Hawking afirmó muchas veces que el objetivo de su vida era muy simple: comprender totalmente el Universo, por qué es así y por qué existe. Se fue sin llegar a comprenderlo totalmente y sin poder explicárnoslo.
Con Hawking desaparece un icono universal que nos ayudaba a entender algo mejor el complejo mundo del conocimiento y de las cosas trascendentales que nos afectan, como el sentido de la vida y del universo, el futuro de la especie y los riesgos de la evolución humana, especialmente la Inteligencia Artificial y la presidencia de Donald Trump, de quien temía que convirtiera la Tierra en un planeta tan cálido como Venus.
Pocos días antes de morir, Stephen Hawking concedió una entrevista a Neil deGrasse Tyson, el astrofísico que retomó y actualizó la serie televisiva Cosmos que había creado Carl Sagan. En esa entrevista, que podemos considerar como su último legado, explica que antes del Big Bang no existió nada que tenga que ver con lo que ocurrió después.
Es como llegar al Polo Sur de la Tierra. Una vez allí, ya no podemos seguir más al sur. "No hay nada más al sur del Polo Sur, así que tampoco había nada antes del Big Bang", declaró Hawking. Parece que quisiera decirnos que la muerte es como el Polo Sur, que no se prolonga más allá de la vida, o como el momento previo al Big Bang, en el que no hay tiempo ni espacio.
Un nuevo broche de misterio que roza la metafísica pone fin así al discurso de este científico eminente que brilló más que cualquier otra estrella en el firmamento de la ciencia contemporánea. Según el Times, su pensamiento llegó tan lejos que se prolongó hasta los límites de la comprensión humana sobre la inmensidad del espacio o el extraño mundo cuántico.
Su contribución trasciende con mucho el marco científico para adentrarse en el mundo de la filosofía, ya que tuvo la habilidad de trasladar sus avanzados conocimientos al pensamiento cotidiano con una profundidad y sencillez inigualables. Decía que Dios no era necesario para explicar el Universo. Hawking tampoco es imprescindible para entenderlo, pero la verdad es que nos ayudó bastante.
Con Hawking desaparece un icono universal que nos ayudaba a entender algo mejor el complejo mundo del conocimiento y de las cosas trascendentales que nos afectan, como el sentido de la vida y del universo, el futuro de la especie y los riesgos de la evolución humana, especialmente la Inteligencia Artificial y la presidencia de Donald Trump, de quien temía que convirtiera la Tierra en un planeta tan cálido como Venus.
Pocos días antes de morir, Stephen Hawking concedió una entrevista a Neil deGrasse Tyson, el astrofísico que retomó y actualizó la serie televisiva Cosmos que había creado Carl Sagan. En esa entrevista, que podemos considerar como su último legado, explica que antes del Big Bang no existió nada que tenga que ver con lo que ocurrió después.
Es como llegar al Polo Sur de la Tierra. Una vez allí, ya no podemos seguir más al sur. "No hay nada más al sur del Polo Sur, así que tampoco había nada antes del Big Bang", declaró Hawking. Parece que quisiera decirnos que la muerte es como el Polo Sur, que no se prolonga más allá de la vida, o como el momento previo al Big Bang, en el que no hay tiempo ni espacio.
Un nuevo broche de misterio que roza la metafísica pone fin así al discurso de este científico eminente que brilló más que cualquier otra estrella en el firmamento de la ciencia contemporánea. Según el Times, su pensamiento llegó tan lejos que se prolongó hasta los límites de la comprensión humana sobre la inmensidad del espacio o el extraño mundo cuántico.
Su contribución trasciende con mucho el marco científico para adentrarse en el mundo de la filosofía, ya que tuvo la habilidad de trasladar sus avanzados conocimientos al pensamiento cotidiano con una profundidad y sencillez inigualables. Decía que Dios no era necesario para explicar el Universo. Hawking tampoco es imprescindible para entenderlo, pero la verdad es que nos ayudó bastante.