El público madrileño está de enhorabuena porque el pasado 24 de agosto, felizmente, se reestrenó en el Teatro Amaya esta (tragi)comedia descacharrante, firmada por el director y actor bilbaíno Patxo Tellería, quien la estrenó en euskera y en verso, y que recibiera el Premio Ercilla a la mejor obra teatral de 2015.
Ahora, en versión de la productora Concha Busto, regresa a los escenarios de Madrid tras una gira exitosa por toda España. En el estreno, parecíamos estar en una fiesta, en una celebración, por un momento creí que regresaba a los años 70, en pleno fervor teatral capitalino, con el aforo hasta la bandera, lleno de gentes del mundillo que habían decidido arropar con su presencia y disfrute (risas, palmas a lo largo de toda la función) este prodigio, divertido y profundo, protagonizado por tres actores de bandera y en perfecta sintonía.
Personajes que hablan en verso
Pero vayamos por partes, el telón se alza y nos topamos con un escenario surreal, entre lo fantasmagórico y lo lúdico, un salón decimonónico de pesadilla, con chimenea, escalera de caracol, cortinajes bermellones y grietas portentosas en paredes mefistofélicas.
En escena tres personajes que se mueven como duendecillos y hablan en verso, diríase que recién salidos de un cuadro de Magritte, con levita y sombrero de hongo ad hoc.
Primero narradores de unos hechos antaño acaecidos y, en seguida, actores de los mismos. La trama, relativamente simple, se incoa así: los tres amigos se conocieron en unas sesiones de terapia, cada uno arrastraba su particular manía, ahora son uña y carne.ç
Uno de ellos, de 59 años (al que borda un estruendoso José Pedro Carrión, ¡qué más se puede decir de este inmenso actor!), por miedo a la degeneración física y psíquica, por amor a la vida plena, ha decidido quitarse la vida a los sesenta y así lo ha escrito y proclamado; el segundo, Camilo (un contenido y estupendo Alfonso Lara), enfermo terminal, necesita urgentemente para sobrevivir un trasplante de páncreas; y el último, un clownesco y divertido Fernando Cayo en el cenit de su carrera que, vista la tragedia, decide convencer a su amigo para que adelante unos meses su suicidio y así pueda propiciarle, donándole el páncreas, una vida que se le escapa a su común amigo Camilo.
Ahora, en versión de la productora Concha Busto, regresa a los escenarios de Madrid tras una gira exitosa por toda España. En el estreno, parecíamos estar en una fiesta, en una celebración, por un momento creí que regresaba a los años 70, en pleno fervor teatral capitalino, con el aforo hasta la bandera, lleno de gentes del mundillo que habían decidido arropar con su presencia y disfrute (risas, palmas a lo largo de toda la función) este prodigio, divertido y profundo, protagonizado por tres actores de bandera y en perfecta sintonía.
Personajes que hablan en verso
Pero vayamos por partes, el telón se alza y nos topamos con un escenario surreal, entre lo fantasmagórico y lo lúdico, un salón decimonónico de pesadilla, con chimenea, escalera de caracol, cortinajes bermellones y grietas portentosas en paredes mefistofélicas.
En escena tres personajes que se mueven como duendecillos y hablan en verso, diríase que recién salidos de un cuadro de Magritte, con levita y sombrero de hongo ad hoc.
Primero narradores de unos hechos antaño acaecidos y, en seguida, actores de los mismos. La trama, relativamente simple, se incoa así: los tres amigos se conocieron en unas sesiones de terapia, cada uno arrastraba su particular manía, ahora son uña y carne.ç
Uno de ellos, de 59 años (al que borda un estruendoso José Pedro Carrión, ¡qué más se puede decir de este inmenso actor!), por miedo a la degeneración física y psíquica, por amor a la vida plena, ha decidido quitarse la vida a los sesenta y así lo ha escrito y proclamado; el segundo, Camilo (un contenido y estupendo Alfonso Lara), enfermo terminal, necesita urgentemente para sobrevivir un trasplante de páncreas; y el último, un clownesco y divertido Fernando Cayo en el cenit de su carrera que, vista la tragedia, decide convencer a su amigo para que adelante unos meses su suicidio y así pueda propiciarle, donándole el páncreas, una vida que se le escapa a su común amigo Camilo.
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Espléndida función
Tal es el arranque de la obra, en verso y en un crescendo cómicotrágico teatralmente impecable que lleva de la solapa al público y ya no lo suelta hasta los encendidos aplausos finales con que el respetable agradece la entrega de los actores.
Ha de subrayarse que algunas decisiones de dirección, como la del teléfono “alámbrico”, el lustre de los zapatos al cadáver, las entradas y salidas, subidas y bajadas, los leñazos en el piano y, sobre todo, los golpes de iluminación son muy afortunadas y realzan, con una contenida extravagancia muy a juego, el ya de por sí extraordinario texto y la excelente actuación.
Hablar en octosílabos con ripios conscientes sobre la posibilidad de suicidarse para ayudar a un amigo, o en estupendos endecasílabos, como es el caso del monólogo de un Carrión dubitativo ante tamaña tesitura, dan el toque justo, el tono exacto de esta espléndida función en la que ríes mucho y lo pasas muy bien, pero en la que, y es lo fundamental, sales con la sensación de haber asistido a una gran pieza teatral, casi redonda, sostenida por tres genios en estado de gracia que son los primeros en divertirse al divertir. Por fortuna, Pancreas va a estar en cartel hasta mediados de noviembre.
Tal es el arranque de la obra, en verso y en un crescendo cómicotrágico teatralmente impecable que lleva de la solapa al público y ya no lo suelta hasta los encendidos aplausos finales con que el respetable agradece la entrega de los actores.
Ha de subrayarse que algunas decisiones de dirección, como la del teléfono “alámbrico”, el lustre de los zapatos al cadáver, las entradas y salidas, subidas y bajadas, los leñazos en el piano y, sobre todo, los golpes de iluminación son muy afortunadas y realzan, con una contenida extravagancia muy a juego, el ya de por sí extraordinario texto y la excelente actuación.
Hablar en octosílabos con ripios conscientes sobre la posibilidad de suicidarse para ayudar a un amigo, o en estupendos endecasílabos, como es el caso del monólogo de un Carrión dubitativo ante tamaña tesitura, dan el toque justo, el tono exacto de esta espléndida función en la que ríes mucho y lo pasas muy bien, pero en la que, y es lo fundamental, sales con la sensación de haber asistido a una gran pieza teatral, casi redonda, sostenida por tres genios en estado de gracia que son los primeros en divertirse al divertir. Por fortuna, Pancreas va a estar en cartel hasta mediados de noviembre.
Referencia:
Obra: Páncreas.
Autor: Patxo Tellería, versión de Concha Busto.
Dirección: Juan Carlos Rubio.
Intérpretes: José Pedro Carrión, Fernando Cayo y Alfonso Lara.
Próximas representaciones: Hasta noviembre en el Teatro Amaya de Madrid.
Obra: Páncreas.
Autor: Patxo Tellería, versión de Concha Busto.
Dirección: Juan Carlos Rubio.
Intérpretes: José Pedro Carrión, Fernando Cayo y Alfonso Lara.
Próximas representaciones: Hasta noviembre en el Teatro Amaya de Madrid.