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Superar al fracaso climático colectivo, principal desafío de la COP25

Pequeños pasos ciudadanos marcan tal vez el camino a seguir


La COP25 se desarrolla en medio del fracaso colectivo que ha representado el Acuerdo de París (2015): no ha impedido el recalentamiento global ni la mayor concentración de CO2 en la atmósfera en 3 millones de años. Pequeños pasos marcan tal vez el camino a seguir.


02/12/2019

Del 2 al 13 de diciembre  se desarrolla en Madrid la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también conocida como la 25ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25).

Esta conferencia es la última antes de la aplicación de los Acuerdos de París, adoptados en diciembre de 2015,  en el marco de la COP21: en esa conferencia, 195 países firmaron el primer acuerdo vinculante mundial sobre el clima.

El Acuerdo de París, que entrará en vigor en 2020, estableció un plan de acción mundial que pone el límite del calentamiento global por debajo de 2ºC (en relación con la temperatura media global anterior a la revolución industrial) e incluso acordó limitar ese aumento a 1,5°C, con la finalidad de reducir el impacto del cambio climático.

La COP25 iba a celebrarse en Chile en las mismas fechas, pero debido a la situación de inestabilidad política planteada en el país durante el mes de octubre, la sede se trasladó a Madrid.

Es la primera vez desde que se creó la COP, hace un cuarto de siglo, que una edición de esta conferencia tiene que cambiarse de sede. En realidad, la COP25 debía haberse celebrado en Brasil, pero el actual presidente Bolsonaro renunció a acoger la conferencia climática y Chile recogió el guante. Los tropiezos políticos han marcado esta cita con el desafío ambiental.

Importante momento climático

La conferencia coincide en el tiempo, además, con los crecientes movimientos sociales a favor de tomar medidas urgentes para contener el calentamiento global, así como con los reiterados llamamientos de los científicos, el último hace dos semanas, para alertar de los graves peligros que acechan al planeta y a  nuestra especie debido al cambio climático.

Asimismo, coincide con importantes eventos de la agenda climática: la entrada en vigor de los Acuerdos de París, y el 25º aniversarios de la puesta en marcha de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC)

La CMNUCC fue creada en 1994, después de la cumbre de Rio, con la finalidad de  reforzar la conciencia pública, a escala mundial, del cambio climático y sus desafíos.

El año que viene se perfila además como un momento crítico para la reacción ante el calentamiento global,  ya que se comprobará si las instituciones políticas responsables de los rumbos de la civilización completan los primeros 100.000 millones de dólares para el Fondo Verde para el clima.

Este fondo fue creado por la CMNUCC como mecanismo para financiar la lucha contra el cambio climático por parte de los países en desarrollo, principalmente mediante el apoyo de los fondos privados de inversión, lo que ha cuestionado la viabilidad de la iniciativa. La COP25 despejará tal vez esta incógnita.

37 años ya

La COP25 culmina un proceso de diferentes esfuerzos para combatir el calentamiento global, comenzados en 1992 con la cumbre de Río, una de las cumbres de la Tierra organizadas por la ONU, que consagró hace 37 años el criterio del desarrollo sostenible.

A la cumbre de Río siguió en 1995 el Protocolo de Kioto, firmado en 1997, que obligaba a los países desarrollados a cumplir objetivos para la reducción de emisiones de efecto invernadero.

El primer período de compromiso del Protocolo de Kioto comenzó en 2008 y finalizó en 2012. El segundo período de compromiso empezó el 1 de enero de 2013 y terminará en 2020, sin efectos significativos.

El Acuerdo de París, y más tarde la firma, el Día de la Tierra de 2016, de todas sus cláusulas por 175 líderes mundiales en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York, situó los compromisos políticos por el cambio climático en el mayor nivel diplomático jamás alcanzado.

La  COP23  que se celebró hace dos años en, Alemania,  sentó las bases para la aplicación del Acuerdo de París de 2015, pero constató al mismo tiempo las dificultades para su cumplimiento.

Esta sensación se confirmó este año a todos los efectos, tanto por parte de la Organización Meteorológica Mundial, como del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).

La OMM denunció en septiembre que el calentamiento global se había disparado en todos los frentes, mientras que el IPCC advirtió hace dos semanas que el Acuerdo de París ha sido un fracaso colectivo.

Última oportunidad

En este contexto, la COP25 puede resultar decisiva para la corrección del rumbo que nos conduce a la catástrofe climática, pero en cualquier caso sus efectos difícilmente serán suficientes para corregir el calentamiento global.

Será la ocasión de comprobar si, finalmente, la comunidad internacional pasa a la acción y adopta medidas drásticas para reducir las emisiones de efecto invernadero, y presenta planes de acción que puedan desencadenarse a partir de 2020, tal como exige el IPCC.

De todas formas, el hecho de que las concentraciones de CO2 en la atmósfera superen ya los niveles que tuvo nuestro planeta hace tres millones de años, mucho antes de que comenzara la gran aventura humana, a pesar de los Acuerdos de París, no permite albergar muchas esperanzas de una reacción política consecuente con los desafíos climáticos.

Empresas irresponsables

La irresponsabilidad ante el cambio climático no es solo política. The Guardian ha revelado que veinte multinacionales, que han estado explotando las reservas mundiales de carbón, petróleo y gas durante décadas, son las responsables de más de una tercera parte de las emisiones de efecto invernadero que han originado la presente crisis climática.

Con un agravante: han seguido contaminando a pesar de ser conscientes del impacto devastador de la industria en el planeta, añade el periódico británico.

Chevron, Exxon, BP y Shell, y compañías estatales como Saudi Aramco y Gazprom figuran entre esa veintena de empresas ecocidas.

En España, según el Observatorio de la Sostenibilidad, ENDESA es la empresa más contaminante: expulsa a la atmósfera el 23% de las emisiones industriales y el 9% de las totales.

El informe señala también que las empresas que más han contribuido al calentamiento global en España en 2018, además de ENDESA, han sido REPSOL, Naturgy, EDP, ArcelorMittal, CEPSA, Viesgo, Iberdrola, CEMEX, Lafarge-Holcim y Cementos Portland.

Ninguna de estas empresas está llamada a declarar en la COP25. Y la reciente declaración de emergencia climática por parte del Parlamento Europeo, de poco va a servir si las instituciones políticas no atajan la crisis medioambiental con todos los recursos legales a su disposición.

Ejemplos simbólicos

Lo único que queda por hacer, ante la pasividad política y empresarial, es intensificar las acciones para mitigar los efectos del cambio climático. Además de las movilizaciones sociales y científicas, hay episodios elocuentes a imitar.

La Universidad de Ginebra, por ejemplo, ha decidido reducir a la mitad, antes de 2030, las emisiones de CO2 derivadas de los desplazamientos en avión de sus investigadores y profesores.

Otro ejemplo a imitar: los científicos de la Universidad de Manchester están creando un plan para ayudar a los grupos musicales y estrellas del pop a tocar en directo y recorrer el mundo sin contribuir al cambio climático.

El Club Nuevo Mundo, creado por Tendencias21, ha elaborado también un informe que recoge 34 medidas prácticas que se pueden aplicar en municipios y comarcas de España y el mundo para reducir la huella ecológica y sensibilizar a la sociedad del calentamiento global.

Pequeños pasos como estos marcan, tal vez el, camino a seguir.



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