Cataluña y España desempeñan un papel moderado en la lucha contra el Estado Islámico, después de que Zapatero retirara sus tropas de Irak, pero ello no ha impedido que ocurra el atentado de Barcelona. Cambrils, en Tarragona, ha estado a punto de amplificar la tragedia.
La explicación la desvela Anthony Bellanger: el atentado va dirigido a la juventud europea en sus momentos de diversión y Barcelona es uno de los primeros destinos turísticos de Europa, la cuarta ciudad más visitada.
Además, es el vivero del radicalismo islamista, donde se desarticulan constantemente células yihadistas. Como destaca El Mundo, Barcelona es, junto a Ceuta, Madrid y Melilla, una de las principales ciudades en las que el radicalismo islámico ha encontrado sus adeptos, tanto nacionales como extranjeros.
Los métodos no han cambiado desde julio de 2016: vehículos que atropellan a la población a través de Europa, matando a más de 100 personas en Niza, Berlín, Londres y Estocolmo. Barcelona se añade ahora a la lista con 14 muertos y más de 100 heridos.
Barcelona, sede de la Exposición Universal de 1888, de la Exposición Internacional de 1929, de los Juegos Olímpicos de 1992 y del Fórum Universal de las Culturas 2004, es también, paradójicamente, la sede del secretariado de la Unión para el Mediterráneo, una organización intergubernamental que reúne a 43 países: 28 Estados miembros de la UE y 15 países del sur y del este del Mediterráneo para forjar un escenario euroafricano común.
A este pasado y a este futuro alcanza también el atentado de Las Ramblas. Toda una declaración artificial de guerra a un proyecto poliédrico asentado en Barcelona que nos salpica y obliga a reflexionar una vez más sobre los orígenes de esta campaña de terror porque, como escribe El Periódico de Catalunya, sin la guerra de Siria, sin el conflicto israelo-palestino, sin la tolerancia occidental con las autocracias árabes, sin la invasión de Irak, es imposible comprender esta yihad diseminada, urbana y de escasos recursos que sólo provoca dolor, un infinito dolor, y que está abocada al fracaso, como cualquier tipo de violencia.
La explicación la desvela Anthony Bellanger: el atentado va dirigido a la juventud europea en sus momentos de diversión y Barcelona es uno de los primeros destinos turísticos de Europa, la cuarta ciudad más visitada.
Además, es el vivero del radicalismo islamista, donde se desarticulan constantemente células yihadistas. Como destaca El Mundo, Barcelona es, junto a Ceuta, Madrid y Melilla, una de las principales ciudades en las que el radicalismo islámico ha encontrado sus adeptos, tanto nacionales como extranjeros.
Los métodos no han cambiado desde julio de 2016: vehículos que atropellan a la población a través de Europa, matando a más de 100 personas en Niza, Berlín, Londres y Estocolmo. Barcelona se añade ahora a la lista con 14 muertos y más de 100 heridos.
Barcelona, sede de la Exposición Universal de 1888, de la Exposición Internacional de 1929, de los Juegos Olímpicos de 1992 y del Fórum Universal de las Culturas 2004, es también, paradójicamente, la sede del secretariado de la Unión para el Mediterráneo, una organización intergubernamental que reúne a 43 países: 28 Estados miembros de la UE y 15 países del sur y del este del Mediterráneo para forjar un escenario euroafricano común.
A este pasado y a este futuro alcanza también el atentado de Las Ramblas. Toda una declaración artificial de guerra a un proyecto poliédrico asentado en Barcelona que nos salpica y obliga a reflexionar una vez más sobre los orígenes de esta campaña de terror porque, como escribe El Periódico de Catalunya, sin la guerra de Siria, sin el conflicto israelo-palestino, sin la tolerancia occidental con las autocracias árabes, sin la invasión de Irak, es imposible comprender esta yihad diseminada, urbana y de escasos recursos que sólo provoca dolor, un infinito dolor, y que está abocada al fracaso, como cualquier tipo de violencia.