La singularidad tecnológica es una idea que ronda la mente humana desde los años 60. Se refiere a la posibilidad de que un día las máquinas inteligentes diseñen nuevas máquinas cada vez más potentes y creen una inteligencia muy superior a la nuestra.
Esta semana la idea ha vuelto a la palestra porque en un coloquio celebrado durante la conferencia SXSW en Austin, Texas, el reputado futurista Ray Kurzweil señaló que esa singularidad se alcanzará en 2029, dentro de 12 años.
Dado que Kurzweill presume que de sus 147 predicciones tecnológicas que ha lanzado desde 1990 se han cumplido 126 (el 86%), no puede tomarse a la ligera su discurso. No obstante, estas predicciones tienen que considerarse en sentido prospectivo, no adivinatorio. Lo que pretenden no es predecir el futuro, sino escenificarlo para ayudarnos a preparar esa eventualidad futura.
Kurzweill ha ido acercando cada vez más la fecha de esa posible singularidad, que considera irreversible. Inicialmente estableció su implantación en 2045 y más recientemente en 2030. Otras estimaciones hablan de 2040 como el año de la singularidad.
Oportunidad tecnológica
Para Kurzweill, los peligros atribuidos a la singularidad, como que las máquinas someterán a las personas, son sólo ciencia ficción. Piensa que en realidad es una oportunidad para mejorar la condición humana, ya que gracias a ella podremos conectar nuestro neocórtex a la nube y expandir así el espíritu humano.
Estos temas futuristas ganan cada vez más terreno en la sociedad. La fundación Fide organizó el año pasado un coloquio sobre Longevidad, criopreservación e inmortalidad biológica que suscitó un interesante debate. Además, el próximo septiembre se desarrolla en Madrid el Foro del Futuro Próximo, que entre otras cosas, abordará el impacto del desarrollo de la Inteligencia Artificial en el ser humano. Son sólo unos ejemplos.
Creo que este renovado interés por el futuro se debe principalmente a la conciencia cada vez más extendida de que el modelo de sociedad en el que vivimos está agotado y que desde muchos frentes está emergiendo algo nuevo para lo que debemos prepararnos. La tecnología es una parte esencial de ese nuevo escenario que se dibuja. Pero no es el único. La revolución que viene es mucho más compleja y prometedora para la expansión del espíritu humano.
Esta semana la idea ha vuelto a la palestra porque en un coloquio celebrado durante la conferencia SXSW en Austin, Texas, el reputado futurista Ray Kurzweil señaló que esa singularidad se alcanzará en 2029, dentro de 12 años.
Dado que Kurzweill presume que de sus 147 predicciones tecnológicas que ha lanzado desde 1990 se han cumplido 126 (el 86%), no puede tomarse a la ligera su discurso. No obstante, estas predicciones tienen que considerarse en sentido prospectivo, no adivinatorio. Lo que pretenden no es predecir el futuro, sino escenificarlo para ayudarnos a preparar esa eventualidad futura.
Kurzweill ha ido acercando cada vez más la fecha de esa posible singularidad, que considera irreversible. Inicialmente estableció su implantación en 2045 y más recientemente en 2030. Otras estimaciones hablan de 2040 como el año de la singularidad.
Oportunidad tecnológica
Para Kurzweill, los peligros atribuidos a la singularidad, como que las máquinas someterán a las personas, son sólo ciencia ficción. Piensa que en realidad es una oportunidad para mejorar la condición humana, ya que gracias a ella podremos conectar nuestro neocórtex a la nube y expandir así el espíritu humano.
Estos temas futuristas ganan cada vez más terreno en la sociedad. La fundación Fide organizó el año pasado un coloquio sobre Longevidad, criopreservación e inmortalidad biológica que suscitó un interesante debate. Además, el próximo septiembre se desarrolla en Madrid el Foro del Futuro Próximo, que entre otras cosas, abordará el impacto del desarrollo de la Inteligencia Artificial en el ser humano. Son sólo unos ejemplos.
Creo que este renovado interés por el futuro se debe principalmente a la conciencia cada vez más extendida de que el modelo de sociedad en el que vivimos está agotado y que desde muchos frentes está emergiendo algo nuevo para lo que debemos prepararnos. La tecnología es una parte esencial de ese nuevo escenario que se dibuja. Pero no es el único. La revolución que viene es mucho más compleja y prometedora para la expansión del espíritu humano.