Hace ya más de un mes que el reputado David Wallace-Wells señaló en The New York Times que nos hemos adentrado en lo que llamó el pánico climático: el momento en el que la sensación de que perdemos la batalla para evitar la catástrofe global se instala en la cultura humana.
El colapso de la civilización como consecuencia del cambio climático ya está en el horizonte: lo más probable es que las emisiones contaminantes coloquen al planeta 1,5ºC por encima de la temperatura previa a la revolución industrial. La escalada seguirá hasta los 2ºC dentro de dos décadas y tal vez hasta los 4ºC en 2100. En cualquiera de estos escenarios la devastación para la vida en la Tierra sería inevitable, como relata Wallace-Wells en su nuevo libro.
Aunque no puede descartarse una reacción social importante, según el IPCC de Naciones Unidas deberíamos reducir en un 45 por ciento las emisiones de CO2, respecto a los niveles de 2010, en los próximos 10 años, una exigencia inconcebible con el creciente aumento de emisiones que estamos experimentando. El acuerdo de París, que pretendía contener el calentamiento global por debajo de los 2ºC, está superado por los acontecimientos: en febrero de este año, la anomalía de temperatura ha sido de +1,19ºC en relación al período 1880-1899, según informa NASA- GISS (Goddard Institute for Space Studies).
El pánico, respuesta lógica
El pánico es la única respuesta lógica ante esta situación, plantea Wallace-Wells. Y la reacción social crece en la misma medida en que el planeta se recalienta: diferentes movimientos sociales recorren el mundo pidiendo a los políticos actuaciones responsables para evitar el colapso.
En un Reino Unido paralizado por el Brexit, el movimiento Extinction Rebellion, surgido de un llamamiento de cien científicos, ocupó el año pasado cinco puentes de Londres para pedir a los políticos que dijeran la verdad sobre el cambio climático.
Las reacciones sociales no han dejado de crecer, desde el movimiento End Climate Silence de Estados Unidos, o The Climate Mobilization, surgido en California en 2014, que pretende una movilización mundial para proteger a la humanidad y al mundo natural de la catástrofe climática, hasta los FFF (Fridays for the future) que protagonizan jóvenes de numerosos países para preservar el planeta. La huelga estudiantil global del 15 de marzo ha sido hasta ahora la mayor manifestación de este movimiento.
Financial Times ha profundizado un poco en este movimiento juvenil a través de su inspiradora, la adolescente sueca Greta Thunberg: intervino el pasado enero en el Foro de Davos y explicó a los dirigentes empresariales que lo que quería era que entraran en pánico.
Su experiencia personal es elocuente: aquejada de una depresión a los 10 años porque el mundo estaba muy mal, perdió diez kilos de peso y eso afectó a su crecimiento. Entonces decidió comprometerse con la acción climática y esa decisión le cambió la vida.
Puede que un proceso similar se esté planteando ahora a nivel social: tal vez el pánico sea la reacción que necesitamos para sobrevivir como especie y superar la incertidumbre climática que nos agobia a todos.
El mensaje de Greta representa lo que plantea esta generación ante el cambio climático: estamos como estamos porque un reducido grupo de personas está conduciendo el planeta hacia el desastre. No merece la pena estudiar porque no tenemos futuro. Y nos señalan como responsables por no hacer nada efectivo para evitarlo. El 24 de mayo es la nueva cita para la movilización estudiantil, anuncia Youth For Climate.
El colapso de la civilización como consecuencia del cambio climático ya está en el horizonte: lo más probable es que las emisiones contaminantes coloquen al planeta 1,5ºC por encima de la temperatura previa a la revolución industrial. La escalada seguirá hasta los 2ºC dentro de dos décadas y tal vez hasta los 4ºC en 2100. En cualquiera de estos escenarios la devastación para la vida en la Tierra sería inevitable, como relata Wallace-Wells en su nuevo libro.
Aunque no puede descartarse una reacción social importante, según el IPCC de Naciones Unidas deberíamos reducir en un 45 por ciento las emisiones de CO2, respecto a los niveles de 2010, en los próximos 10 años, una exigencia inconcebible con el creciente aumento de emisiones que estamos experimentando. El acuerdo de París, que pretendía contener el calentamiento global por debajo de los 2ºC, está superado por los acontecimientos: en febrero de este año, la anomalía de temperatura ha sido de +1,19ºC en relación al período 1880-1899, según informa NASA- GISS (Goddard Institute for Space Studies).
El pánico, respuesta lógica
El pánico es la única respuesta lógica ante esta situación, plantea Wallace-Wells. Y la reacción social crece en la misma medida en que el planeta se recalienta: diferentes movimientos sociales recorren el mundo pidiendo a los políticos actuaciones responsables para evitar el colapso.
En un Reino Unido paralizado por el Brexit, el movimiento Extinction Rebellion, surgido de un llamamiento de cien científicos, ocupó el año pasado cinco puentes de Londres para pedir a los políticos que dijeran la verdad sobre el cambio climático.
Las reacciones sociales no han dejado de crecer, desde el movimiento End Climate Silence de Estados Unidos, o The Climate Mobilization, surgido en California en 2014, que pretende una movilización mundial para proteger a la humanidad y al mundo natural de la catástrofe climática, hasta los FFF (Fridays for the future) que protagonizan jóvenes de numerosos países para preservar el planeta. La huelga estudiantil global del 15 de marzo ha sido hasta ahora la mayor manifestación de este movimiento.
Financial Times ha profundizado un poco en este movimiento juvenil a través de su inspiradora, la adolescente sueca Greta Thunberg: intervino el pasado enero en el Foro de Davos y explicó a los dirigentes empresariales que lo que quería era que entraran en pánico.
Su experiencia personal es elocuente: aquejada de una depresión a los 10 años porque el mundo estaba muy mal, perdió diez kilos de peso y eso afectó a su crecimiento. Entonces decidió comprometerse con la acción climática y esa decisión le cambió la vida.
Puede que un proceso similar se esté planteando ahora a nivel social: tal vez el pánico sea la reacción que necesitamos para sobrevivir como especie y superar la incertidumbre climática que nos agobia a todos.
El mensaje de Greta representa lo que plantea esta generación ante el cambio climático: estamos como estamos porque un reducido grupo de personas está conduciendo el planeta hacia el desastre. No merece la pena estudiar porque no tenemos futuro. Y nos señalan como responsables por no hacer nada efectivo para evitarlo. El 24 de mayo es la nueva cita para la movilización estudiantil, anuncia Youth For Climate.
Movilización general
Sin embargo, el clima no es el único factor movilizador: los mayores, las mujeres, los científicos, los chalecos amarillos, salen a las calles para poner de manifiesto la complejidad del momento humano.
La crisis climática es solo uno de los factores: la cuestión generacional, la igualdad de género, la ignorancia, la polarización social, completan los desafíos que plantea la ecuación energética (no sabemos cómo calentar o enfriar la casa sin quemarla), origen de la crisis climática.
El catedrático Eduardo Costas señaló en la mesa redonda que organizamos el mes pasado con el Comité Científico del Club Nuevo Mundo, que el principal problema que tenemos para afrontar la crisis global es la ignorancia: está detrás no solo del cambio climático, sino también de ciertas enfermedades emergentes, como la resistencia a los antibióticos. Una amenaza sanitaria también está en el horizonte.
Todo indica que estamos al final de una etapa de la historia humana, que debemos asumir enormes cambios para sobrevivir como especie, y que los cambios deberemos protagonizarlos sin el apoyo de los políticos, los empresarios y las instituciones tradicionales, ya sean religiosas o sociales, que nacieron de una época ya periclitada y no saben cómo gestionar la complejidad del presente, una realidad que nos trasciende a todos.
Nuevos desafíos
Los enfoques han de ser disruptivos. Uno de ellos puede ser la propuesta de crear un partido político mundial, expresión organizativa global del poder de los ciudadanos globales, que promueve el profesor de la universidad de Helsinki, Heikki Patomäki.
Puede que crear un nuevo partido a estas alturas de la crisis de la civilización resulte anticuado, pero Patomäki lo justifica en la web de otro de los movimientos sociales más activos, La Gran Transición, con estas palabras: “a medida que la humanidad está entusiasmada por los descubrimientos científicos de nuevos planetas con la posibilidad de vida extraterrestre, nos damos cuenta cada vez más del peligro que representa nuestra civilización tecnológica para el futuro de la vida en la Tierra. La curiosidad humana sobre nuestro lugar en el cosmos y la conciencia de las grandes opciones ético-políticas que tenemos ante nosotros, exigen una nueva fase de aprendizaje colectivo y promoción de prácticas e instituciones que se ajusten a nuestro desafío común”.
La cuestión es idear fórmulas e iniciativas para afrontar los retos, que es lo que estamos haciendo nosotros desde el Club Nuevo Mundo. Este espacio de diálogo entre ciencia y sociedad para buscar soluciones innovadoras a los problemas globales, como se define a sí mismo el Club, está implicado, entre otras iniciativas, en el diseño de nuevos modelos políticos en el marco del proyecto europeo The Future of Government 2030+, tal como informamos en otro artículo.
¿No sientes tú también que tienes que hacer algo? Las opciones de un compromiso de nuevo cuño abundan en esta transición hacia lo desconocido. ¡Es apasionante!
Sin embargo, el clima no es el único factor movilizador: los mayores, las mujeres, los científicos, los chalecos amarillos, salen a las calles para poner de manifiesto la complejidad del momento humano.
La crisis climática es solo uno de los factores: la cuestión generacional, la igualdad de género, la ignorancia, la polarización social, completan los desafíos que plantea la ecuación energética (no sabemos cómo calentar o enfriar la casa sin quemarla), origen de la crisis climática.
El catedrático Eduardo Costas señaló en la mesa redonda que organizamos el mes pasado con el Comité Científico del Club Nuevo Mundo, que el principal problema que tenemos para afrontar la crisis global es la ignorancia: está detrás no solo del cambio climático, sino también de ciertas enfermedades emergentes, como la resistencia a los antibióticos. Una amenaza sanitaria también está en el horizonte.
Todo indica que estamos al final de una etapa de la historia humana, que debemos asumir enormes cambios para sobrevivir como especie, y que los cambios deberemos protagonizarlos sin el apoyo de los políticos, los empresarios y las instituciones tradicionales, ya sean religiosas o sociales, que nacieron de una época ya periclitada y no saben cómo gestionar la complejidad del presente, una realidad que nos trasciende a todos.
Nuevos desafíos
Los enfoques han de ser disruptivos. Uno de ellos puede ser la propuesta de crear un partido político mundial, expresión organizativa global del poder de los ciudadanos globales, que promueve el profesor de la universidad de Helsinki, Heikki Patomäki.
Puede que crear un nuevo partido a estas alturas de la crisis de la civilización resulte anticuado, pero Patomäki lo justifica en la web de otro de los movimientos sociales más activos, La Gran Transición, con estas palabras: “a medida que la humanidad está entusiasmada por los descubrimientos científicos de nuevos planetas con la posibilidad de vida extraterrestre, nos damos cuenta cada vez más del peligro que representa nuestra civilización tecnológica para el futuro de la vida en la Tierra. La curiosidad humana sobre nuestro lugar en el cosmos y la conciencia de las grandes opciones ético-políticas que tenemos ante nosotros, exigen una nueva fase de aprendizaje colectivo y promoción de prácticas e instituciones que se ajusten a nuestro desafío común”.
La cuestión es idear fórmulas e iniciativas para afrontar los retos, que es lo que estamos haciendo nosotros desde el Club Nuevo Mundo. Este espacio de diálogo entre ciencia y sociedad para buscar soluciones innovadoras a los problemas globales, como se define a sí mismo el Club, está implicado, entre otras iniciativas, en el diseño de nuevos modelos políticos en el marco del proyecto europeo The Future of Government 2030+, tal como informamos en otro artículo.
¿No sientes tú también que tienes que hacer algo? Las opciones de un compromiso de nuevo cuño abundan en esta transición hacia lo desconocido. ¡Es apasionante!
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