Gregor Mendel. Fuente: Wikipedia.
Hace tiempo que es conocida la encarnizada lucha establecida en Estados Unidos entre los defensores de la teoría de la evolución de Charles Darwin y los defensores del creacionismo. Sin embargo, existen excepciones en este sentido, como la que comenta en un artículo reciente el Herald Tribune.
En la Universidad Villanova de Pennsylvania, universidad católico romana de la orden de San Agustín, están intentando cambiar las cosas. A pesar de lo poco popular que resulta hoy día en Estados Unidos conciliar la religión con la ciencia, sus miembros han organizado el “Año de Mendel”, en honor a Gregor Mendel, monje agustiniano y naturalista austriaco.
Mendel describió las llamadas “Leyes de Mendel” que rigen la herencia genética, gracias a las investigaciones que llevó a cabo con diferentes variedades de la planta del guisante (Pisum sativum.
Según publica la Universidad Villanova acerca del evento, el científico y religioso “cultivó 28.000 plantas de guisante durante ocho años para descubrir algunas de las más famosas leyes de la herencia. Aunque se necesitaron 35 años para que los expertos comenzaran a apreciar la importancia de su trabajo, Mendel es hoy día comúnmente conocido como el padre de la genética moderna”.
Combinación de ciencia y espiritualidad
El “Año de Mendel” comenzará el próximo otoño y contará, además, con una exposición de los trabajos del científico fraile en la Academia Natural de Ciencias de Filadelfia. En ella podrán observarse objetos personales como sus gafas, su microscopios o sus herramientas de jardinería.
Mendel resulta para los organizadores del presente evento de una gran importancia porque, según ellos, el investigador puso la misma pasión en su innovadora búsqueda en la investigación genética como en sus estudios religiosos.
Para el reverendo Kail Ellis, decano de la facultad de ciencias y artes liberales de Villanova, su filosofía casa con las ideas de San Agustín, que hablaba de la búsqueda del conocimiento y de la verdad. “Ciertamente, las ciencias son una parte esencial de nuestro conocimiento y de nuestra capacidad de proceder en el mundo”, señaló Ellis.
Según publica el Herald Tribune, el científico Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano desde 1999 y creyente, declaró que todavía las “malas lenguas” procedentes tanto de la comunidad religiosa como de la científica siguen creando un clima tenso para los investigadores norteamericanos.
Horrible elección
Por un lado, actitudes extremistas de famosos científicos no creyentes que han publicado libros de gran calado social y, por otro, también las actitudes extremistas de algunos religiosos, como los creadores del Creation Museum en Petersburg, Kentucky, no ayudan mucho.
El Creation Museum, cuyo lema es “Prepararse para creer”, está diseñado para “traer a la vida las páginas de la Biblia”. Escenarios realistas y efectos visuales situados en miles de metros cuadrados tratan de volver reales las historias bíblicas. El museo ha recibido ya a más de 400.000 visitantes en su primer año de apertura.
Según Collins, “Mendel estaría horrorizado de ver la manera en que se pide a la gente que elija entre Dios y la ciencia. Esta es una elección innecesaria”.
En el entorno social norteamericano, los creyentes católicos son los más tendentes a creer en la evolución, según una encuesta del Pew Forum on Religion and Public Life (58% de los católicos en comparación con el 48% de la población general).
Legado de Mendel
Para los organizadores del Año de Mendel, lo cierto es que el legado de este monje no deja lugar a dudas de la posibilidad de conciliación de espiritualidad y conocimiento científico: los resultados de sus investigaciones aún son una parte esencial del estudio contemporáneo de las ciencias naturales y físicas a nivel universitario.
Por eso, la Universidad de Villanova no pierde la oportunidad de rendirle culto, considerándolo un ejemplo a seguir. Ya en 1928, esta institución estableció por vez primera la Medalla Mendel para trabajos sobresalientes en el campo de las ciencias. Este año se cumple el ochenta aniversario de este premio y el afortunado ha sido el reverendo George Coyne, director, durante 28 años, del Observatorio Vaticano.
Según el decano Ellis, “Mendel puso las bases de todos los descubrimientos en investigación genética posteriores, y eso es algo que mucha gente, simplemente, desconoce. Poniendo de relieve su figura durante todo un año, haremos que este conocimiento llegue a una gran y diversa audiencia”.
En la Universidad Villanova de Pennsylvania, universidad católico romana de la orden de San Agustín, están intentando cambiar las cosas. A pesar de lo poco popular que resulta hoy día en Estados Unidos conciliar la religión con la ciencia, sus miembros han organizado el “Año de Mendel”, en honor a Gregor Mendel, monje agustiniano y naturalista austriaco.
Mendel describió las llamadas “Leyes de Mendel” que rigen la herencia genética, gracias a las investigaciones que llevó a cabo con diferentes variedades de la planta del guisante (Pisum sativum.
Según publica la Universidad Villanova acerca del evento, el científico y religioso “cultivó 28.000 plantas de guisante durante ocho años para descubrir algunas de las más famosas leyes de la herencia. Aunque se necesitaron 35 años para que los expertos comenzaran a apreciar la importancia de su trabajo, Mendel es hoy día comúnmente conocido como el padre de la genética moderna”.
Combinación de ciencia y espiritualidad
El “Año de Mendel” comenzará el próximo otoño y contará, además, con una exposición de los trabajos del científico fraile en la Academia Natural de Ciencias de Filadelfia. En ella podrán observarse objetos personales como sus gafas, su microscopios o sus herramientas de jardinería.
Mendel resulta para los organizadores del presente evento de una gran importancia porque, según ellos, el investigador puso la misma pasión en su innovadora búsqueda en la investigación genética como en sus estudios religiosos.
Para el reverendo Kail Ellis, decano de la facultad de ciencias y artes liberales de Villanova, su filosofía casa con las ideas de San Agustín, que hablaba de la búsqueda del conocimiento y de la verdad. “Ciertamente, las ciencias son una parte esencial de nuestro conocimiento y de nuestra capacidad de proceder en el mundo”, señaló Ellis.
Según publica el Herald Tribune, el científico Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano desde 1999 y creyente, declaró que todavía las “malas lenguas” procedentes tanto de la comunidad religiosa como de la científica siguen creando un clima tenso para los investigadores norteamericanos.
Horrible elección
Por un lado, actitudes extremistas de famosos científicos no creyentes que han publicado libros de gran calado social y, por otro, también las actitudes extremistas de algunos religiosos, como los creadores del Creation Museum en Petersburg, Kentucky, no ayudan mucho.
El Creation Museum, cuyo lema es “Prepararse para creer”, está diseñado para “traer a la vida las páginas de la Biblia”. Escenarios realistas y efectos visuales situados en miles de metros cuadrados tratan de volver reales las historias bíblicas. El museo ha recibido ya a más de 400.000 visitantes en su primer año de apertura.
Según Collins, “Mendel estaría horrorizado de ver la manera en que se pide a la gente que elija entre Dios y la ciencia. Esta es una elección innecesaria”.
En el entorno social norteamericano, los creyentes católicos son los más tendentes a creer en la evolución, según una encuesta del Pew Forum on Religion and Public Life (58% de los católicos en comparación con el 48% de la población general).
Legado de Mendel
Para los organizadores del Año de Mendel, lo cierto es que el legado de este monje no deja lugar a dudas de la posibilidad de conciliación de espiritualidad y conocimiento científico: los resultados de sus investigaciones aún son una parte esencial del estudio contemporáneo de las ciencias naturales y físicas a nivel universitario.
Por eso, la Universidad de Villanova no pierde la oportunidad de rendirle culto, considerándolo un ejemplo a seguir. Ya en 1928, esta institución estableció por vez primera la Medalla Mendel para trabajos sobresalientes en el campo de las ciencias. Este año se cumple el ochenta aniversario de este premio y el afortunado ha sido el reverendo George Coyne, director, durante 28 años, del Observatorio Vaticano.
Según el decano Ellis, “Mendel puso las bases de todos los descubrimientos en investigación genética posteriores, y eso es algo que mucha gente, simplemente, desconoce. Poniendo de relieve su figura durante todo un año, haremos que este conocimiento llegue a una gran y diversa audiencia”.