La inevitable huella del progreso y la imparable mercantilización del arte van dejando a su paso un largo reguero de cadáveres y damnificados.
No importa que el punto de partida sea una gran creación, como sucede en este caso con el texto Salomé, de Oscar Wilde ; la necesidad de atraer al espectador inoculando nuevas tecnologías a la escena, termina relegando al verdadero teatro.
La naturaleza expresiva de la palabra, la capacidad de hacer imaginar al otro, la austeridad de las cámaras negras, la música del claro hablar y la pura emoción del drama, zozobran cuando uno se empeña en ser moderno por encima de todo.
Pero el público, nuestro imprescindible público, aplaude la osadía de los fuegos artificiales, dejándose hipnotizar por las descargas de color virtual y las explosiones sonoras. La máquina ha vencido al sentimiento: el progreso ha derrotado al hombre. El éxito está servido.
Pero, ¿acaso triunfar es lo mismo que ganar? Qué poca importancia tiene hoy el mito de esta Salomé seductora, que usa y abusa de sus artes de seducción para salirse con la suya a cualquier precio. Apenas un par de destellos poéticos cercanos al tercer teatro de Eugenio Barba, y poca cosa más. Algo de ópera, su poquito de danza, unos guiños cabareteros y... muchas luces, por supuesto.
No importa que el punto de partida sea una gran creación, como sucede en este caso con el texto Salomé, de Oscar Wilde ; la necesidad de atraer al espectador inoculando nuevas tecnologías a la escena, termina relegando al verdadero teatro.
La naturaleza expresiva de la palabra, la capacidad de hacer imaginar al otro, la austeridad de las cámaras negras, la música del claro hablar y la pura emoción del drama, zozobran cuando uno se empeña en ser moderno por encima de todo.
Pero el público, nuestro imprescindible público, aplaude la osadía de los fuegos artificiales, dejándose hipnotizar por las descargas de color virtual y las explosiones sonoras. La máquina ha vencido al sentimiento: el progreso ha derrotado al hombre. El éxito está servido.
Pero, ¿acaso triunfar es lo mismo que ganar? Qué poca importancia tiene hoy el mito de esta Salomé seductora, que usa y abusa de sus artes de seducción para salirse con la suya a cualquier precio. Apenas un par de destellos poéticos cercanos al tercer teatro de Eugenio Barba, y poca cosa más. Algo de ópera, su poquito de danza, unos guiños cabareteros y... muchas luces, por supuesto.
Artículos relacionados
-
Interés arqueológico y vital en “El cerco de Leningrado”
-
“Yo, Mussolini”, de Leo Bassi, recupera el espíritu de los orígenes del teatro
-
"La función que sale mal" en Teatro La Latina
-
Un espectáculo necesario: “Pasión (farsa trágica)”, de Agustín García Calvo
-
Una farsa de ocultación con enjundia: “Perfectos desconocidos”, de Daniel Guzmán
Ingredientes necesarios para producir adicción
Pudo más la imperiosa necesidad de ensamblar habilidades escénicas, la ostentación virtuosística y la tentación informática, que el conocimiento profundo de la obra escrita. Había que hacer otra cosa diferente y se alcanzó el ansiado pastiche.
Seguramente, esta Salomé tan distante de su intención original, acabará seduciendo como los platos azucarados de nuestros insignes maestros de cocina, porque tiene los ingredientes necesarios para producir adicción.
Es probable que el teatro de los próximos años vaya por esos derroteros. El actor será entendido como un material, como un condimento dentro de la sopa de redobles de tambor y colorines. La emoción de la palabra, su capacidad de hacer soñar -ya de por sí bastante mermada por el imperio de la pantalla-, quedará relegada al pasado.
¿Qué niño prefiere escuchar un cuento a verlo convertido en dibujos animados? Por más que soñar sea una necesidad fundamental para escapar de la realidad, dejaremos de hacerlo cuando la imagen suplante a la imaginación.
La poesía, en su amplia acepción, cederá su escueto terreno ante el triunfo del espectáculo audiovisual. La sal gorda oculta los sabores sutiles de las verduras, hasta el punto de hacerlas parecer insípidas. La boca solitaria de Beckett en medio de la oscuridad, es ya un ruido ininteligible para el espectador que estamos moldeando entre todos. Ahora bien, la necesidad evolutiva del teatro seguirá abriendo territorios por mucho que algunos confundan la región glútea con las témporas.
Pudo más la imperiosa necesidad de ensamblar habilidades escénicas, la ostentación virtuosística y la tentación informática, que el conocimiento profundo de la obra escrita. Había que hacer otra cosa diferente y se alcanzó el ansiado pastiche.
Seguramente, esta Salomé tan distante de su intención original, acabará seduciendo como los platos azucarados de nuestros insignes maestros de cocina, porque tiene los ingredientes necesarios para producir adicción.
Es probable que el teatro de los próximos años vaya por esos derroteros. El actor será entendido como un material, como un condimento dentro de la sopa de redobles de tambor y colorines. La emoción de la palabra, su capacidad de hacer soñar -ya de por sí bastante mermada por el imperio de la pantalla-, quedará relegada al pasado.
¿Qué niño prefiere escuchar un cuento a verlo convertido en dibujos animados? Por más que soñar sea una necesidad fundamental para escapar de la realidad, dejaremos de hacerlo cuando la imagen suplante a la imaginación.
La poesía, en su amplia acepción, cederá su escueto terreno ante el triunfo del espectáculo audiovisual. La sal gorda oculta los sabores sutiles de las verduras, hasta el punto de hacerlas parecer insípidas. La boca solitaria de Beckett en medio de la oscuridad, es ya un ruido ininteligible para el espectador que estamos moldeando entre todos. Ahora bien, la necesidad evolutiva del teatro seguirá abriendo territorios por mucho que algunos confundan la región glútea con las témporas.
Referencia:
Obra: Salomé, de Oscar Wilde.
Compañía: Licaón Teatro.
Dirección: Piñaki Gómez.
Representaciones: Días 9 y 10 de enero en el Teatro Alhambra de Granada.
Obra: Salomé, de Oscar Wilde.
Compañía: Licaón Teatro.
Dirección: Piñaki Gómez.
Representaciones: Días 9 y 10 de enero en el Teatro Alhambra de Granada.