El neurocientífico francés Stanislas Dehaene, director de la unidad de Neuroimagen Cognitiva del Centro de NeuroSpin de París y profesor de la cátedra de Psicología Cognitiva Experimental del College de Francia, lleva años investigando los rastros de la consciencia en el cerebro de los niños. ¿Son conscientes los bebés? ¿Desde qué edad? Son cuestiones que Dehaene ha abordado, por ejemplo en su obra de 2015 La conciencia en el cerebro.
Según declaraciones del científico recogidas recientemente en la revista Forbes, la consciencia emergería de “un espacio de cooperación neuronal global”, es decir, cuando las diferentes partes del cerebro se relacionan y se comunican entre sí, a un alto nivel.
Sin embargo, señala Dehaene, existe cierto umbral de actividad que debe superarse antes de que se produzca la percepción consciente. Por debajo de él, aunque se dé procesamiento de información, el sujeto no mostrará signos de estar consciente de dicha información.
Determinando el umbral de la consciencia en adultos
Dehaene y su equipo empezaron registrando en adultos ese proceso de toma de consciencia. Lo hicieron combinando dos tecnologías: la captación de imagen por resonancia magnética funcional (IRMf) y la electroencefalografía (EEG).
La primera técnica permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales activas al ejecutar una tarea determinada, y la segunda registra la actividad de las ondas cerebrales (para entenderlo, si el cerebro fuera un paisaje de costa, la iRMf nos permitiría ver qué regiones del mar se mueven, y la EEG cómo y qué olas del mar se agitan en cada momento).
Al mismo tiempo que se medía su actividad cerebral, a los sujetos del estudio se les presentaron una serie de imágenes en pantalla. Se constató así que el cerebro procesa la información de dos formas.
Si la imagen era presentada durante menos de 300 milisegundos, la EEG reflejaba un nivel básico de actividad cerebral, pero el sujeto no era consciente de haber visto dicha imagen. En cambio, si la imagen aparecía en pantalla durante más tiempo, entre 500 y 700 milisegundos como mínimo, se producía un movimiento dramático en el cerebro: múltiples partes de este se iluminaban y el sujeto indicaba que era consciente de haber visto la imagen.
Según declaraciones del científico recogidas recientemente en la revista Forbes, la consciencia emergería de “un espacio de cooperación neuronal global”, es decir, cuando las diferentes partes del cerebro se relacionan y se comunican entre sí, a un alto nivel.
Sin embargo, señala Dehaene, existe cierto umbral de actividad que debe superarse antes de que se produzca la percepción consciente. Por debajo de él, aunque se dé procesamiento de información, el sujeto no mostrará signos de estar consciente de dicha información.
Determinando el umbral de la consciencia en adultos
Dehaene y su equipo empezaron registrando en adultos ese proceso de toma de consciencia. Lo hicieron combinando dos tecnologías: la captación de imagen por resonancia magnética funcional (IRMf) y la electroencefalografía (EEG).
La primera técnica permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales activas al ejecutar una tarea determinada, y la segunda registra la actividad de las ondas cerebrales (para entenderlo, si el cerebro fuera un paisaje de costa, la iRMf nos permitiría ver qué regiones del mar se mueven, y la EEG cómo y qué olas del mar se agitan en cada momento).
Al mismo tiempo que se medía su actividad cerebral, a los sujetos del estudio se les presentaron una serie de imágenes en pantalla. Se constató así que el cerebro procesa la información de dos formas.
Si la imagen era presentada durante menos de 300 milisegundos, la EEG reflejaba un nivel básico de actividad cerebral, pero el sujeto no era consciente de haber visto dicha imagen. En cambio, si la imagen aparecía en pantalla durante más tiempo, entre 500 y 700 milisegundos como mínimo, se producía un movimiento dramático en el cerebro: múltiples partes de este se iluminaban y el sujeto indicaba que era consciente de haber visto la imagen.
Qué pasa en los bebés
Una vez identificada la existencia de este umbral de consciencia, Dehaene y su equipo decidieron hacer las mismas pruebas en bebés de entre cinco y doce meses de edad, como ya explicamos anteriormente en Tendencias21.
A los pequeños se les mostraron imágenes de rostros de mujer, que les resultan especialmente atractivos. En este caso, sucedió lo mismo que en los adultos: se produjo algo de activación en el cerebro de los niños cuando se proyectaron ante ellos imágenes de corta duración, y una activación cerebral global cuando las imágenes fueron más duraderas.
La única diferencia fue que los cerebros de los bebés respondían más lentamente que los de los adultos (los de cinco meses, ante imágenes que aparecían durante 900 milisegundos, y los de doce meses a los 750 milisegundos), debido a su inmadurez. A pesar de ello, Dehanae señala que en los cerebros de los bebés hay huellas de consciencia.
Posteriormente, el investigador ha encontrado estas huellas en bebés de incluso dos meses. Piensa que es posible que los niños tengan consciencia desde que nacen. Otros estudios realizados por equipos de investigación distintos también han hallado consciencia en bebés de cortas edad.
Fetos y lenguaje
En 2003, el Premio Nobel Francis Crick publicaba en la revista Nature Neuroscience que la consciencia de los entornos y la autoconsciencia humanas se generan en un área del cerebro situada en la parte posterior de la corteza cerebral. Si tenemos en cuenta que la corteza cerebral comienza a formarse a los seis meses de gestación, ¿podrían tener consciencia los fetos?
Por ahora lo que se sabe es que los fetos de entre seis meses y medio y siete meses y medio de gestación son ya capaces de descifrar el habla humana. Esto fue descubierto en otra investigación realizada por, entre otros científicos, la esposa del propio Dehaene, Ghislaine Dehaene-Lambert.
En este caso, el estudio consistió en escanear los cerebros de 12 fetos de entre 28 y 32 semanas de gestación, la edad más temprana de respuesta de la corteza cerebral a estímulos externos, mientras estaban dormidos.
Sin embargo, por más impresionante que resulte que un feto responda a los sonidos de la voz de su madre, es cierto que el cerebro fetal podría procesar el lenguaje sin consciencia, indica Dehaene.
De la consciencia al aprendizaje de la lectura
Stanislas Dehaene se ha dedicado en los últimos años a la investigación de otras cuestiones no menos fascinantes, como el aprendizaje de la lectura y de las matemáticas, y su relación con el cerebro. Estos trabajos han dado lugar a libros como Les neurones de la lecture o El cerebro matemático.
Con respecto a la lectura, hace unos años, el investigador y su equipo determinaron que esta es una capacidad humana aprendida, no innata, que requiere de un trabajo conjunto de retina y cerebro para la captación de las imágenes y el posterior procesamiento del significado de las palabras, es decir, para que seamos conscientes de lo que leemos.
En lo que se refiere a las matemáticas, según Dehaene, sumar y restar forman parte de nuestra herencia. “Hay experimentos que muestran que bebés de cinco meses ya pueden realizar sumas”, afirmó en 2016, en otra entrevista. Sin embargo, para otras operaciones, como la raíz cuadrada o la multiplicación, también se necesita un esfuerzo de aprendizaje.
Una vez identificada la existencia de este umbral de consciencia, Dehaene y su equipo decidieron hacer las mismas pruebas en bebés de entre cinco y doce meses de edad, como ya explicamos anteriormente en Tendencias21.
A los pequeños se les mostraron imágenes de rostros de mujer, que les resultan especialmente atractivos. En este caso, sucedió lo mismo que en los adultos: se produjo algo de activación en el cerebro de los niños cuando se proyectaron ante ellos imágenes de corta duración, y una activación cerebral global cuando las imágenes fueron más duraderas.
La única diferencia fue que los cerebros de los bebés respondían más lentamente que los de los adultos (los de cinco meses, ante imágenes que aparecían durante 900 milisegundos, y los de doce meses a los 750 milisegundos), debido a su inmadurez. A pesar de ello, Dehanae señala que en los cerebros de los bebés hay huellas de consciencia.
Posteriormente, el investigador ha encontrado estas huellas en bebés de incluso dos meses. Piensa que es posible que los niños tengan consciencia desde que nacen. Otros estudios realizados por equipos de investigación distintos también han hallado consciencia en bebés de cortas edad.
Fetos y lenguaje
En 2003, el Premio Nobel Francis Crick publicaba en la revista Nature Neuroscience que la consciencia de los entornos y la autoconsciencia humanas se generan en un área del cerebro situada en la parte posterior de la corteza cerebral. Si tenemos en cuenta que la corteza cerebral comienza a formarse a los seis meses de gestación, ¿podrían tener consciencia los fetos?
Por ahora lo que se sabe es que los fetos de entre seis meses y medio y siete meses y medio de gestación son ya capaces de descifrar el habla humana. Esto fue descubierto en otra investigación realizada por, entre otros científicos, la esposa del propio Dehaene, Ghislaine Dehaene-Lambert.
En este caso, el estudio consistió en escanear los cerebros de 12 fetos de entre 28 y 32 semanas de gestación, la edad más temprana de respuesta de la corteza cerebral a estímulos externos, mientras estaban dormidos.
Sin embargo, por más impresionante que resulte que un feto responda a los sonidos de la voz de su madre, es cierto que el cerebro fetal podría procesar el lenguaje sin consciencia, indica Dehaene.
De la consciencia al aprendizaje de la lectura
Stanislas Dehaene se ha dedicado en los últimos años a la investigación de otras cuestiones no menos fascinantes, como el aprendizaje de la lectura y de las matemáticas, y su relación con el cerebro. Estos trabajos han dado lugar a libros como Les neurones de la lecture o El cerebro matemático.
Con respecto a la lectura, hace unos años, el investigador y su equipo determinaron que esta es una capacidad humana aprendida, no innata, que requiere de un trabajo conjunto de retina y cerebro para la captación de las imágenes y el posterior procesamiento del significado de las palabras, es decir, para que seamos conscientes de lo que leemos.
En lo que se refiere a las matemáticas, según Dehaene, sumar y restar forman parte de nuestra herencia. “Hay experimentos que muestran que bebés de cinco meses ya pueden realizar sumas”, afirmó en 2016, en otra entrevista. Sin embargo, para otras operaciones, como la raíz cuadrada o la multiplicación, también se necesita un esfuerzo de aprendizaje.
Referencias bibliográficas:
Sid Kouider, Carsten Stahlhut, Sofie V. Gelskov, Leonardo S. Barbosa, Michel Dutat, Vincent de Gardelle, Anne Christophe, Stanislas Dehaene, Ghislaine Dehaene-Lambertz. A Neural Marker of Perceptual Consciousness in Infants. Science (2013). DOI: 10.1126/science.1232509.
Mahdi Mahmoudzadeh, Ghislaine Dehaene-Lambert, Marc Fournier, Guy Kongolo, Sabrina Goudjil, Jessica Dubois, Reinhard Grebe y Fabrice Wallois. Syllabic discrimination in premature human infants prior to complete formation of cortical layers. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS, 2013). DOI: 10.1073/pnas.1212220110.
Sid Kouider, Carsten Stahlhut, Sofie V. Gelskov, Leonardo S. Barbosa, Michel Dutat, Vincent de Gardelle, Anne Christophe, Stanislas Dehaene, Ghislaine Dehaene-Lambertz. A Neural Marker of Perceptual Consciousness in Infants. Science (2013). DOI: 10.1126/science.1232509.
Mahdi Mahmoudzadeh, Ghislaine Dehaene-Lambert, Marc Fournier, Guy Kongolo, Sabrina Goudjil, Jessica Dubois, Reinhard Grebe y Fabrice Wallois. Syllabic discrimination in premature human infants prior to complete formation of cortical layers. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS, 2013). DOI: 10.1073/pnas.1212220110.