximar al lector obras “susceptibles de conmover estética, intelectual y emocionalmente”. En el consejo editorial de dicha colección figuran los escritores Laura Giordani, Javier Gil Martín, Benito del Pliego, Víktor Gómez Ferrer, Yaiza Martínez, Jordi Doce y Olga Muñoz Carrasco.