En 2011, un estudio realizado con ratones reveló que una exposición duradera a partículas contaminantes de las denominadas “finas” (PM2,5) puede provocar cambios físicos en el cerebro, así como problemas de aprendizaje y memoria e incluso depresión. Ahora, un estudio hecho con humanos corrobora este efecto. Las PM2,5 proceden de diversas fuentes, como los automóviles o la industria.