Que desde hace al menos una década presenciamos en España una política de desmontaje del llamado «estado de bienestar» no constituye ninguna novedad. Lo constatamos en nuestra experiencia cotidiana, a partir de las numerosas restricciones que se han desplegado en el campo de las prestaciones públicas, comenzando por aquellas vinculadas al acceso a la educación, la sanidad y los servicios sociales.
Documentar dicho desmontaje, sin embargo, no sólo no es una tarea superflua, sino una labor necesaria para identificar la magnitud de esta operación política y vislumbrar el calado real de las medidas desplegadas por los últimos gobiernos nacionales.
¡Abajo el sistema! El Estado de Bienestar en la Gran Recesión (Ediciones En Huida, 2018) de Álvaro Campos Suárez ahonda en esa dirección, constatando la acelerada transformación del denominado “estado benefactor” como consecuencia del ideario neoliberal y la correlativa quiebra de los principios de universalidad, suficiencia y gratuidad presentes en su lógica de funcionamiento.
En su escueta reconstrucción de la génesis del “estado de bienestar”, Campos Suárez enlaza dicha institución especialmente a la idea de «justicia social» nacida en el contexto de las revoluciones sociales del S.XIX. Las consecuencias de estas luchas por un cambio del status quo no serían otras que la creciente promulgación de leyes sociales y del despliegue de políticas sociales por parte de un estado reconfigurado como estado de bienestar, orientado a la reversión de las desigualdades.
Si en el período de entreguerras del siglo XX se produce el hecho insólito de un estado crecientemente intervencionista que desarrolla programas económicos y sociales de forma activa, en el caso del estado español será sobre todo a partir del crack del 29 que se estructura de forma gradual como estado de bienestar (EB).
Estrictamente, el autor relaciona dicha forma de estado a la asunción de su responsabilidad no sólo económica sino también social, implicando la expansión del gasto público y una política redistributiva orientada a la igualdad, desde una perspectiva reformista antes que revolucionaria.
En esas condiciones, Campos Suárez indaga sobre la relación del EB con distintos momentos del liberalismo (clásico, social, neoliberal e inclusivo), caracterizados quizás de forma demasiado genérica como para distinguir sus especificidades operativas.
Fases históricas del Estado de Bienestar
Desde una perspectiva histórica, en España el EB habría pasado sucesivas fases: la “edad de oro” (1945-1975), marcada por un fuerte crecimiento económico y bajo desempleo; la “edad de plata” (1976-2007), caracterizada por el resurgimiento del monetarismo conservador y “la edad de bronce” que contempla dos fases, una de las cuales (2000-2007) se solapa con el período previo.
Si la primera fase es descrita como “consolidación destructiva” (en la que prima la racionalización de las prestaciones públicas y la promoción de la gestión privada de servicios sanitarios y educativos), la segunda fase iniciada en 2008 y que todavía seguiría en curso está caracterizada por la Gran Recesión y el despliegue consiguiente de políticas de austeridad tendentes al recorte del gasto público, el ajuste fiscal y la congelación salarial, presentada por sus ideólogos de forma eufemística como “moderación”.
Si por una parte la “edad de oro” del EB supuso en los setenta un fuerte crecimiento del PIB, por otra parte el autor remarca sus deficiencias en el caso de España: dependencia tecnológica del exterior, elevada inflación y la “singularidad del estado franquista” caracterizado por su proteccionismo (aunque dicha política proteccionista no es, estrictamente, privativa al franquismo).
Es a partir del cambio de régimen y del proceso de europeización de España que el país se adentra en un largo período de “normalización” que lo situó como octava potencia mundial. Sin embargo, como advierte Campos Suárez, dicha normalización no impidió una tasa elevada de desempleo, un crecimiento desigual y un relegamiento del fraude fiscal y la corrupción política al segundo plano.
La Gran Recesión, pues, constituye el punto central del quebrantamiento de los pilares fundamentales (y fundacionales) del EB, poniendo en evidencia la supremacía de fuerzas supraestatales fuera de todo control político, esto es, la fractura entre política y poder.
En este marco, ¡Abajo el sistema! ahonda, a partir del despliegue de diversas fuentes, en distintas etapas de la gran crisis (financiera, económica y crediticia o de deuda soberana) y el correlativo repliegue del estado a partir del desarrollo de sucesivos programas de ajuste.
El austericidio –impulsado por la troika europea (BCE, FMI y CE)-, en un contexto recesivo, sin embargo, ha planteado su incompatibilidad con objetivos como la reducción de la pobreza, la cohesión social y el empleo, haciendo imposible a su vez la sostenibilidad de la Seguridad Social.
Dicho de otra manera: la senda seguida por la UE, planteada como “inevitable” por sus artífices, no fue otra que el desarrollo de una política antidemocrática, adoptando decisiones eminentemente economicistas sin contar con suficiente legitimidad democrática (siendo la reforma express del artículo 135 de la Carta Magna un claro ejemplo de la ruptura del equilibrio entre capital y trabajo).
No resulta exagerado que el autor interprete en esa reforma un “proceso constituyente” sin debate parlamentario en favor del capital: priorización del déficit o del pago de los intereses de la deuda en detrimento del gasto social y la prevalencia de lo público.
Sin pretender reconstruir la argumentación técnica de Campos Suárez, estructurada sobre un enfoque predominantemente estadístico, sus conclusiones son claras: ante todo, la apuesta política por el ajuste supuso el sacrificio de la política social en nombre del saneamiento público, implicando el incremento del paro, el empleo precario y la desigualdad, sin olvidar el rescate billonario a la banca (irrecuperable en gran medida), la multiplicación de ejecuciones hipotecarias o la expansión de la pobreza que ya en 2016 afectaba a uno de cada tres españoles. De los amplios recortes de los pilares básicos del EB el autor deriva la irrupción del Movimiento 15-M y la crisis del bipartidismo, sin ahondar especialmente en este eje propiamente político.
La tormenta perfecta
Campos Suárez muestra así las consecuencias negativas de la operación neoliberal en el campo de la educación, la sanidad y las pensiones. La conclusión no se hace esperar: “EL EB experimenta una notoria transformación durante la Gran Recesión que, lejos de suponer únicamente recortes en la política social, está conduciendo a una reforma sistémica del mismo al sumarse los retrocesos del pasado con una nueva involución que, tal que una enfermedad, se expande institucional, normativa y presupuestariamente”.
El predominio del neoliberalismo ha provocado una fractura entre Norte y Sur, atribuido por el autor a “la falta de experiencia de las instituciones comunitarias en situaciones de gestión de crisis”. La falta de flexibilidad comunitaria en la aplicación de las reglas de estabilidad habría conducido a la acentuación de la privatización del EB en sectores específicos y a la imposición a la ciudadanía de sacrificios extraordinarios, planteando “una regresión social sin precedentes” y crecientes brechas sociales reforzadas por un mercado laboral dual. Tormenta perfecta, ciertamente, para la extracción de beneficios excepcionales en situaciones de desigualdad radical.
A este cuadro, Campos Suárez suma otra arista: la vuelta de Pedro Sánchez al liderazgo del PSOE como “soplo renovado en la agenda social” (sic) en condiciones geoestratégicas protagonizadas por un EEUU neoproteccionista y por el empuje excesivamente tecnócrata de las instituciones comunitarias, aproximándonos más a un escenario dominado por las elites que por una democracia entendida en términos de ejercicio de la razón pública.
En conjunto, ¡Abajo el sistema! constituye un estudio pertinente sobre un proceso político orientado a una “reforma sistémica del EB” que, bien podría interpretarse en clave de destrucción de sus estructuras fundamentales.
Si los méritos principales del libro podrían ligarse a la reconstrucción empírica del modo en que el giro neoliberal operó en diversas áreas del estado, tanto la sobreabundancia de datos y cifras como el análisis centrado principalmente en una dimensión macroeconómica limitan, quizás excesivamente, su público.
La propia estrategia argumentativa pierde parte de su eficacia en su primacía de series estadísticas que, si bien corroboran las hipótesis iniciales, restan fluidez al planteamiento global.
También podría señalarse que esta primacía cuantitativa contrasta con la escueta indagación teórica del propio concepto de “estado de bienestar”, así como su historización no sólo en el contexto español sino en el contexto de la guerra fría y su significación política en el período de la posguerra frente al fantasma del comunismo.
Dicho de otra manera: la reconstrucción histórico-conceptual del devenir del EB requiere, como uno de sus momentos centrales, ser puesto en relación con la existencia y legitimación del capitalismo en el siglo XX y, en particular, con una versión social-demócrata del mismo nacido de la confrontación ideológica con la URSS.
Dicha reconstrucción permitiría matizar los objetivos mismos del EB, comenzando por su presunta búsqueda de revertir la desigualdad social. En este sentido, el enfoque de Campos Suárez ganaría en profundidad con un estudio más amplio sobre las condiciones económico-financieras y político-ideológicas que han permitido el desarrollo y consolidación del EB en el contexto europeo, incluyendo a nivel externo sus políticas coloniales (con respecto a otros países e incluso con respecto a otros continentes) y la circunscripción de sus políticas de bienestar a una ciudadanía territorialmente delimitada.
Dicho estudio, a mi entender, permitiría un análisis crítico no sólo con respecto a su constitución histórica, sino también con respecto a sus limitaciones reales al momento de construir igualdad social de forma efectiva.
De manera análoga, convendría preguntar si las actuales reformas en curso están reconfigurando el EB como tal o si más bien están produciendo cambios estructurales que implican su destrucción sistémica y la reconstitución de los estados-nación bajo parámetros técnico-administrativos orientados por el recetario neoliberal.
Al fin de cuentas, ¿en qué sentido cabe seguir refiriéndose al actual estado español como «estado benefactor», máxime cuando ha desmontado una parte relevante de sus estructuras y prestaciones, incluyendo su participación como agente económico directo mediante la gestión de empresas públicas?
No cabe descartar, pues, que en el actual umbral histórico estemos asintiendo a la reconfiguración del estado acorde a una versión neoliberal que se ha desentendido de las grandes desigualdades sociales. Llamar a esa forma estatal “estado de bienestar” no parece más que un abuso de lenguaje, más próximo al sueño socialdemócrata (en franca retirada de las instituciones europeas) que a las aspiraciones políticas de un bloque hegemónico de poder que ha decidido dar las espaldas al bienestar colectivo (en el que tampoco cuentan los millones de personas inmigrantes que residen actualmente en España, como no sea en tanto mano de obra barata en mercados precarizados y, en el mejor de los casos, como contribuyentes).
En ese sentido, tampoco cabe descartar que el “soplo renovado de Pedro Sánchez” no sea más que un efecto de este espejismo inercial donde todavía se tiende a ver como EB un “estado mínimo” (reducido en sus funciones redistributivas y ampliado en sus funciones represivas). Por lo demás, en este eje que pone en relación estado de bienestar y capitalismo, sería pertinente un análisis más exhaustivo de los grandes beneficiarios de la crisis iniciada en 2008, especialmente aquellos agentes económico-financieros que han sido perceptores de una transferencia millonaria, sin precedentes, de recursos públicos operada por los gobiernos nacionales de la última década.
Semejante análisis, en última instancia, permitiría evitar no sólo el riesgo de idealizar la “edad de oro” del EB sino el propio «estado de bienestar», en tanto dispositivo sistémico de reproducción del capitalismo, sostenido sobre un orden internacional desigual e injusto que, históricamente, es el trasfondo que ha permitido que un proyecto estatal semejante haya sido sustentable.
Si es el neoliberalismo quien se ha consolidado sobre la base de esta destrucción sistémica del EB, por otra parte no parece haber demasiado lugar para el optimismo social-demócrata, especialmente cuando desde hace varias décadas los márgenes de maniobra de los estados-nación resultan estrechos, ligados a su fuerte dependencia económico-financiera con respecto a las instituciones públicas europeas así como al mito intocable de la “economía de mercado” como fundamento del sistema actual.
Pero incluso si la viabilidad económica del estado de bienestar en un contexto de crisis estuviera fuera de duda, un proyecto político de este tipo colisiona frontalmente con una troika europea alineada a los intereses del capital trasnacional más concentrado.
En cualquier caso, ¡Abajo el sistema! constituye una tentativa bien documentada sobre el arrase político que, entre el estupor y la indignación, hemos vivido de forma especialmente dramática estos años, sin vislumbrar siquiera sus posibles desenlaces. En esa incertidumbre, conocer mejor nuestra historia política y económica reciente puede contribuir a inventar una salida diferente a las aporías del presente.