Cartel de la obra. Fuente: Teatro La Latina.
Un público variopinto se da cita en una calurosa tarde del solsticio madrileño a las puertas del Teatro La Latina : Chicas jóvenes con distintivos especiales, como de asistentes a un congreso o acreditados para un mitin, y vestidas para una graduación; familias de provincias, señores mayores, amantes del teatro “de toda la vida”, fans de los actores por su indudable tirón televisivo y mediático, y hasta algún enamorado del teatro y la narrativa de Anton Chéjov, uno de los más grandes autores del siglo XX.
Chéjov fue un revelador de los recovecos más íntimos del alma, de las contradicciones, anhelos y querencias de los seres humanos, a los que indagó con una estética quasi esperpéntica, quiere decirse, desde arriba (en su calidad de marionetas), con una mirada compasiva que extrae siempre, junto al aguijón de la sátira, el árnica de la filantropía.
Una vez más, el mejor cuentista ruso, y uno de los grandes dramaturgos del siglo XX, se concita en escena, pero esta vez no con una obra canónica, sino con un centón de textos humorísticos que publicó en su juventud, bajo el seudónimo de Antosha Chejonte.
Textos incisivos
Se trata de unos textos muy incisivos, chispeantes, profundamente divertidos, en los que el gran escritor saca partido a las contradicciones del ser humano cuando sobre la razón priman las emociones o, por debajo de la apariencia estereotipada de la costumbre, relumbra de súbito un rasgo inquietante (y ridículo) de locura.
Se trata de cinco escenas (conformando así la clásica partición en cinco actos) enmarcadas como un diálogo de dos viejos “fantasmas del teatro” que recuerdan otros tiempos, de gloria, y en los que homenajean al público, a los actores y a una manera de hacer, curiosamente, “a la italiana”, que luego fue rechazada por el propio Chejov en sus obras mayores siguiendo las directrices de su amigo Stanislawsky y su método de la cuarta pared, pared que, en esta representación de obras juveniles, no tanto ha caído sino, pensamos, no se había edificado todavía.
Chéjov fue un revelador de los recovecos más íntimos del alma, de las contradicciones, anhelos y querencias de los seres humanos, a los que indagó con una estética quasi esperpéntica, quiere decirse, desde arriba (en su calidad de marionetas), con una mirada compasiva que extrae siempre, junto al aguijón de la sátira, el árnica de la filantropía.
Una vez más, el mejor cuentista ruso, y uno de los grandes dramaturgos del siglo XX, se concita en escena, pero esta vez no con una obra canónica, sino con un centón de textos humorísticos que publicó en su juventud, bajo el seudónimo de Antosha Chejonte.
Textos incisivos
Se trata de unos textos muy incisivos, chispeantes, profundamente divertidos, en los que el gran escritor saca partido a las contradicciones del ser humano cuando sobre la razón priman las emociones o, por debajo de la apariencia estereotipada de la costumbre, relumbra de súbito un rasgo inquietante (y ridículo) de locura.
Se trata de cinco escenas (conformando así la clásica partición en cinco actos) enmarcadas como un diálogo de dos viejos “fantasmas del teatro” que recuerdan otros tiempos, de gloria, y en los que homenajean al público, a los actores y a una manera de hacer, curiosamente, “a la italiana”, que luego fue rechazada por el propio Chejov en sus obras mayores siguiendo las directrices de su amigo Stanislawsky y su método de la cuarta pared, pared que, en esta representación de obras juveniles, no tanto ha caído sino, pensamos, no se había edificado todavía.
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Música en vivo y toque clown
La primera de esta obritas, la más profunda, la menos divertida, trata de cómo un don Juan de provincias (un Álvaro Mesía eslavo) seduce a la mujer de su amigo a través del relato del propio marido.
La segunda retrata de manera muy incisiva las relaciones entre señores y criados. La cuarta escenifica una pedida de manos surrealista. El ritmo de los propios actores (sensacionales los cinco) va in crescendo hacia el paroxismo esperpéntico de las dos últimas obritas. La entrega y complicidad de los mismos fue premiada cordialmente con un público puesto en pie que había venido a divertirse y lo había conseguido con creces.
Si hemos de subrayar aciertos, constatemos el de la música en vivo, con ese piano circense y el toque clown que tienen, en sus intervenciones, tanto Hector Alterio como Fernando Tejero.
Adriana Ozores está en un momento sensacional y reina en sus escenas, perfectamente replicados por Malena Alterio y Enric Benavent.
Entre los cinco representan con solvencia, y complicidad, a una veintena de personajes. Nada que objetar, salvo el calor en la cola de espera para ver esta profunda y divertida adaptación. Chéjov sigue vivo. En Madrid anochece y uno se vuelve más feliz a casa.
La primera de esta obritas, la más profunda, la menos divertida, trata de cómo un don Juan de provincias (un Álvaro Mesía eslavo) seduce a la mujer de su amigo a través del relato del propio marido.
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Entre los cinco representan con solvencia, y complicidad, a una veintena de personajes. Nada que objetar, salvo el calor en la cola de espera para ver esta profunda y divertida adaptación. Chéjov sigue vivo. En Madrid anochece y uno se vuelve más feliz a casa.
Referencia:
Obra: Atchúusss!!!!
Autor: Enric Benavent y Carles Alfaro (sobre textos humorísticos de Antón Chéjov).
Dirección: Carles Alfaro.
Reparto: Adriana Ozores, Malena Alterio, Fernando Tejero, Ernesto Alterio y Enric Benavent.
Próximas representaciones: Teatro La Latina de Madrid, hasta el 12 de julio de 2015.
Obra: Atchúusss!!!!
Autor: Enric Benavent y Carles Alfaro (sobre textos humorísticos de Antón Chéjov).
Dirección: Carles Alfaro.
Reparto: Adriana Ozores, Malena Alterio, Fernando Tejero, Ernesto Alterio y Enric Benavent.
Próximas representaciones: Teatro La Latina de Madrid, hasta el 12 de julio de 2015.