Muchos vienen creyendo que este Rinconete y Cortadillo es una adaptación de la estupenda novelita cervantina, y en parte lo es, pero ya el programa advierte de que el texto está escrito por Alberto Conejero, un joven dramaturgo de gran talento que nos sorprendió el año pasado con La piedra oscura, una obra que recrea las relaciones de Lorca con su último novio, Rafael Rodríguez Rapún (estudiante de Ingeniería de Minas, secretario de la Barraca); y que ahora está enfrascado, según he leído, en una adaptación de la Odisea: que la ojizarca diosa lo ilumine.
Estamos en 1621, en Madrid, la corte, como decorado, al fondo, el cuadro (vacío) de Las meninas, es decir, una sala de palacio. Unos adultos Rincón y Cortado vuelven a Madrid para quejarse ante el joven rey Felipe, recién coronado (“mucho mejor que su padre que era un borracho y un cazador”, dicen), de lo mal que los tratara Cervantes en ese libelo suyo que los nombra en diminutivo.
Quieren narrar la verdadera historia de aquellos juveniles días en la venta, donde se conocieron, y luego en el sevillano patio de Monipodio, donde fueron testigos de hechos que, aún hoy, admiran y suspenden.
De queja a homenaje
En un escenario vacío, con un baúl ergonómico al que se le saca mucho partido dramático, los pícaros cuentan su historia.
La obra está dividida en tres claras partes, su llegada a Madrid, de adultos, de pobres pícaros abrazados casi matrimonialmente por una misma soledad y un mismo destino de parias, seguido del relato de la “verdadera historia” de su jornada sevillana”, que se atiene bastante a la letra al texto cervantino.
La conclusión, en la que los pícaros parecen caer en la cuenta es que, al cabo, su asendereada vida no tuvo gran sentido pero, en cambio, el buen hacer cervantino convirtió unas pocas jornadas de ella en obra de arte: al fin y al cabo, el genial manco los inmortalizó.
Así lo que, al principio, parecía una dura requisitoria se convierte en un homenaje a la pluma de aquel que los “inventara”. Por eso ahora puede morir Pedro Rincón, pero nunca lo hará Rinconete.
Estamos en 1621, en Madrid, la corte, como decorado, al fondo, el cuadro (vacío) de Las meninas, es decir, una sala de palacio. Unos adultos Rincón y Cortado vuelven a Madrid para quejarse ante el joven rey Felipe, recién coronado (“mucho mejor que su padre que era un borracho y un cazador”, dicen), de lo mal que los tratara Cervantes en ese libelo suyo que los nombra en diminutivo.
Quieren narrar la verdadera historia de aquellos juveniles días en la venta, donde se conocieron, y luego en el sevillano patio de Monipodio, donde fueron testigos de hechos que, aún hoy, admiran y suspenden.
De queja a homenaje
En un escenario vacío, con un baúl ergonómico al que se le saca mucho partido dramático, los pícaros cuentan su historia.
La obra está dividida en tres claras partes, su llegada a Madrid, de adultos, de pobres pícaros abrazados casi matrimonialmente por una misma soledad y un mismo destino de parias, seguido del relato de la “verdadera historia” de su jornada sevillana”, que se atiene bastante a la letra al texto cervantino.
La conclusión, en la que los pícaros parecen caer en la cuenta es que, al cabo, su asendereada vida no tuvo gran sentido pero, en cambio, el buen hacer cervantino convirtió unas pocas jornadas de ella en obra de arte: al fin y al cabo, el genial manco los inmortalizó.
Así lo que, al principio, parecía una dura requisitoria se convierte en un homenaje a la pluma de aquel que los “inventara”. Por eso ahora puede morir Pedro Rincón, pero nunca lo hará Rinconete.
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Adaptación con sabor
Sostenida sobre dos grandes actores, que hacen un trabajo impecable, la obra, irregular, con altibajos de tensión y atención, sobre todo en la primera y tercera parte, crece cuando sigue las vicisitudes de la novella cervantina y la adapta con acierto a su sabor.
Recomiendo a los que decidan ver esta excelente función que relean antes el texto cervantino, así verán mejor hasta qué punto se sirve de él Conejero. La sensación general, empero, es muy positiva, hay mucho talento en las tablas, tanto entre los actores como en el magín del dramaturgo: memorable la escena del encuentro de los adolescentes aprendices de ladrones con el representante de Monipodio.
Noté que las apelaciones a la actualidad (el rey, la corrupción, los desahucios) que pretenden provocar la hilaridad o, en su caso, la indignada complicidad política, no aportan gran cosa a la dinámica de la obra, y el público las recibe con cierta distancia, sin llegar a la carcajada.
Me recordaban a eso momento en que el Brujo deja el Lazarillo (o el monólogo que sea) para hablar de política. Estas referencias cada vez divierten menos y nos sacan de la enjundia del texto, generalmente más potente y hondo en su mirada crítica que la mera y superficial apelación a una cambiante y fétida actualidad.
Con todo, una obra digna de verse, la sala negra del Canal estaba “hasta la bandera”, el público salió feliz y agradecido por el intenso trabajo actoral. Habrá que seguir atentamente la trayectoria de un dramaturgo que ha decidido hacer teatro homenajeando a sus maestros.
Sostenida sobre dos grandes actores, que hacen un trabajo impecable, la obra, irregular, con altibajos de tensión y atención, sobre todo en la primera y tercera parte, crece cuando sigue las vicisitudes de la novella cervantina y la adapta con acierto a su sabor.
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Con todo, una obra digna de verse, la sala negra del Canal estaba “hasta la bandera”, el público salió feliz y agradecido por el intenso trabajo actoral. Habrá que seguir atentamente la trayectoria de un dramaturgo que ha decidido hacer teatro homenajeando a sus maestros.
Referencia:
Obra: Rinconete y Cortadillo.
Texto: Alberto Conejero.
Dirección: Salva Bolta.
Compañía: Sexpeare.
Intérpretes: Rulo Pardo y Santiago Molero.
Próximas representaciones: Teatros del Canal -Sala Negra, hasta el 13 de marzo de 2016.
Obra: Rinconete y Cortadillo.
Texto: Alberto Conejero.
Dirección: Salva Bolta.
Compañía: Sexpeare.
Intérpretes: Rulo Pardo y Santiago Molero.
Próximas representaciones: Teatros del Canal -Sala Negra, hasta el 13 de marzo de 2016.