El 20 de julio de 1969, un ser humano llamado Neil Armstrong pisó por primera vez la Luna. Ahora, justo 45 años más tarde, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos, más conocida como NASA, publica sus intenciones de abrir “un nuevo horizonte”.
“La trayectoria humana a Marte, una vez más, cambiará el curso de la historia”, señala la web de esta institución. El camino hacia el planeta rojo se habría iniciado ya, a unos 250 kilómetros sobre nuestras cabezas, en la Estación Espacial Internacional. En esta, “los astronautas están llevando a cabo cientos de experimentos, imposibles en la Tierra, para comprender cómo podrían los seres humanos vivir, trabajar y prosperar durante periodos prolongados de tiempo en el espacio”.
Por otra parte, se señala que, para poder enviar seres humanos al espacio profundo y devolverlos a la Tierra de forma segura, los ingenieros están desarrollando nuevas posibilidades de transporte espacial, como la nave espacial Orion y el Transbordador SLS.
La nave Orion cambió de nombre hace unos años, tras la cancelación del Proyecto Constelación en la que se enmarcaba su desarrollo como consecuencia de los recortes presupuestarios de la administración Obama. Ahora, es conocida como Vehículo de Traslado Multi Propósito o MPCV.
Su creación sigue adelante en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA), que diseñará y fabricará el módulo de servicio de la nave. El Proyecto Constelación planeaba enviar exploradores a la Luna en 2019 y más adelante a Marte y otros destinos del Sistema Solar.
En cuanto al Transbordador SLS, este es un proyecto de lanzadera iniciado en 2010 y como sucesor del anterior Transbordador STS, cuyo programa finalizó su vida operativa en 2011.
Paradas a mitad de trayecto
La NASA contempla, por otra parte, aprovechar “los asteroides cercanos a la Tierra (…) para probar nuevas tecnologías y capacidades que se necesitarán en futuras misiones tripuladas a Marte”.
Por eso, alrededor de 2019, planea lanzar una misión robótica que alcanzará un asteroide cercano a nuestro planeta. Esa nave capturará al asteroide en su totalidad o recuperará una roca de él, si el asteroide es demasiado grande, para a continuación redirigirlo (el asteroide o una de sus partes) hacia una órbita estable, alrededor de la luna.
Más adelante, se calcula que a mediados de la década de 2020, los astronautas que viajen a bordo de Orion o MPCV, que habrá sido lanzada por el Transbordador SLS ya mencionado, explorarán ese asteroide y regresarán a la Tierra con muestras.
Los responsables de la NASA esperan que esta prueba espacial con humanos permita hacer importantes avances que se usarán posteriormente en el envío de humanos a Marte de forma segura.
También creen que este viaje humano a un asteroide posibilitará que los astronautas practiquen en actividades que luego les resultarán necesarias en el planeta rojo, como caminar por el espacio o afrontar potenciales retrasos en la comunicación con la Tierra, debidos a la distancia.
“La trayectoria humana a Marte, una vez más, cambiará el curso de la historia”, señala la web de esta institución. El camino hacia el planeta rojo se habría iniciado ya, a unos 250 kilómetros sobre nuestras cabezas, en la Estación Espacial Internacional. En esta, “los astronautas están llevando a cabo cientos de experimentos, imposibles en la Tierra, para comprender cómo podrían los seres humanos vivir, trabajar y prosperar durante periodos prolongados de tiempo en el espacio”.
Por otra parte, se señala que, para poder enviar seres humanos al espacio profundo y devolverlos a la Tierra de forma segura, los ingenieros están desarrollando nuevas posibilidades de transporte espacial, como la nave espacial Orion y el Transbordador SLS.
La nave Orion cambió de nombre hace unos años, tras la cancelación del Proyecto Constelación en la que se enmarcaba su desarrollo como consecuencia de los recortes presupuestarios de la administración Obama. Ahora, es conocida como Vehículo de Traslado Multi Propósito o MPCV.
Su creación sigue adelante en colaboración con la Agencia Espacial Europea (ESA), que diseñará y fabricará el módulo de servicio de la nave. El Proyecto Constelación planeaba enviar exploradores a la Luna en 2019 y más adelante a Marte y otros destinos del Sistema Solar.
En cuanto al Transbordador SLS, este es un proyecto de lanzadera iniciado en 2010 y como sucesor del anterior Transbordador STS, cuyo programa finalizó su vida operativa en 2011.
Paradas a mitad de trayecto
La NASA contempla, por otra parte, aprovechar “los asteroides cercanos a la Tierra (…) para probar nuevas tecnologías y capacidades que se necesitarán en futuras misiones tripuladas a Marte”.
Por eso, alrededor de 2019, planea lanzar una misión robótica que alcanzará un asteroide cercano a nuestro planeta. Esa nave capturará al asteroide en su totalidad o recuperará una roca de él, si el asteroide es demasiado grande, para a continuación redirigirlo (el asteroide o una de sus partes) hacia una órbita estable, alrededor de la luna.
Más adelante, se calcula que a mediados de la década de 2020, los astronautas que viajen a bordo de Orion o MPCV, que habrá sido lanzada por el Transbordador SLS ya mencionado, explorarán ese asteroide y regresarán a la Tierra con muestras.
Los responsables de la NASA esperan que esta prueba espacial con humanos permita hacer importantes avances que se usarán posteriormente en el envío de humanos a Marte de forma segura.
También creen que este viaje humano a un asteroide posibilitará que los astronautas practiquen en actividades que luego les resultarán necesarias en el planeta rojo, como caminar por el espacio o afrontar potenciales retrasos en la comunicación con la Tierra, debidos a la distancia.
Al espacio en busca de respuestas
“Marte nos impulsa a explorar. Las misiones a Marte podrían responder algunas de las preguntas fundamentales de la humanidad: ¿Existe vida fuera de la Tierra? ¿Podrían los humanos vivir en Marte en el futuro?”, se cuestiona la NASA.
Según la institución, la búsqueda de la respuesta a estas preguntas bien merece el riesgo y los costes que conlleva. La próxima década resultará crucial: en diciembre de este mismo año, se llevará a cabo el primer vuelo de prueba de Orión. En 2015, la misión New Horizons volará a Plutón; y 2016 verá el lanzamiento de otros dos misiones a Marte: InSight y el orbitador ExoMars de la ESA.
Por otro lado, a finales de 2017, empresas comerciales de Estados Unidos comenzarán a mandar astronautas a la EEI; y en 2018 se probará el SLS y Orion, y se pondrá en marcha el Telescopio Espacial James Webb, para ver la luz de las primeras estrellas del universo.
En 2019, se lanzará la nave espacial robótica para capturar y redirigir un asteroide, que será luego investigado por los humanos, en la década de 2020. La Por último, la Agencia calcula que los primeros astronautas pondrán pie en Marte en las dos próximas décadas.
“Marte nos impulsa a explorar. Las misiones a Marte podrían responder algunas de las preguntas fundamentales de la humanidad: ¿Existe vida fuera de la Tierra? ¿Podrían los humanos vivir en Marte en el futuro?”, se cuestiona la NASA.
Según la institución, la búsqueda de la respuesta a estas preguntas bien merece el riesgo y los costes que conlleva. La próxima década resultará crucial: en diciembre de este mismo año, se llevará a cabo el primer vuelo de prueba de Orión. En 2015, la misión New Horizons volará a Plutón; y 2016 verá el lanzamiento de otros dos misiones a Marte: InSight y el orbitador ExoMars de la ESA.
Por otro lado, a finales de 2017, empresas comerciales de Estados Unidos comenzarán a mandar astronautas a la EEI; y en 2018 se probará el SLS y Orion, y se pondrá en marcha el Telescopio Espacial James Webb, para ver la luz de las primeras estrellas del universo.
En 2019, se lanzará la nave espacial robótica para capturar y redirigir un asteroide, que será luego investigado por los humanos, en la década de 2020. La Por último, la Agencia calcula que los primeros astronautas pondrán pie en Marte en las dos próximas décadas.
Sobre la conquista comercial de la Luna
Con motivo del 45 aniversario de la llegada del ser humano a la Luna, hemos tenido la oportunidad de conocer algunas otras curiosidades, en este caso no del planeta rojo, sino de nuestro propio satélite.
Tal y como explica la periodista Laura Chaparro en la plataforma Sinc en la actualidad existe un proyecto de ley en EEUU que persigue declarar parques nacionales a todos los lugares en los que aterrizaron las naves Apolo, entre 1969 y 1972.
El proyecto pretende así proteger los lugares lunares que tocaron las Apolo de iniciativas comerciales o de naciones con capacidad para alunizar, como China. Pero no todo el mundo lo ve con buenos ojos.
“Si este proyecto se convierte en ley y establece una propiedad y jurisdicción permanente y exclusiva de estos lugares lunares, con el control de Estados Unidos, podría considerarse contrario a la prohibición de apropiación del Tratado de la ONU”, ha advertido a Sinc Ram Jakhu, director asociado del Centro de Investigación del Aire y el Derecho Espacial (Canadá).
En su artículo II, el Tratado establece que el espacio ultraterrestre, incluida la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera. Por tanto, esta posición que podría enfrentar a EEUU con otros Estados.
Otros, en cambio, se muestran partidarios del proyecto. Es el caso del antropólogo de la Universidad Penn State (EEUU) Pete J. Capelotti, autor del libro La Arqueología Humana del Espacio (2010), que señala que, de esta manera, la luna se protegería “del deterioro ambiental y de los efectos de la exploración futura, las visitas y una potencial explotación”.
Entretanto, el empresario estadounidense Dennis Hope, sigue afirmando sin pudor que la Luna le pertenece desde 1980 –fecha en que, alega, encontró una laguna en el derecho internacional que le permite reclamar la plena soberanía del satélite (el Tratado de la ONU de 1967 mantiene que los objetos espaciales no pueden ser propiedad nacional)-.
Hope asegura que escribió una carta a la ONU solicitando la propiedad de forma individual de la Luna, los ocho planetas y sus satélites y que, al no obtener respuesta, ha asumido que es el dueño. Desde entonces, se ha dedicado a vender "parcelas lunares” a 37 dólares por cada 0.4 hectáreas.
El reportaje inevitablemente hace pensar en lo que ocurrirá cuando el ser humano alcance Marte. Quizá no vuelva a pisarlo, como hace décadas que no se ha vuelto a la Luna, o tal vez pase a explotarlo de forma desmesurada, como se ha hecho con la Tierra.
A este dilema ético no hace mención la NASA. El que sí se ha planteado ya, en cambio, es el del riesgo que entrañan los viajes a Marte para la salud de los astronautas, pues es sabido que serían altamente peligrosos por las radiaciones -un humano absorbería en el viaje de ida y vuelta al planeta rojo una cantidad de radiación más de seis veces mayor a la recomendada en la Tierra durante un año- y por el altísimo grado de sedentarismo, entre otros factores.
Con motivo del 45 aniversario de la llegada del ser humano a la Luna, hemos tenido la oportunidad de conocer algunas otras curiosidades, en este caso no del planeta rojo, sino de nuestro propio satélite.
Tal y como explica la periodista Laura Chaparro en la plataforma Sinc en la actualidad existe un proyecto de ley en EEUU que persigue declarar parques nacionales a todos los lugares en los que aterrizaron las naves Apolo, entre 1969 y 1972.
El proyecto pretende así proteger los lugares lunares que tocaron las Apolo de iniciativas comerciales o de naciones con capacidad para alunizar, como China. Pero no todo el mundo lo ve con buenos ojos.
“Si este proyecto se convierte en ley y establece una propiedad y jurisdicción permanente y exclusiva de estos lugares lunares, con el control de Estados Unidos, podría considerarse contrario a la prohibición de apropiación del Tratado de la ONU”, ha advertido a Sinc Ram Jakhu, director asociado del Centro de Investigación del Aire y el Derecho Espacial (Canadá).
En su artículo II, el Tratado establece que el espacio ultraterrestre, incluida la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera. Por tanto, esta posición que podría enfrentar a EEUU con otros Estados.
Otros, en cambio, se muestran partidarios del proyecto. Es el caso del antropólogo de la Universidad Penn State (EEUU) Pete J. Capelotti, autor del libro La Arqueología Humana del Espacio (2010), que señala que, de esta manera, la luna se protegería “del deterioro ambiental y de los efectos de la exploración futura, las visitas y una potencial explotación”.
Entretanto, el empresario estadounidense Dennis Hope, sigue afirmando sin pudor que la Luna le pertenece desde 1980 –fecha en que, alega, encontró una laguna en el derecho internacional que le permite reclamar la plena soberanía del satélite (el Tratado de la ONU de 1967 mantiene que los objetos espaciales no pueden ser propiedad nacional)-.
Hope asegura que escribió una carta a la ONU solicitando la propiedad de forma individual de la Luna, los ocho planetas y sus satélites y que, al no obtener respuesta, ha asumido que es el dueño. Desde entonces, se ha dedicado a vender "parcelas lunares” a 37 dólares por cada 0.4 hectáreas.
El reportaje inevitablemente hace pensar en lo que ocurrirá cuando el ser humano alcance Marte. Quizá no vuelva a pisarlo, como hace décadas que no se ha vuelto a la Luna, o tal vez pase a explotarlo de forma desmesurada, como se ha hecho con la Tierra.
A este dilema ético no hace mención la NASA. El que sí se ha planteado ya, en cambio, es el del riesgo que entrañan los viajes a Marte para la salud de los astronautas, pues es sabido que serían altamente peligrosos por las radiaciones -un humano absorbería en el viaje de ida y vuelta al planeta rojo una cantidad de radiación más de seis veces mayor a la recomendada en la Tierra durante un año- y por el altísimo grado de sedentarismo, entre otros factores.