EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE
La revista especializada en medioambiente Grist ofrece una visión idílica del futuro de nuestra civilización. Considera que la frontera entre lo biológico y lo sintético se diluirá en este siglo y que podremos editar el ADN y controlar mejor la biología de nuestros cuerpos.
Paralelamente, las máquinas se harán cada vez más biológicas e inteligentes, generando un ecosistema que puede ser el inicio de una nueva revolución industrial. En este escenario, las industrias químicas son sustituidas por micro-reactores biológicos y el internet de las cosas se inspira y se integra en la naturaleza.
La revista reconoce que este escenario sólo es posible si se produce la reconciliación entre ecologistas y tecnólogos, algo que hoy día parece bastante remoto.
Para apoyar su visión, Grist evoca el Manifiesto Ecomodernista, según el cual un buen atropoceno exige que los humanos empleen sus crecientes poderes sociales, económicos y tecnológicos para mejorar la vida de la gente, estabilizar el clima y proteger la naturaleza. El manifiesto es el resultado del trabajo de veintidós profesores de múltiples disciplinas que consideran que la Tierra ha entrado en una nueva era geológica: El antropoceno, la era de los humanos.
El planteamiento del Manifiesto y de Grist puede parecer ciertamente utópico, pero señala tal vez un giro en la cultura que implantó el Club de Roma en 1972, cuando al publicar su famoso informe “Los límites del crecimiento ” anticipó la inviabilidad en el tiempo del modelo industrial de desarrollo. Algo que ya es una evidencia y que pueda dar paso, tal vez, al ecomodernismo.
Paralelamente, las máquinas se harán cada vez más biológicas e inteligentes, generando un ecosistema que puede ser el inicio de una nueva revolución industrial. En este escenario, las industrias químicas son sustituidas por micro-reactores biológicos y el internet de las cosas se inspira y se integra en la naturaleza.
La revista reconoce que este escenario sólo es posible si se produce la reconciliación entre ecologistas y tecnólogos, algo que hoy día parece bastante remoto.
Para apoyar su visión, Grist evoca el Manifiesto Ecomodernista, según el cual un buen atropoceno exige que los humanos empleen sus crecientes poderes sociales, económicos y tecnológicos para mejorar la vida de la gente, estabilizar el clima y proteger la naturaleza. El manifiesto es el resultado del trabajo de veintidós profesores de múltiples disciplinas que consideran que la Tierra ha entrado en una nueva era geológica: El antropoceno, la era de los humanos.
El planteamiento del Manifiesto y de Grist puede parecer ciertamente utópico, pero señala tal vez un giro en la cultura que implantó el Club de Roma en 1972, cuando al publicar su famoso informe “Los límites del crecimiento ” anticipó la inviabilidad en el tiempo del modelo industrial de desarrollo. Algo que ya es una evidencia y que pueda dar paso, tal vez, al ecomodernismo.