La mayoría de los modelos sobre cambio climático usados para proyectar escenarios futuros subestiman la gravedad de los impactos en importantes sectores como la agricultura, la vegetación terrestre y la mortalidad humana causada por las olas de calor, según una investigación que publica la revista Nature Communications.
En este trabajo, firmado por medio centenar de científicos de 42 instituciones, y que tiene como primer autor a Jacob Schewe, de la Universidad de Postdam (Alemania), se ha evaluado, sistemáticamente y por vez primera, cómo los modelos actuales que evalúan el impacto climático por sectores son capaces de reflejar el impacto de las condiciones climáticas extremas.
Para ello, han tomado como caso de estudio la ola de calor y sequía ocurrida en Europa en 2003, el evento climático más extremo de los observados hasta la fecha. Este evento afectó de forma intensa al este y centro de Europa, y sus impactos están bien documentados.
En verano de 2003 se registraron temperaturas anormalmente altas, especialmente durante junio y agosto, que afectaron a amplias zonas del centro y el oeste de Europa. La temperatura media en Europa subió en 2ºC, llegando a ser 5º C por encima de la media a nivel regional.
Esta ola de calor vino acompañada de graves sequías debido a la escasez de lluvias, lo que aumentó la intensidad de la ola de calor, que tuvo numerosos impactos sobre el medio ambiente, la economía y la salud.
Impactos subestimados
Los resultados muestran que los datos de impacto documentados de la ola de calor no necesariamente coinciden con los impactos que se obtienen en las proyecciones de los modelos sectoriales.
La mayoría de estos modelos sectoriales modelos subestiman la gravedad de los impactos en importantes sectores como la agricultura, la vegetación terrestre y la mortalidad humana. Otros modelos sobreestiman los efectos sobre los recursos hídricos y la energía hidroeléctrica en algunas cuencas. Además, existe una gran variabilidad entre los modelos de impacto climático.
La coautora Marta Coll, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona, explica al respecto que estos resultados se observan también en los ecosistemas marinos. En este caso, la literatura, los datos y los modelos parecen coincidir en que el evento extremo de 2003 afectó los parámetros físicos del océano, así como a la producción primaria, pero la señal no se propagó hacia los niveles tróficos superiores a gran escala de forma inmediata. Esto podría ser también porque el evento fue demasiado breve o demasiado débil como para causar un cambio significativo en los niveles tróficos superiores.
Otra razón puede ser que el calentamiento puede actuar sobre la biomasa de peces y otros organismos marinos de dos maneras opuestas: por un lado, las temperaturas más altas tienden a aumentar la cantidad de alimento que los peces necesitan para mantener las tasas de crecimiento, así como su mortalidad por depredación, enfermedad o senescencia. Por otro lado, a corto plazo el calentamiento aumenta el crecimiento del fitoplancton, que tiene un efecto positivo sobre la biomasa de peces. Así pues, el efecto neto pudo ser pequeño.
En este trabajo, firmado por medio centenar de científicos de 42 instituciones, y que tiene como primer autor a Jacob Schewe, de la Universidad de Postdam (Alemania), se ha evaluado, sistemáticamente y por vez primera, cómo los modelos actuales que evalúan el impacto climático por sectores son capaces de reflejar el impacto de las condiciones climáticas extremas.
Para ello, han tomado como caso de estudio la ola de calor y sequía ocurrida en Europa en 2003, el evento climático más extremo de los observados hasta la fecha. Este evento afectó de forma intensa al este y centro de Europa, y sus impactos están bien documentados.
En verano de 2003 se registraron temperaturas anormalmente altas, especialmente durante junio y agosto, que afectaron a amplias zonas del centro y el oeste de Europa. La temperatura media en Europa subió en 2ºC, llegando a ser 5º C por encima de la media a nivel regional.
Esta ola de calor vino acompañada de graves sequías debido a la escasez de lluvias, lo que aumentó la intensidad de la ola de calor, que tuvo numerosos impactos sobre el medio ambiente, la economía y la salud.
Impactos subestimados
Los resultados muestran que los datos de impacto documentados de la ola de calor no necesariamente coinciden con los impactos que se obtienen en las proyecciones de los modelos sectoriales.
La mayoría de estos modelos sectoriales modelos subestiman la gravedad de los impactos en importantes sectores como la agricultura, la vegetación terrestre y la mortalidad humana. Otros modelos sobreestiman los efectos sobre los recursos hídricos y la energía hidroeléctrica en algunas cuencas. Además, existe una gran variabilidad entre los modelos de impacto climático.
La coautora Marta Coll, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Barcelona, explica al respecto que estos resultados se observan también en los ecosistemas marinos. En este caso, la literatura, los datos y los modelos parecen coincidir en que el evento extremo de 2003 afectó los parámetros físicos del océano, así como a la producción primaria, pero la señal no se propagó hacia los niveles tróficos superiores a gran escala de forma inmediata. Esto podría ser también porque el evento fue demasiado breve o demasiado débil como para causar un cambio significativo en los niveles tróficos superiores.
Otra razón puede ser que el calentamiento puede actuar sobre la biomasa de peces y otros organismos marinos de dos maneras opuestas: por un lado, las temperaturas más altas tienden a aumentar la cantidad de alimento que los peces necesitan para mantener las tasas de crecimiento, así como su mortalidad por depredación, enfermedad o senescencia. Por otro lado, a corto plazo el calentamiento aumenta el crecimiento del fitoplancton, que tiene un efecto positivo sobre la biomasa de peces. Así pues, el efecto neto pudo ser pequeño.
Importantes implicaciones
Las diferencias entre lo observado y lo proyectado por los modelos tienen importantes implicaciones para las evaluaciones económicas basadas en estas proyecciones, según los investigadores.
Significa, también, que los riesgos a los que se enfrentará la sociedad por futuros eventos climáticos extremos podrían ser mayores de lo que se había pensado hasta ahora.
Aunque la ola de calor del 2003 fue un evento excepcional en el registro histórico, el aumento del calentamiento global puede hacer que eventos como este se vuelvan más frecuentes en el futuro.
Por esta razón, que los modelos sean capaces de estimar acertadamente los daños derivados de eventos extremos es esencial para evaluar los futuros impactos del cambio climático, concluyen los investigadores.
Las diferencias entre lo observado y lo proyectado por los modelos tienen importantes implicaciones para las evaluaciones económicas basadas en estas proyecciones, según los investigadores.
Significa, también, que los riesgos a los que se enfrentará la sociedad por futuros eventos climáticos extremos podrían ser mayores de lo que se había pensado hasta ahora.
Aunque la ola de calor del 2003 fue un evento excepcional en el registro histórico, el aumento del calentamiento global puede hacer que eventos como este se vuelvan más frecuentes en el futuro.
Por esta razón, que los modelos sean capaces de estimar acertadamente los daños derivados de eventos extremos es esencial para evaluar los futuros impactos del cambio climático, concluyen los investigadores.
Referencia
State-of-the-art global models underestimateimpacts from climate extremes. Jacob Schewe et alia. Nature Communicationsvolume 10, Article number: 1005 (2019). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-019-08745-6
State-of-the-art global models underestimateimpacts from climate extremes. Jacob Schewe et alia. Nature Communicationsvolume 10, Article number: 1005 (2019). DOI:https://doi.org/10.1038/s41467-019-08745-6