Hay que apurarse, pues ya no quedan muchos días para poder asistir a una de las sorpresas de la temporada, esta inteligente (tragi)comedia escrita por un joven argentino de Santa Fé, Matías del Federico, y llevada con gran eficacia a escena por su compatriota Daniel Veronese, siguiendo un modelo de dirección de actores y de creación de espacios dramáticos (cómicos y trágicos) que ya practicara con eficacia hace unos años en El método Grönholm.
La trama recuerda al inicio de otra obra de éxito, Toc toc, una serie de personas desconocidas entre sí que se dan cita en la consulta de un psiquiatra ausente y que han de enfrentarse, entre ellos, a una sesión de terapia grupal “autogestionaria”; en este caso dirigida por unos sobres que van marcando los temas que se han de tratar en tan sorprendente como insólita sesión.
Se trata de tres parejas de mediana edad, cada una con diferentes problemas que van desde el miedo al compromiso, la depresión con un intento de suicidio, al hastío y la infidelidad tras veinte años de convivencia.
Todo ello va saliendo a la luz inducido por los “sobres” de la terapeuta y por la interrelación que comienza a tejerse entre los personajes, algunos ayudados por el güisqui que la psiquiatra ausente ha dispuesto generosamente en la consulta (y sobre todo alguna: la depresiva suicida, que tiene momentos delirantes que el público ríe y aplaude).
Al fondo, como marco cultural nada desdeñable, la situación recuerda el planteamiento del clásico de Sartre, A puerta cerrada; solo que, acaso, esta vez la conclusión no es que “el infierno son los otros”, sino “el otro”, la pareja.
La trama recuerda al inicio de otra obra de éxito, Toc toc, una serie de personas desconocidas entre sí que se dan cita en la consulta de un psiquiatra ausente y que han de enfrentarse, entre ellos, a una sesión de terapia grupal “autogestionaria”; en este caso dirigida por unos sobres que van marcando los temas que se han de tratar en tan sorprendente como insólita sesión.
Se trata de tres parejas de mediana edad, cada una con diferentes problemas que van desde el miedo al compromiso, la depresión con un intento de suicidio, al hastío y la infidelidad tras veinte años de convivencia.
Todo ello va saliendo a la luz inducido por los “sobres” de la terapeuta y por la interrelación que comienza a tejerse entre los personajes, algunos ayudados por el güisqui que la psiquiatra ausente ha dispuesto generosamente en la consulta (y sobre todo alguna: la depresiva suicida, que tiene momentos delirantes que el público ríe y aplaude).
Al fondo, como marco cultural nada desdeñable, la situación recuerda el planteamiento del clásico de Sartre, A puerta cerrada; solo que, acaso, esta vez la conclusión no es que “el infierno son los otros”, sino “el otro”, la pareja.
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'Acompañada' soledad
En palabras de su director, se trata de una obra que habla de "lo solo que se está en pareja, y de lo que uno llega a permitir para no estar solo", algo en lo que mucha gente puede reconocerse y por eso es fácil que se rían.
Una risa, a trancos, amortiguada por una muesca de inquietud, pues a pesar del chafarrinón y de la exageración, el espejo de la verdad, la imago vitae, de la que ya hablaban los clásicos, se siente latir todo el tiempo en esta taimada y divertida comedia dramática, valga el oxímoron.
Creo que el espectáculo va creciendo, que los actores están magníficos, interactúan con mucha solvencia y credibilidad, aupados por un público entregado y que, incluido el inesperado giro final, la obra funciona como un ensamblaje perfecto de denuncia, risa y mirada compasiva (o de acusación) sobre el aterido humano incapaz, como decía Pascal, de saber estar sentado tranquilo en una silla, en una habitación vacía.
Si pueden, no se la pierdan. A la salida nos recibía un Madrid otoñal y una fina llovizna. El público blandía sus paraguas satisfecho al abandonar un teatro abarrotado tras casi dos horas de diversión inteligente.
En palabras de su director, se trata de una obra que habla de "lo solo que se está en pareja, y de lo que uno llega a permitir para no estar solo", algo en lo que mucha gente puede reconocerse y por eso es fácil que se rían.
Una risa, a trancos, amortiguada por una muesca de inquietud, pues a pesar del chafarrinón y de la exageración, el espejo de la verdad, la imago vitae, de la que ya hablaban los clásicos, se siente latir todo el tiempo en esta taimada y divertida comedia dramática, valga el oxímoron.
Creo que el espectáculo va creciendo, que los actores están magníficos, interactúan con mucha solvencia y credibilidad, aupados por un público entregado y que, incluido el inesperado giro final, la obra funciona como un ensamblaje perfecto de denuncia, risa y mirada compasiva (o de acusación) sobre el aterido humano incapaz, como decía Pascal, de saber estar sentado tranquilo en una silla, en una habitación vacía.
Si pueden, no se la pierdan. A la salida nos recibía un Madrid otoñal y una fina llovizna. El público blandía sus paraguas satisfecho al abandonar un teatro abarrotado tras casi dos horas de diversión inteligente.
Referencia:
Obra: Bajo terapia.
Autor: Matías del Federico.
Dirección: Daniel Veronese.
Reparto: Gorka Otxoa, Manuela Velasco, Fele Martínez, Melani Olivares, Juan Carlos Vellido y Carmen Ruiz.
Próximas representaciones: En cartelera hasta el 4 de octubre de 2015 en Teatros del Canal (Madrid).
Obra: Bajo terapia.
Autor: Matías del Federico.
Dirección: Daniel Veronese.
Reparto: Gorka Otxoa, Manuela Velasco, Fele Martínez, Melani Olivares, Juan Carlos Vellido y Carmen Ruiz.
Próximas representaciones: En cartelera hasta el 4 de octubre de 2015 en Teatros del Canal (Madrid).