El impacto medioamabiental de las prácticas colaborativas puede ser positivo, pero en ciertas condiciones, ha descubierto un estudio realizado en Francia por la Agence de l'environnement et de la maîtrise de l'énergie (ADEME).
Según este estudio, la economía colaborativa no tiene un balance ecológico tan excelente como podría pensarse. Determina que el uso compartido del coche es la principal actividad colaborativa verde, al menos en los trayectos cortos y repetitivos, especialmente los que cubren el trayecto entre el hogar y el trabajo.
El impacto medioambiental de un trayecto de coche compartido de corta distancia disminuye en la medida que aumenta la ocupación del vehículo en la siguiente proporción: un 50% si lleva dos pasajeros, un 75% si lleva cuatro pasajeros.
A falta de una solución de coche compartido para trayectos cortos, el 80% de los encuestados opta por llevarse su coche y el 20% recurre al transporte público. Por eso, aunque el efecto del coche compartido sea limitado, el beneficio medioambiental de la práctica puede ser alto, señala el estudio.
En la actualidad, la práctica de compartir coche para trayectos cortos es pequeña y la tasa de ocupación media es de 2,56 personas, por lo que sólo un aumento en estos parámetros podría calificar de buena para el medio ambiente el recurso de coche compartido para ir al trabajo.
Con respecto a los trayectos más largos, aunque la tasa de ocupación es más alta (3,5 personas por vehículo como media), hay que tener en cuenta lo que pasa cuando esta opción no está al alcance: el 12% renuncia al viaje si no es en coche compartido y el 63% recurre al tren. En consecuencia, la reducción del impacto medioambiental es del 12% cuando se tiene en cuenta este mecanismo de sustitución, concluye el estudio.
Intercambio de bienes y de segunda mano
El estudio también analiza la práctica de intercambiar bienes para reducir el consumo innecesario de aparatos, como por ejemplo el taladro (que sólo se usa por lo general una vez al año en el hogar).
Esta práctica tiene un impacto ambiental positivo, señala el estudio, si se compara con la compra masiva de material nuevo. Por ejemplo, en el caso de un taladro utilizado 24 veces al año y alquilado a 3 particulares, la reducción del impacto ambiental es de un 60%, aproximadamente, según el estudio.
Sin embargo, la logística asociada a estos intercambios, particularmente el uso del coche para ir a recoger y devolver el taladro, puede generar un impacto negativo equivalente, también del 60%, por lo que la proximidad geográfica de las personas que recurren a este sistema es lo que hace a esta actividad realmente atractiva para el medio ambiente.
En el caso del uso de bienes de segunda mano, lo que determina el impacto ambiental viene determinado por la duración temporal del segundo uso. Por ejemplo, una lavadora utilizada durante 10 años en una casa, si después pasa a una segunda vivienda su vida se prolonga 3,6 años de media, lo que reduce el impacto ambiental un 10%.
También hay que tener en cuenta al respecto que el uso de unos bienes es más interesante que otros para los objetos de segunda mano, teniendo en cuenta que el mayor impacto ambiental se produce en el momento de fabricación, por ejemplo de los productos electrónicos. Una tableta que se use entre 2 y 4 años permite mejorar un 50% su impacto ambiental.
Según este estudio, la economía colaborativa no tiene un balance ecológico tan excelente como podría pensarse. Determina que el uso compartido del coche es la principal actividad colaborativa verde, al menos en los trayectos cortos y repetitivos, especialmente los que cubren el trayecto entre el hogar y el trabajo.
El impacto medioambiental de un trayecto de coche compartido de corta distancia disminuye en la medida que aumenta la ocupación del vehículo en la siguiente proporción: un 50% si lleva dos pasajeros, un 75% si lleva cuatro pasajeros.
A falta de una solución de coche compartido para trayectos cortos, el 80% de los encuestados opta por llevarse su coche y el 20% recurre al transporte público. Por eso, aunque el efecto del coche compartido sea limitado, el beneficio medioambiental de la práctica puede ser alto, señala el estudio.
En la actualidad, la práctica de compartir coche para trayectos cortos es pequeña y la tasa de ocupación media es de 2,56 personas, por lo que sólo un aumento en estos parámetros podría calificar de buena para el medio ambiente el recurso de coche compartido para ir al trabajo.
Con respecto a los trayectos más largos, aunque la tasa de ocupación es más alta (3,5 personas por vehículo como media), hay que tener en cuenta lo que pasa cuando esta opción no está al alcance: el 12% renuncia al viaje si no es en coche compartido y el 63% recurre al tren. En consecuencia, la reducción del impacto medioambiental es del 12% cuando se tiene en cuenta este mecanismo de sustitución, concluye el estudio.
Intercambio de bienes y de segunda mano
El estudio también analiza la práctica de intercambiar bienes para reducir el consumo innecesario de aparatos, como por ejemplo el taladro (que sólo se usa por lo general una vez al año en el hogar).
Esta práctica tiene un impacto ambiental positivo, señala el estudio, si se compara con la compra masiva de material nuevo. Por ejemplo, en el caso de un taladro utilizado 24 veces al año y alquilado a 3 particulares, la reducción del impacto ambiental es de un 60%, aproximadamente, según el estudio.
Sin embargo, la logística asociada a estos intercambios, particularmente el uso del coche para ir a recoger y devolver el taladro, puede generar un impacto negativo equivalente, también del 60%, por lo que la proximidad geográfica de las personas que recurren a este sistema es lo que hace a esta actividad realmente atractiva para el medio ambiente.
En el caso del uso de bienes de segunda mano, lo que determina el impacto ambiental viene determinado por la duración temporal del segundo uso. Por ejemplo, una lavadora utilizada durante 10 años en una casa, si después pasa a una segunda vivienda su vida se prolonga 3,6 años de media, lo que reduce el impacto ambiental un 10%.
También hay que tener en cuenta al respecto que el uso de unos bienes es más interesante que otros para los objetos de segunda mano, teniendo en cuenta que el mayor impacto ambiental se produce en el momento de fabricación, por ejemplo de los productos electrónicos. Una tableta que se use entre 2 y 4 años permite mejorar un 50% su impacto ambiental.
Estancias compartidas
Por último, en el caso de las estancias compartidas, hay que tener en cuenta el posible efecto rebote de esta práctica en materia medioambiental, señala el estudio.
Si la estancia es de larga duración, la disponibilidad de un bien entre particulares tiene impactos ambientales difíciles de evaluar, si se compara con una habitación de hotel. Si se tiene en cuenta por ejemplo la superficie compartida y se compara con la de un hotel, el consumo eléctrico puede variar mucho de un país al otro.
Sin embargo, estima el estudio, si la superficie compartida aumenta, el impacto medioambiental aumenta, comparado con lo que pueda suponer estar en la misma superficie de un hotel.
También hay que tener en cuenta el efecto rebote, ya que si el precio ofertado entre particulares es menor, el tiempo de estancia puede aumentar o incluso impulsar la elección de un destino alejado, lo que implica tomar un avión y eso disminuye el beneficio ambiental de una estancia compartida con otro particular.
Sin embargo, en la estancia de proximidad el balance ambiental es positivo, especialmente por el uso compartido de los recursos comunes (como la energía): cuando cuatro personas viven en una misma casa la reducción del impacto ambiental llega al 40%.
Por último, en el caso de las estancias compartidas, hay que tener en cuenta el posible efecto rebote de esta práctica en materia medioambiental, señala el estudio.
Si la estancia es de larga duración, la disponibilidad de un bien entre particulares tiene impactos ambientales difíciles de evaluar, si se compara con una habitación de hotel. Si se tiene en cuenta por ejemplo la superficie compartida y se compara con la de un hotel, el consumo eléctrico puede variar mucho de un país al otro.
Sin embargo, estima el estudio, si la superficie compartida aumenta, el impacto medioambiental aumenta, comparado con lo que pueda suponer estar en la misma superficie de un hotel.
También hay que tener en cuenta el efecto rebote, ya que si el precio ofertado entre particulares es menor, el tiempo de estancia puede aumentar o incluso impulsar la elección de un destino alejado, lo que implica tomar un avión y eso disminuye el beneficio ambiental de una estancia compartida con otro particular.
Sin embargo, en la estancia de proximidad el balance ambiental es positivo, especialmente por el uso compartido de los recursos comunes (como la energía): cuando cuatro personas viven en una misma casa la reducción del impacto ambiental llega al 40%.