Linda Weiss (izquierda), Leonie Pötter y Ralph Tollrian, los autores de esta investigación. © RUB, Marquard.
Aunque es bien conocido que las emisiones de CO2 provocan la acidificación de los océanos, una nueva investigación ha demostrado que, de forma diferente, las emisiones de dióxido de carbono acidifican también los lagos y ríos.
Los océanos terrestres absorben alrededor del 40% de todo el dióxido de carbono (CO2) emitido a la atmósfera. Este CO2 acidifica el agua salada, que como consecuencia daña a la fauna marina, especialmente a los moluscos, mediante un fenómeno llamado acidificación de los océanos. Ahora sabemos que no sólo los océanos sufren las consecuencias de las emisiones de CO2, ya que el agua dulce también se ve afectada.
Esta nueva investigación señala que, durante un período de 35 años, cuatro embalses de Alemania han visto un aumento significativo de las cantidades de CO2 en sus aguas y una disminución de su PH de alrededor 0,3 (el pH varía de 1 a 14, 1 siendo el más ácido y 14 el más básico).
Los investigadores han analizado los datos recogidos entre 1981 y 2015 por la agencia local de la cuenca del Ruhr, una de las áreas metropolitanas más pobladas de Alemania, que analiza el agua potable. Así han podido observar los crecientes niveles de CO2 teniendo en cuenta los cambios de temperatura, la densidad del agua, el pH, la distribución de especies iónicas y el contenido inorgánico total.
Y han concluido que, aunque los sistemas de agua dulce absorben el CO2 de forma diferente a como lo hacen los océanos, el resultado sobre la vida acuática también es negativo.
El equipo de investigación se ha centrado en los efectos de esta acidificación sobre pequeños crustáceos de agua dulce, especialmente las pulgas de agua, científicamente conocidas con el nombre de Daphnia. En laboratorio, sometieron a estos animales a niveles de CO2 ligeramente superiores al nivel máximo observado en agua dulce en el mundo, alrededor de 60%.
Si en los estudios oceánicos la acidificación afecta a la capacidad de los animales de formar caparazones, estos investigadores han apreciado que en agua dulce estos pequeños crustáceos son menos capaces de detectar a depredadores y de defenderse cuando están expuestos a mayores niveles de CO2.
Los océanos terrestres absorben alrededor del 40% de todo el dióxido de carbono (CO2) emitido a la atmósfera. Este CO2 acidifica el agua salada, que como consecuencia daña a la fauna marina, especialmente a los moluscos, mediante un fenómeno llamado acidificación de los océanos. Ahora sabemos que no sólo los océanos sufren las consecuencias de las emisiones de CO2, ya que el agua dulce también se ve afectada.
Esta nueva investigación señala que, durante un período de 35 años, cuatro embalses de Alemania han visto un aumento significativo de las cantidades de CO2 en sus aguas y una disminución de su PH de alrededor 0,3 (el pH varía de 1 a 14, 1 siendo el más ácido y 14 el más básico).
Los investigadores han analizado los datos recogidos entre 1981 y 2015 por la agencia local de la cuenca del Ruhr, una de las áreas metropolitanas más pobladas de Alemania, que analiza el agua potable. Así han podido observar los crecientes niveles de CO2 teniendo en cuenta los cambios de temperatura, la densidad del agua, el pH, la distribución de especies iónicas y el contenido inorgánico total.
Y han concluido que, aunque los sistemas de agua dulce absorben el CO2 de forma diferente a como lo hacen los océanos, el resultado sobre la vida acuática también es negativo.
El equipo de investigación se ha centrado en los efectos de esta acidificación sobre pequeños crustáceos de agua dulce, especialmente las pulgas de agua, científicamente conocidas con el nombre de Daphnia. En laboratorio, sometieron a estos animales a niveles de CO2 ligeramente superiores al nivel máximo observado en agua dulce en el mundo, alrededor de 60%.
Si en los estudios oceánicos la acidificación afecta a la capacidad de los animales de formar caparazones, estos investigadores han apreciado que en agua dulce estos pequeños crustáceos son menos capaces de detectar a depredadores y de defenderse cuando están expuestos a mayores niveles de CO2.
Mecanismo de defensa
Estos crustáceos forman una serie de mecanismos de defensa diferentes en presencia de depredadores: pueden cambiar de forma o mostrar pequeñas espinas alrededor de su cuello ante un depredador. Las pulgas de agua identifican a sus depredadores oliendo sus señales químicas, por así decirlo, y forman mecanismos de defensa apropiados. Esta táctica asegura la supervivencia a largo plazo de la población.
Los investigadores estudiaron dos especies de pulgas de agua en tres medios de cultivo separados que diferían en términos de niveles de CO2 en el agua. A algunas de las muestras de pulgas les agregaron señales químicas que las pulgas de agua típicamente usan para detectar la presencia de depredadores. Posteriormente, registraron de qué manera reaccionaban a las señales químicas en diferentes condiciones de CO2.
Los resultados fueron los mismos para ambas especies: cuanto mayor es la concentración de CO2 en el medio de cultivo, más débil es la formación de los mecanismos de defensa de la pulga de agua.
Los investigadores suponen que el aumento de los niveles de CO2 interfiere con el sentido del olfato de las pulgas de agua, ya que con mayores concentraciones de CO2, su capacidad para detectar las señales químicas de los depredadores y, en consecuencia, su presencia, se ve afectada.
Muchos organismos de agua dulce dependen de su sentido del olfato", explica la investigadora principal, Linda Weiss, en un comunicado. Si ese sentido también se ve comprometido en otras especies debido al aumento de los niveles de CO2, este desarrollo podría tener consecuencias de gran alcance para todo el ecosistema. Se deben llevar a cabo estudios de seguimiento para determinar si la acidificación de los sistemas de agua dulce es un fenómeno global y de qué manera reaccionan otras especies al aumento de los niveles de CO2, concluye.
Estos crustáceos forman una serie de mecanismos de defensa diferentes en presencia de depredadores: pueden cambiar de forma o mostrar pequeñas espinas alrededor de su cuello ante un depredador. Las pulgas de agua identifican a sus depredadores oliendo sus señales químicas, por así decirlo, y forman mecanismos de defensa apropiados. Esta táctica asegura la supervivencia a largo plazo de la población.
Los investigadores estudiaron dos especies de pulgas de agua en tres medios de cultivo separados que diferían en términos de niveles de CO2 en el agua. A algunas de las muestras de pulgas les agregaron señales químicas que las pulgas de agua típicamente usan para detectar la presencia de depredadores. Posteriormente, registraron de qué manera reaccionaban a las señales químicas en diferentes condiciones de CO2.
Los resultados fueron los mismos para ambas especies: cuanto mayor es la concentración de CO2 en el medio de cultivo, más débil es la formación de los mecanismos de defensa de la pulga de agua.
Los investigadores suponen que el aumento de los niveles de CO2 interfiere con el sentido del olfato de las pulgas de agua, ya que con mayores concentraciones de CO2, su capacidad para detectar las señales químicas de los depredadores y, en consecuencia, su presencia, se ve afectada.
Muchos organismos de agua dulce dependen de su sentido del olfato", explica la investigadora principal, Linda Weiss, en un comunicado. Si ese sentido también se ve comprometido en otras especies debido al aumento de los niveles de CO2, este desarrollo podría tener consecuencias de gran alcance para todo el ecosistema. Se deben llevar a cabo estudios de seguimiento para determinar si la acidificación de los sistemas de agua dulce es un fenómeno global y de qué manera reaccionan otras especies al aumento de los niveles de CO2, concluye.
Referencia
Rising pCO2 in Freshwater Ecosystems Has the Potential to Negatively Affect Predator-Induced Defenses in Daphnia. Current Biology. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.cub.2017.12.022
Rising pCO2 in Freshwater Ecosystems Has the Potential to Negatively Affect Predator-Induced Defenses in Daphnia. Current Biology. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.cub.2017.12.022