Factor de progreso para unos, de peligros inconmensurables para otros, el debate sobre la bondad o perversidad de la tecnología mantiene toda su vigencia en la sociedad del siglo XXI. Una sociedad tremendamente dependiente de los productos tecnológicos a pesar de que, una vez fuera de la mente humana, es decir, una vez hecha realidad física, y puesta al servicio de los intereses de unos y de otros, la tecnología adquiere autonomía, se rebela y causa, o puede causar, estragos sin límite en la vida del hombre. Por Adolfo Castilla.