Basta echar un vistazo a lo que se está diciendo sobre la crisis catalana y el futuro de Europa para que se ericen los pelos. Le Monde habla de riesgo de balcanización de España y Europa. También de que la crisis catalana es inversa a la del Brexit: Cataluña quiere salir de España para quedarse en Europa.
The Guardian ve tiempos peligrosos no sólo para Cataluña y España, sino también para el resto de Europa. El Daily Express advierte del efecto dominó que puede extenderse por el viejo continente. Liberation señala el inicio de una era postnacional en el viejo continente.
El momento en el que estalla el largo tiempo larvado conflicto catalán tampoco es el mejor del proyecto europeo. Lo destaca en un provocador libro, After Europe , el politólogo búlgaro Ivan Krastev: creo que el tren de la desintegración ha salido ya de la estación de Bruselas y temo que condena al continente a un papel insignificante a escala global. Este proceso podría provocar el hundimiento de las democracias liberales de la periferia de Europa. Añade que la Unión Europea puede conocer el mismo funesto destino que el imperio de la Casa de Habsburgo.
Krastev también explica cómo la experiencia liberal es el cáncer del proyecto europeo (Chomsky dice lo mismo en su último libro refiriéndose a la globalización) y destaca que nosotros podemos cambiar de gobierno, pero no de política económica. La UE se ha convertido en un reducto en el que la unión cada vez más estrecha entre sus miembros y una democracia más real y profunda, son conceptos antagónicos.
El panorama lo remata otro libro demoledor del exministro griego Varoufakis, Adults in the Room, considerado por The Guardian como libro de la semana y que acaba de ver la luz en España. Relata los entresijos de lo que ocurrió durante los 5 meses de negociaciones entre el gobierno griego y la Troika y pone de manifiesto lo alejado que está el discurso oficial de los intereses reales que mueven al proyecto europeo. Nos sentimos alarmados al conocer cómo piensan realmente los que pilotan nuestro destino común.
Son ideas que surgen al amparo de acontecimientos que preocupan y desconciertan. No esperábamos este escenario cuando soñamos con una Europa unida y en paz, basada en la autonomía constitucional de los Estados miembros. Y menos respirar este ambiente intelectual que evoca los primeros momentos del existencialismo, la filosofía nihilista a la que no debemos volver porque seguimos siendo una humanidad con un proyecto de civilización armónica entre nosotros y con la naturaleza.
The Guardian ve tiempos peligrosos no sólo para Cataluña y España, sino también para el resto de Europa. El Daily Express advierte del efecto dominó que puede extenderse por el viejo continente. Liberation señala el inicio de una era postnacional en el viejo continente.
El momento en el que estalla el largo tiempo larvado conflicto catalán tampoco es el mejor del proyecto europeo. Lo destaca en un provocador libro, After Europe , el politólogo búlgaro Ivan Krastev: creo que el tren de la desintegración ha salido ya de la estación de Bruselas y temo que condena al continente a un papel insignificante a escala global. Este proceso podría provocar el hundimiento de las democracias liberales de la periferia de Europa. Añade que la Unión Europea puede conocer el mismo funesto destino que el imperio de la Casa de Habsburgo.
Krastev también explica cómo la experiencia liberal es el cáncer del proyecto europeo (Chomsky dice lo mismo en su último libro refiriéndose a la globalización) y destaca que nosotros podemos cambiar de gobierno, pero no de política económica. La UE se ha convertido en un reducto en el que la unión cada vez más estrecha entre sus miembros y una democracia más real y profunda, son conceptos antagónicos.
El panorama lo remata otro libro demoledor del exministro griego Varoufakis, Adults in the Room, considerado por The Guardian como libro de la semana y que acaba de ver la luz en España. Relata los entresijos de lo que ocurrió durante los 5 meses de negociaciones entre el gobierno griego y la Troika y pone de manifiesto lo alejado que está el discurso oficial de los intereses reales que mueven al proyecto europeo. Nos sentimos alarmados al conocer cómo piensan realmente los que pilotan nuestro destino común.
Son ideas que surgen al amparo de acontecimientos que preocupan y desconciertan. No esperábamos este escenario cuando soñamos con una Europa unida y en paz, basada en la autonomía constitucional de los Estados miembros. Y menos respirar este ambiente intelectual que evoca los primeros momentos del existencialismo, la filosofía nihilista a la que no debemos volver porque seguimos siendo una humanidad con un proyecto de civilización armónica entre nosotros y con la naturaleza.