Mucha gente piensa que formamos parte de una civilización medianamente organizada que, si bien tiene agudos problemas que resolver, como las desigualdades sociales, el calentamiento global o las migraciones, lo positivo es que compartimos el ideal de que somos una especie privilegiada que camina unida hacia un progreso tecnológico, económico y social que nos permitirá en el futuro armonizar nuestras relaciones con los demás y con la naturaleza.
Además, la ciencia nos promete mejores condiciones de vida que harán que nuestra especie alcance la madurez y el esplendor que se ha ganado después de 600.000 años de evolución. Aldous Huxley, uno de los más importantes representantes del pensamiento moderno, llamó a esta utopía “Un mundo feliz” (1932).
En realidad, tal como explica Pedro Baños en su nuevo libro “El dominio mundial" (Ariel, Barcelona, 2018), esa imagen que tenemos de nosotros mismos es engañosa. Vivimos en un mundo dominado por unas élites que han alcanzado el poder de crear cultura de masas y que ocultan, detrás de ese ideal humanista que la mayoría de nosotros compartimos, el verdadero motor de nuestra historia, que no es otro que el afán de poder y de dominar al mundo por parte de una minoría.
Esta nueva obra completa la anterior: “Así se domina el mundo ” (Ariel, Barcelona, 2017), en la que Baños revelaba los hilos ocultos que dominan la realidad del mundo actual y ponía de manifiesto que hoy sigue vigente el histórico principio de que los poderosos intentan imponer su voluntad y dejar su impronta por donde pasan.
En su nueva obra, aparecida justo un año después, Pedro Baños pone en evidencia, con abundancia de datos, el verdadero rostro de nuestra sociedad global: nuestro mundo está controlado por las élites de tres países, el más importante Estados Unidos, cuya capacidad militar supera con creces a las de sus dos inmediatos rivales: Rusia y China.
Entre los tres están rediseñando el mundo surgido después de la segunda guerra mundial para repartirse el control global y relegar a Europa a un papel subsidiario que le obliga a renunciar a sus aspiraciones de potencia, ya sea política, como tecnológica o estratégica. Una despedida al ideal de la soberanía tecnológica de Europa que evocamos en 2005.
El poder de estas élites, artífices del proceso de globalización que nos han vendido como la panacea de nuestra civilización, se implementa sobre todo a través de la economía: poderosas multinacionales y fondos de inversión han adquirido la capacidad de controlar las decisiones políticas y se han infiltrado en las instituciones democráticas para pervertirlas y hacerlas partícipes de su ambición.
El caso Alstom: un ejemplo
Baños pone, entre otros, un ejemplo relevante de esta estrategia y que fue denunciada por Alain Juillet, el que fuera jefe de Inteligencia de la Dirección General de Seguridad Exterior de Francia, ante la Asamblea Nacional, en febrero de este año (pág. 78).
En su intervención, Juillet señaló que Francia había perdido su soberanía nacional ante Estados Unidos después de que General Electric (GE) comprara el departamento de energía de Alstom, la emblemática corporación francesa centrada en la generación de electricidad y la fabricación de trenes y barcos. El Gobierno de París se enteró de la transacción después de culminada.
Según explicó Juillet, detrás de esa operación de compra venta, perfectamente normal en el marco de la globalización, GE se queda con el control de la producción de turbinas que emplean los submarinos nucleares franceses, que son la base de su disuasión nuclear, y cuyo desarrollo depende ahora de una empresa norteamericana, al igual que la posible venta de submarinos a otros países. Francia no sólo pierde así soberanía para decidir sobre su capacidad nuclear, sino también de actuación geopolítica en el mundo.
Baños explica que la economía es la que históricamente ha marcado la historia de nuestra civilización, salpicada no sólo de alianzas internacionales, sino sobre todo de episodios bélicos que alcanzaron su clímax en el siglo XX con las dos guerras mundiales. Y viene a decir que los ideales de libertad por los que murieron millones de personas en esas dos guerras, ocultaban en realidad las ambiciones económicas de unos pocos.
Esas ambiciones han refinado sus estrategias después de 1945 y hoy se sustentan no sólo sobre la potencia militar o económica, o en las otras fuentes clásicas de poder como la diplomacia, la Inteligencia, el control de los recursos naturales, del territorio y la población, sino también en la ciencia y la tecnología, que les permiten alcanzar el dominio del mundo desde una perspectiva más sutil: la cultural.
Además, la ciencia nos promete mejores condiciones de vida que harán que nuestra especie alcance la madurez y el esplendor que se ha ganado después de 600.000 años de evolución. Aldous Huxley, uno de los más importantes representantes del pensamiento moderno, llamó a esta utopía “Un mundo feliz” (1932).
En realidad, tal como explica Pedro Baños en su nuevo libro “El dominio mundial" (Ariel, Barcelona, 2018), esa imagen que tenemos de nosotros mismos es engañosa. Vivimos en un mundo dominado por unas élites que han alcanzado el poder de crear cultura de masas y que ocultan, detrás de ese ideal humanista que la mayoría de nosotros compartimos, el verdadero motor de nuestra historia, que no es otro que el afán de poder y de dominar al mundo por parte de una minoría.
Esta nueva obra completa la anterior: “Así se domina el mundo ” (Ariel, Barcelona, 2017), en la que Baños revelaba los hilos ocultos que dominan la realidad del mundo actual y ponía de manifiesto que hoy sigue vigente el histórico principio de que los poderosos intentan imponer su voluntad y dejar su impronta por donde pasan.
En su nueva obra, aparecida justo un año después, Pedro Baños pone en evidencia, con abundancia de datos, el verdadero rostro de nuestra sociedad global: nuestro mundo está controlado por las élites de tres países, el más importante Estados Unidos, cuya capacidad militar supera con creces a las de sus dos inmediatos rivales: Rusia y China.
Entre los tres están rediseñando el mundo surgido después de la segunda guerra mundial para repartirse el control global y relegar a Europa a un papel subsidiario que le obliga a renunciar a sus aspiraciones de potencia, ya sea política, como tecnológica o estratégica. Una despedida al ideal de la soberanía tecnológica de Europa que evocamos en 2005.
El poder de estas élites, artífices del proceso de globalización que nos han vendido como la panacea de nuestra civilización, se implementa sobre todo a través de la economía: poderosas multinacionales y fondos de inversión han adquirido la capacidad de controlar las decisiones políticas y se han infiltrado en las instituciones democráticas para pervertirlas y hacerlas partícipes de su ambición.
El caso Alstom: un ejemplo
Baños pone, entre otros, un ejemplo relevante de esta estrategia y que fue denunciada por Alain Juillet, el que fuera jefe de Inteligencia de la Dirección General de Seguridad Exterior de Francia, ante la Asamblea Nacional, en febrero de este año (pág. 78).
En su intervención, Juillet señaló que Francia había perdido su soberanía nacional ante Estados Unidos después de que General Electric (GE) comprara el departamento de energía de Alstom, la emblemática corporación francesa centrada en la generación de electricidad y la fabricación de trenes y barcos. El Gobierno de París se enteró de la transacción después de culminada.
Según explicó Juillet, detrás de esa operación de compra venta, perfectamente normal en el marco de la globalización, GE se queda con el control de la producción de turbinas que emplean los submarinos nucleares franceses, que son la base de su disuasión nuclear, y cuyo desarrollo depende ahora de una empresa norteamericana, al igual que la posible venta de submarinos a otros países. Francia no sólo pierde así soberanía para decidir sobre su capacidad nuclear, sino también de actuación geopolítica en el mundo.
Baños explica que la economía es la que históricamente ha marcado la historia de nuestra civilización, salpicada no sólo de alianzas internacionales, sino sobre todo de episodios bélicos que alcanzaron su clímax en el siglo XX con las dos guerras mundiales. Y viene a decir que los ideales de libertad por los que murieron millones de personas en esas dos guerras, ocultaban en realidad las ambiciones económicas de unos pocos.
Esas ambiciones han refinado sus estrategias después de 1945 y hoy se sustentan no sólo sobre la potencia militar o económica, o en las otras fuentes clásicas de poder como la diplomacia, la Inteligencia, el control de los recursos naturales, del territorio y la población, sino también en la ciencia y la tecnología, que les permiten alcanzar el dominio del mundo desde una perspectiva más sutil: la cultural.
Geopolítica cultural
El nuevo escenario de dominación se basa en la tecnología y la comunicación estratégica. Ha reforzado las ansias de poder de las élites y conseguido que el mundo global baile al compás de lo que estas élites han definido como claves del futuro humano: la democracia, la economía de mercado, el liberalismo económico, la iniciativa privada y el capitalismo (pág. 53). Todo ello, que tiene en sí mismo unos valores incuestionables, entendido desde la óptica del poder, como a las élites le interesa: el ejemplo de Alstom es al respecto bastante elocuente.
Pedro Baños llama a este proceso Geopolítica Cultural y constata: existe un interés por influenciar a otros países a través de los medios de comunicación, las redes sociales, el arte y la cultura (pág. 202), que son los filones de la identidad humana. Las élites no sólo sustraen la riqueza social en su beneficio y establecen el orden de castas que decía Huxley, sino que también quieren configurar nuestra manera de pensar: estamos en el camino correcto, en el mejor de los escenarios posibles, para alcanzar la madurez de nuestra civilización. Ese es el mensaje subliminal de esta estrategia.
Un ejemplo de cómo esta estrategia cultural es asumida por las potencias dominantes es la penetración de China en Hollywood, cuyas adquisiciones de productoras cinematográficas le han llevado ya a facturar más en taquilla que la industria norteamericana, dentro de sus propias fronteras (pág. 205 y ss.). Otro ejemplo, la innovación, la ciencia y la tecnología, forman parte ya de la estrategia de las élites para consolidar sus ambiciones (pág. 212). Fruto de esta competencia tecnológica es la militarización del espacio, que puede terminar generando una guerra espacial abierta, apostilla Pedro Baños (pág. 219).
La geopolítica cultural ha generado asimismo las armas de comunicación masiva, también llamadas armas de distracción masiva, que es en lo que en gran medida se han convertido los grandes medios de comunicación (pág. 230). El “derecho” a la desinformación se ha consagrado a través del derecho consuetudinario, al margen de las leyes (pág. 245).
La culminación de esta geopolítica cultural se plasma en Internet y las redes sociales, donde impera el principio “a cada cual la información que va a entender de una forma más favorable a mis intereses”, y donde la sobreinformación y la desinformación se han convertido en una censura que condiciona nuestra opinión en una única dirección (pág. 255).
Debemos estar alertas ante esta manipulación global, sobre todo en el uso de nuestros móviles, convertidos en la ventana indiscreta de nuestra intimidad (pág. 276): las estratagemas psicológicas que emplean las élites, como la persuasión y la sugestión, se realizan principalmente hoy a través de ordenadores, móviles y tabletas (pág. 289).
Época turbulenta
Baños concluye que nos adentramos en una época de grandes retos en la que la demografía perfila un escenario de colapso a partir de 2030 (pág. 329), y en la que está emergiendo un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos, China y Rusia serán los principales protagonistas (pág. 343). Compara el momento actual de nuestra civilización con la crisis de la República Romana, que terminó alumbrando un mundo multipolar similar al que pretenden hoy Estados Unidos, Rusia y China (págs. 337 y 338).
La advertencia no viene sólo de Pedro Baños. La época turbulenta que se avecina nos señala que la utopía que nos proponen las élites tiene los pies de barro: es un escenario de poder que por su propia naturaleza es inviable y que colapsará en algún momento de su trayectoria, ha destacado un informe científico elaborado a petición de la ONU.
Un estudio financiado por la NASA señaló en 2014 que nuestra civilización está abocada a un colapso en las próximas décadas debido a la explotación insostenible de recursos y a la distribución cada vez más desigual de la riqueza. No sólo la demografía está en esta ecuación.
El cambio climático, con todas sus derivadas, es otro vector telúrico de la nueva crisis global que puede devolvernos al Cretácico, el período geológico que terminó hace 66,4 millones de años, modelando un escenario que el escritor británico Piter Forbes describe así en Aeon: La única forma en que puedo concebir que los humanos vivan en la era del Nuevo Cretácico es como un grupo de científicos y tecnólogos que trabajan en refugios artificiales protegidos, como habitantes de la ciudad invisible de Baucis, del novelista Ítalo Calvino, en la que la gente vive contemplando con fascinación su propia ausencia.
Son elementos a tener en cuenta también al observar el actual momento de nuestra civilización. Si fuéramos capaces de contemplar a nuestra especie desde fuera, como a una colonia biológica, veríamos que los comportamientos humanos reproducen patrones que emergen de los insectos y de otras especies animales: vivir a expensas de los demás es la norma, así como ocupar territorios y aniquilar a los rivales. Gracias a ese mecanismo evolutivo, las especies controlan a su población, mejoran sus capacidades y se prolongan en el tiempo.
La novedad que presenta nuestra especie en el momento actual es el refinamiento de su estrategia de poder y la elaboración de una geopolítica cultural que nos ha fabricado un mundo de fantasía del que en algún momento seguramente despertaremos: no somos insectos.
El nuevo escenario de dominación se basa en la tecnología y la comunicación estratégica. Ha reforzado las ansias de poder de las élites y conseguido que el mundo global baile al compás de lo que estas élites han definido como claves del futuro humano: la democracia, la economía de mercado, el liberalismo económico, la iniciativa privada y el capitalismo (pág. 53). Todo ello, que tiene en sí mismo unos valores incuestionables, entendido desde la óptica del poder, como a las élites le interesa: el ejemplo de Alstom es al respecto bastante elocuente.
Pedro Baños llama a este proceso Geopolítica Cultural y constata: existe un interés por influenciar a otros países a través de los medios de comunicación, las redes sociales, el arte y la cultura (pág. 202), que son los filones de la identidad humana. Las élites no sólo sustraen la riqueza social en su beneficio y establecen el orden de castas que decía Huxley, sino que también quieren configurar nuestra manera de pensar: estamos en el camino correcto, en el mejor de los escenarios posibles, para alcanzar la madurez de nuestra civilización. Ese es el mensaje subliminal de esta estrategia.
Un ejemplo de cómo esta estrategia cultural es asumida por las potencias dominantes es la penetración de China en Hollywood, cuyas adquisiciones de productoras cinematográficas le han llevado ya a facturar más en taquilla que la industria norteamericana, dentro de sus propias fronteras (pág. 205 y ss.). Otro ejemplo, la innovación, la ciencia y la tecnología, forman parte ya de la estrategia de las élites para consolidar sus ambiciones (pág. 212). Fruto de esta competencia tecnológica es la militarización del espacio, que puede terminar generando una guerra espacial abierta, apostilla Pedro Baños (pág. 219).
La geopolítica cultural ha generado asimismo las armas de comunicación masiva, también llamadas armas de distracción masiva, que es en lo que en gran medida se han convertido los grandes medios de comunicación (pág. 230). El “derecho” a la desinformación se ha consagrado a través del derecho consuetudinario, al margen de las leyes (pág. 245).
La culminación de esta geopolítica cultural se plasma en Internet y las redes sociales, donde impera el principio “a cada cual la información que va a entender de una forma más favorable a mis intereses”, y donde la sobreinformación y la desinformación se han convertido en una censura que condiciona nuestra opinión en una única dirección (pág. 255).
Debemos estar alertas ante esta manipulación global, sobre todo en el uso de nuestros móviles, convertidos en la ventana indiscreta de nuestra intimidad (pág. 276): las estratagemas psicológicas que emplean las élites, como la persuasión y la sugestión, se realizan principalmente hoy a través de ordenadores, móviles y tabletas (pág. 289).
Época turbulenta
Baños concluye que nos adentramos en una época de grandes retos en la que la demografía perfila un escenario de colapso a partir de 2030 (pág. 329), y en la que está emergiendo un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos, China y Rusia serán los principales protagonistas (pág. 343). Compara el momento actual de nuestra civilización con la crisis de la República Romana, que terminó alumbrando un mundo multipolar similar al que pretenden hoy Estados Unidos, Rusia y China (págs. 337 y 338).
La advertencia no viene sólo de Pedro Baños. La época turbulenta que se avecina nos señala que la utopía que nos proponen las élites tiene los pies de barro: es un escenario de poder que por su propia naturaleza es inviable y que colapsará en algún momento de su trayectoria, ha destacado un informe científico elaborado a petición de la ONU.
Un estudio financiado por la NASA señaló en 2014 que nuestra civilización está abocada a un colapso en las próximas décadas debido a la explotación insostenible de recursos y a la distribución cada vez más desigual de la riqueza. No sólo la demografía está en esta ecuación.
El cambio climático, con todas sus derivadas, es otro vector telúrico de la nueva crisis global que puede devolvernos al Cretácico, el período geológico que terminó hace 66,4 millones de años, modelando un escenario que el escritor británico Piter Forbes describe así en Aeon: La única forma en que puedo concebir que los humanos vivan en la era del Nuevo Cretácico es como un grupo de científicos y tecnólogos que trabajan en refugios artificiales protegidos, como habitantes de la ciudad invisible de Baucis, del novelista Ítalo Calvino, en la que la gente vive contemplando con fascinación su propia ausencia.
Son elementos a tener en cuenta también al observar el actual momento de nuestra civilización. Si fuéramos capaces de contemplar a nuestra especie desde fuera, como a una colonia biológica, veríamos que los comportamientos humanos reproducen patrones que emergen de los insectos y de otras especies animales: vivir a expensas de los demás es la norma, así como ocupar territorios y aniquilar a los rivales. Gracias a ese mecanismo evolutivo, las especies controlan a su población, mejoran sus capacidades y se prolongan en el tiempo.
La novedad que presenta nuestra especie en el momento actual es el refinamiento de su estrategia de poder y la elaboración de una geopolítica cultural que nos ha fabricado un mundo de fantasía del que en algún momento seguramente despertaremos: no somos insectos.
Matrix geopolítico
Pedro Baños añade otra perspectiva a esa hipótesis: en realidad vivimos en una simulación cultural, en un Matrix geopolítico (evocando la trilogía de los hermanos Wachowski), en el que la realidad que percibimos de nosotros mismos y hacia dónde vamos es una ilusión creada por las élites para consolidar su poder global. La teoría según la cual vivimos en una simulación informática, planteada por científicos de la Universidad de Washington, adquiere visos de realismo en el ámbito sociopolítico.
Pedro Baños concluye diciendo que no podemos perder nuestra esencia moral, de consciencia y valores, y que la voluntad humana no puede ser sustituida por ningún aparato, sea un robot, un holograma o una simulación informática (pág. 344).
Debemos ser fieles a nosotros mismos para superar este escenario de crisis en el que las élites nos han sumergido, señala (pág. 345). Muchas iniciativas innovadoras en lo cultural, social, político y económico están en marcha a lo largo y ancho del planeta, la mayoría liderada por mujeres, que son las que pueden aportar otra forma de organizar el mundo. El Club Nuevo Mundo, en el que nosotros estamos implicados, es una de estas iniciativas renovadoras del panorama humano de la que también forma parte Pedro Baños, miembro de nuestro Comité Científico.
La obra de Pedro Baños en su conjunto (los dos volúmenes) tiene el valor no sólo de ofrecer una panorámica global de la situación actual del mundo, sino que aporta suficiente documentación para que cualquiera pueda conocer en profundidad los entresijos de este espejismo que vivimos como especie: la creencia inducida de que nuestra civilización está en el mejor modelo posible.
Esta obra, realizada por uno de los mayores especialistas en Geopolítica, Estrategia, Defensa, Seguridad, Terrorismo, Inteligencia y Relaciones Internacionales, no tiene nada que envidiar a los informes RAMSES (Rapport annuel mondial sur le système économique et les stratégies) que el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) publica anualmente de la mano del también estratega Thierry de Montbrial desde 1981, informes tan lúcidos y transparentes como los libros de Pedro Baños. Las élites dibujan cultura, otros la desdibujan.
Pedro Baños añade otra perspectiva a esa hipótesis: en realidad vivimos en una simulación cultural, en un Matrix geopolítico (evocando la trilogía de los hermanos Wachowski), en el que la realidad que percibimos de nosotros mismos y hacia dónde vamos es una ilusión creada por las élites para consolidar su poder global. La teoría según la cual vivimos en una simulación informática, planteada por científicos de la Universidad de Washington, adquiere visos de realismo en el ámbito sociopolítico.
Pedro Baños concluye diciendo que no podemos perder nuestra esencia moral, de consciencia y valores, y que la voluntad humana no puede ser sustituida por ningún aparato, sea un robot, un holograma o una simulación informática (pág. 344).
Debemos ser fieles a nosotros mismos para superar este escenario de crisis en el que las élites nos han sumergido, señala (pág. 345). Muchas iniciativas innovadoras en lo cultural, social, político y económico están en marcha a lo largo y ancho del planeta, la mayoría liderada por mujeres, que son las que pueden aportar otra forma de organizar el mundo. El Club Nuevo Mundo, en el que nosotros estamos implicados, es una de estas iniciativas renovadoras del panorama humano de la que también forma parte Pedro Baños, miembro de nuestro Comité Científico.
La obra de Pedro Baños en su conjunto (los dos volúmenes) tiene el valor no sólo de ofrecer una panorámica global de la situación actual del mundo, sino que aporta suficiente documentación para que cualquiera pueda conocer en profundidad los entresijos de este espejismo que vivimos como especie: la creencia inducida de que nuestra civilización está en el mejor modelo posible.
Esta obra, realizada por uno de los mayores especialistas en Geopolítica, Estrategia, Defensa, Seguridad, Terrorismo, Inteligencia y Relaciones Internacionales, no tiene nada que envidiar a los informes RAMSES (Rapport annuel mondial sur le système économique et les stratégies) que el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) publica anualmente de la mano del también estratega Thierry de Montbrial desde 1981, informes tan lúcidos y transparentes como los libros de Pedro Baños. Las élites dibujan cultura, otros la desdibujan.