Un grupo de científicos de la Universidad de California en Berkeley ha desarrollado un modelo computacional que predice los patrones cerebrales originados por la contemplación de diferentes imágenes con un grado de aciertos de entre el 92% y el 72%.
Hace tiempo que los científicos conocen que existe una relación entre el estrés de larga duración y la debilitación del sistema inmunológico y, como consecuencia, la propensión a sufrir algunas enfermedades. Sin embargo, poco se sabía hasta ahora de cómo funcionaba ese vínculo entre el estado anímico y el estado físico. Al parecer, todo depende de la cortisona, la hormona que generamos en situaciones de estrés y que, si su presencia se prolonga durante mucho tiempo en la sangre, desencadena un proceso en el organismo que propicia el envejecimiento celular.
La inteligencia no depende únicamente del tamaño del cerebro o del total de neuronas que contenga, sino también de la diversidad molecular en la composición de las sinapsis, según una investigación desarrollada por científicos británicos. El estudio de 600 proteínas presentes en las sinapsis de los vertebrados permitió descubrir que las sinapsis de los invertebrados sólo contaban con la mitad de ellas. Según los investigadores, esto significaría que existe una gran diferencia en el número de proteínas de las conexiones neuronales de las distintas especies, y que dicha diferencia sería lo que establecería el grado de capacidad de aprendizaje y de memoria.
Un equipo internacional de científicos ha identificado en el córtex cerebral una región densamente cableada de neuronas, estimándose que esta concentración de redes neuronales está relacionada con las funciones cerebrales más especializadas, como la memoria, la atención, la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la conciencia. El descubrimiento fue posible gracias al primer mapa en alta resolución de las conexiones neuronales de la corteza cerebral conseguido por el mismo equipo.
No todo el mundo vive el duelo por la muerte de un ser querido de la misma forma. Mientras algunas personas lo superan con el paso del tiempo, para otras resulta imposible y se convierte en una sombra que los acompaña sin salida. Este último caso es el del llamado “duelo complicado”, un síndrome que, por primera vez, ha sido empíricamente demostrado gracias al registro de imágenes de la actividad cerebral de personas que lo padecen. Los resultados han demostrado que el “éxito” de este tipo de duelo para prolongarse en el tiempo se debe a que activa en el cerebro el circuito de recompensa de éste, convirtiéndose, por tanto, en una verdadera adicción. El descubrimiento podría ayudar a los psicólogos en su atención a los dolientes aquejados de duelo complicado.
El cerebro se adelanta un instante a lo que percibimos para reaccionar en consecuencia, señalan los resultados de una reciente investigación del Caltech. Es decir, que nuestras reacciones motoras ante lo que nos rodea se producen antes de que nuestros sentidos nos sitúen en nuestro entorno. Este “adelanto” neuronal en el tiempo, nos permite reaccionar con mayor rapidez y control. Los científicos han conseguido localizar el área del cerebro en que se produce: la corteza parietal posterior. La señal neuronal que lo permite podría, en un futuro, aprovecharse para mover correctamente extremidades artificiales sin que el que las lleva se dé cuenta, de la misma manera que movemos un brazo original, sin tener que pensarlo primero.
Las bacterias aprenden a interpretar las señales de su entorno para prevenir acontecimientos venideros, según ha revelado una investigación llevada a cabo en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos. El descubrimiento desafía la idea actual de que sólo los organismos con un sistema nervioso complejo pueden adaptarse a modificaciones ambientales antes de que se produzcan, es decir, pueden ser previsores. Y es que, a pesar de carecer de cerebro, la bacteria más común, la E. coli, presente en los intestinos de todos los vertebrados de sangre caliente, incluidos los humanos, ha demostrado que su vida no depende sólo de la homeostasis: estas bacterias sobreviven gracias a que “adivinan” lo que va a pasar y actúan en consecuencia. El descubrimiento ayudará a abrir nuevas vías de investigación para, entre otras cuestiones, evitar el desarrollo bacteriano de resistencia a los antibióticos.
Científicos israelíes han detectado cuasipartículas con un cuarto de la carga del electrón, según publica la revista Nature. Estas cuasipartículas podrían tener las propiedades necesarias para el desarrollo de ordenadores cuánticos topológicos. Los científicos trabajan ahora en el desarrollo de estructuras experimentales que les permitan probar esta posibilidad que, de confirmarse, revolucionaría la computación cuántica.
Científicos del Reino Unido han desarrollado un modelo matemático según el cual el sistema solar atraviesa actualmente la zona más densa de la Vía Láctea, una trayectoria que se produce cada 35-40 millones de años y que provoca un aumento en la cantidad de asteroides que se adentran en nuestro sistema solar y de los riesgos de colisión con la Tierra de uno de estos cuerpos rocosos. Se considera que al menos dos extinciones masivas de la vida en nuestro planeta se han producido en estas trayectorias, por lo que el modelo matemático respalda con nuevas evidencias esta teoría. Los astrónomos advierten que deberían destinarse más medios y esfuerzos a la búsqueda de los denominados “Objetos próximos a la Tierra”.
Neurocientíficos del MIT han conseguido definir, utilizando la tecnología de captación de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), el área del cerebro que se activa cuando emitimos un juicio de valor moral sobre el comportamiento de otras personas. El descubrimiento implicaría que no sólo los procesos cognitivos más sencillos se reflejan en la actividad cerebral, sino que también los procesos cognitivos complejos de mayor nivel están vinculados a áreas concretas de la corteza del cerebro. En este caso, los juicios morales ponen en marcha la unión temporoparietal que es el lugar en el que se encuentran el lóbulo temporal y el lóbulo parietal del cerebro. Se sabe que esta región juega un papel fundamental en los procesos de distinción entre el yo y los demás.