No es raro encontrarnos casi a diario, en cualquier medio de comunicación, algún término relacionado con el Islam, el islamismo, los musulmanes… Y, en determinadas épocas del año, es fácil encontrar imágenes de celebraciones en las mezquitas, como ocurre con el Ramadán.
Cosa que no ocurre con otras manifestaciones religiosas, si exceptuamos las cristianas y, más concretamente, las católicas. Los judíos suelen pasar desapercibidos y las espiritualidades orientales figuran más como uno de los muy abundantes caminos hacia una verdadera o ficticia senda hacia la paz del espíritu.
Tal redundancia de términos vinculados al libro sagrado del Corán o al Profeta no siempre suponen su correcta aplicación; muy al contrario, forman parte de un, por lo general, amplio mundo vago y difuso, muy lleno de sentimientos encontrados, frases contradictorias y raíces de rechazo hacia lo diferente.
Incluso, si nos remitimos al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, nos encontramos con definiciones nada definidas, limitándose a unas acepciones muy generales que en poco o en nada ayudan a quienes desean profundizar mínimamente en el tema.
Véase, si no, lo que dice sobre Islam: “1. Islamismo (//religión de Mahoma). 2. Conjunto de los hombres y pueblos que siguen el Islam”. Y si miramos Islamismo, nos encontramos: 1. Conjunto de creencias y preceptos morales que constituyen la religión de Mahoma. 2. Ideología que subyace al fundamentalismo islámico”.
Así las cosas, que se publique una nueva edición del Diccionario de Islam e islamismo (Luz Gómez, Editorial Trotta, Madrid, 2019) es una excelente aportación.
Una enciclopedia
Hay que aclarar que no se trata simplemente de un diccionario; casi podríamos decir que es una enciclopedia, porque las entradas no solamente recogen la definición correspondiente, sino que van más allá, aportándonos una serie de detalles necesarios para la comprensión de los conceptos.
Aquella primera edición del año 2009 ya se hacía eco de las consecuencias sociales y políticas del 11-S. En esta nueva aparición, si bien se mantiene el paradigma bajo el que fue concebida esta obra, tiene ahora en cuenta nuevos fenómenos: las revueltas de la primavera árabe, el incremento de atentados terroristas o la islamofobia que ha surgido en Europa y Estados Unidos.
Las propias instituciones musulmanas han sido obligadas por las circunstancias a responder a los retos provocados por la violencia ejercida en nombre el Islam, mientras que, en no pocos casos, políticos y juristas, entre otros, dando muestras de importantes carencias en el conocimiento del Islam, han facilitado el camino a una deriva social y política marcada por la suspicacia hacia esta religión.
¿Qué pretende abarcar esta obra? Pues aborda el Islam en su expresión contemporánea, presentando una síntesis de los aspectos doctrinales, históricos, sociales, políticos y culturales del Islam, mientras que, por otra parte, incide en su transformación ideológica por el islamismo.
Doctrina e ideología
Como bien explica Luz Gómez, “no asimila Islam e islamismo, sino que explica la tensión entre teología y política que ha caracterizado desde sus orígenes al Islam, y se ocupa en particular de las reelaboraciones doctrinales e ideológicas que se han producido desde finales del siglo XVIII, tanto en términos de reislamización como en términos estrictos de islamismo”.
Este planteamiento no está exento de dificultades. No es la menor el hecho de que Islam e islamismo no son signos identitarios estables, con un significado unívoco. Muy al contrario: manifiestan continuidades y discontinuidades acontecidas en el seno del Islam, según los diferentes contextos sociales, políticos, geográficos, culturales o temporales.
Teniendo en cuenta todo esto, el diccionario de Luz Gómez se puede definir como una obra de análisis político-civilizacional; un análisis que, sin duda, ofrece importantes elementos de información y reflexión para el actual debate sobre el choque/diálogo de civilizaciones, de tan viva actualidad.
Este libro es fruto de un esfuerzo académico, brotado de una triple constatación: 1. Hay un creciente interés por el Islam y su transformación política a manos del islamismo. 2. El prácticamente desierto de bibliografía en español. Y 3. El vacilante uso del vocabulario islámico. No es ajeno a este planteamiento el hecho de que haya unos cinco millones de practicantes islamistas que tienen el español como lengua materna: españoles, mexicanos, argentinos, etc.
Otra peculiaridad de este diccionario es que, además de ser obra especializada sobre el Islam, presentada alfabéticamente, se ocupa también de los procesos de transmisión cultural y de pensamiento referidos al Islam, en su formulación política contemporánea.
Así, en cada entrada, “se define o caracteriza la semántica del término, se describe su desarrollo histórico y conceptual y, cuando procede, se explican sus interpretaciones a manos de las ideologías islamistas”.
Por supuesto: aparte del innegable protagonismo que se presta al islamismo árabe, se tiene en cuenta, además, el asiático, el africano, el europeo y el americano. “Y aun siendo inevitable el análisis predominante del Islam sunní en su formulación ortodoxa, el diccionario intenta abordar en su justa medida otras concepciones no menos determinantes hoy: la chií, la sufí, la feminista, la popular”.
Un importante apéndice que contiene esta obra es una cronología histórica del Islam político en sus catorce siglos, con especial atención a las últimas décadas del pasado siglo XX y al presente siglo XXI.
Poco más se podría añadir a este imprescindible trabajo, que se completa con unos índices terminológicos, de nombres, personas, dinastías, pueblos y tribus, el índice de topónimos y el de acontecimientos, organizaciones, empresas e instituciones. Quizás, para completar este panorama expuesto hasta aquí, sea oportuno aportar algún ejemplo concreto, por lo que nos detendremos en lo que aporta el diccionario a dos términos ampliamente utilizados y a los que se ha recurrido más arriba, al buscar sus definiciones en el diccionario de la RAE: Islam e islamismo.
Cosa que no ocurre con otras manifestaciones religiosas, si exceptuamos las cristianas y, más concretamente, las católicas. Los judíos suelen pasar desapercibidos y las espiritualidades orientales figuran más como uno de los muy abundantes caminos hacia una verdadera o ficticia senda hacia la paz del espíritu.
Tal redundancia de términos vinculados al libro sagrado del Corán o al Profeta no siempre suponen su correcta aplicación; muy al contrario, forman parte de un, por lo general, amplio mundo vago y difuso, muy lleno de sentimientos encontrados, frases contradictorias y raíces de rechazo hacia lo diferente.
Incluso, si nos remitimos al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, nos encontramos con definiciones nada definidas, limitándose a unas acepciones muy generales que en poco o en nada ayudan a quienes desean profundizar mínimamente en el tema.
Véase, si no, lo que dice sobre Islam: “1. Islamismo (//religión de Mahoma). 2. Conjunto de los hombres y pueblos que siguen el Islam”. Y si miramos Islamismo, nos encontramos: 1. Conjunto de creencias y preceptos morales que constituyen la religión de Mahoma. 2. Ideología que subyace al fundamentalismo islámico”.
Así las cosas, que se publique una nueva edición del Diccionario de Islam e islamismo (Luz Gómez, Editorial Trotta, Madrid, 2019) es una excelente aportación.
Una enciclopedia
Hay que aclarar que no se trata simplemente de un diccionario; casi podríamos decir que es una enciclopedia, porque las entradas no solamente recogen la definición correspondiente, sino que van más allá, aportándonos una serie de detalles necesarios para la comprensión de los conceptos.
Aquella primera edición del año 2009 ya se hacía eco de las consecuencias sociales y políticas del 11-S. En esta nueva aparición, si bien se mantiene el paradigma bajo el que fue concebida esta obra, tiene ahora en cuenta nuevos fenómenos: las revueltas de la primavera árabe, el incremento de atentados terroristas o la islamofobia que ha surgido en Europa y Estados Unidos.
Las propias instituciones musulmanas han sido obligadas por las circunstancias a responder a los retos provocados por la violencia ejercida en nombre el Islam, mientras que, en no pocos casos, políticos y juristas, entre otros, dando muestras de importantes carencias en el conocimiento del Islam, han facilitado el camino a una deriva social y política marcada por la suspicacia hacia esta religión.
¿Qué pretende abarcar esta obra? Pues aborda el Islam en su expresión contemporánea, presentando una síntesis de los aspectos doctrinales, históricos, sociales, políticos y culturales del Islam, mientras que, por otra parte, incide en su transformación ideológica por el islamismo.
Doctrina e ideología
Como bien explica Luz Gómez, “no asimila Islam e islamismo, sino que explica la tensión entre teología y política que ha caracterizado desde sus orígenes al Islam, y se ocupa en particular de las reelaboraciones doctrinales e ideológicas que se han producido desde finales del siglo XVIII, tanto en términos de reislamización como en términos estrictos de islamismo”.
Este planteamiento no está exento de dificultades. No es la menor el hecho de que Islam e islamismo no son signos identitarios estables, con un significado unívoco. Muy al contrario: manifiestan continuidades y discontinuidades acontecidas en el seno del Islam, según los diferentes contextos sociales, políticos, geográficos, culturales o temporales.
Teniendo en cuenta todo esto, el diccionario de Luz Gómez se puede definir como una obra de análisis político-civilizacional; un análisis que, sin duda, ofrece importantes elementos de información y reflexión para el actual debate sobre el choque/diálogo de civilizaciones, de tan viva actualidad.
Este libro es fruto de un esfuerzo académico, brotado de una triple constatación: 1. Hay un creciente interés por el Islam y su transformación política a manos del islamismo. 2. El prácticamente desierto de bibliografía en español. Y 3. El vacilante uso del vocabulario islámico. No es ajeno a este planteamiento el hecho de que haya unos cinco millones de practicantes islamistas que tienen el español como lengua materna: españoles, mexicanos, argentinos, etc.
Otra peculiaridad de este diccionario es que, además de ser obra especializada sobre el Islam, presentada alfabéticamente, se ocupa también de los procesos de transmisión cultural y de pensamiento referidos al Islam, en su formulación política contemporánea.
Así, en cada entrada, “se define o caracteriza la semántica del término, se describe su desarrollo histórico y conceptual y, cuando procede, se explican sus interpretaciones a manos de las ideologías islamistas”.
Por supuesto: aparte del innegable protagonismo que se presta al islamismo árabe, se tiene en cuenta, además, el asiático, el africano, el europeo y el americano. “Y aun siendo inevitable el análisis predominante del Islam sunní en su formulación ortodoxa, el diccionario intenta abordar en su justa medida otras concepciones no menos determinantes hoy: la chií, la sufí, la feminista, la popular”.
Un importante apéndice que contiene esta obra es una cronología histórica del Islam político en sus catorce siglos, con especial atención a las últimas décadas del pasado siglo XX y al presente siglo XXI.
Poco más se podría añadir a este imprescindible trabajo, que se completa con unos índices terminológicos, de nombres, personas, dinastías, pueblos y tribus, el índice de topónimos y el de acontecimientos, organizaciones, empresas e instituciones. Quizás, para completar este panorama expuesto hasta aquí, sea oportuno aportar algún ejemplo concreto, por lo que nos detendremos en lo que aporta el diccionario a dos términos ampliamente utilizados y a los que se ha recurrido más arriba, al buscar sus definiciones en el diccionario de la RAE: Islam e islamismo.
I mayúscula
Del Islam (en contra del parecer de la autora, que, fundadamente, opina que, al igual que otras denominaciones religiosas, debe de ir con “i” inicial minúscula, aquí usamos la mayúscula por otros motivos) nos dice el diccionario que “es el estado primigenio de la condición humana, del cual la apartó el devenir histórico; es una realidad eterna e inmutable que Dios ha transmitido a la humanidad a través de sus profetas en repetidas ocasiones, a medida que esta verdad, la Verdad, se iba desvirtuando por el acontecer de los pueblos anteriores a Mahoma”. La línea profética de esta religión se inicia con Abraham y culmina con la revelación que recibió Mahoma, el Corán, por lo que este profeta culmen es el Sello de los Profetas, el que cierra o sella la profecía.
Etimológicamente considerado, el término significa ponerse a salvo, a resguardo; también, llegar a estar en paz. Con lo que se está indicando un objetivo, una meta, a la que se llega siguiendo el camino (sharía) que Dios restituye a la humanidad mediante la revelación del Corán a Mahoma.
Dicho esto, queda claro que el Islam es, ante todo, una vía, una ética de vida en comunidad protagonizada por la conciencia. Esa comunidad se denomina unmma y pertenecer a ella no viene dado por el nacimiento, sino que tiene su fundamento en un acto volitivo por el que el individuo se integra en ella. Visto así, la conversión aquí no tiene sentido, pues se trataría de una vuelta, un retorno a la senda de la Verdad.
Pero es que, además, la tradición ha estipulado que Islam significa sumisión a la voluntad de Dios, mientras que, de sus textos fundacionales, se infiere que es, más bien, la deuda, el pago impuesto por Dios a los hombres para la obtención de la eterna salvación; es, en definitiva, un contrato individual y voluntario por el que el hombre acepta ser garante del legado de Dios y que, una vez aceptado, no permite ser recusado, es decir, objeto de apostasía, algo incomprensible para un fiel.
El creyente está obligado a cumplir lo convenido a través de una serie de acciones que demuestren su acatamiento de la senda de Dios o sharía. En el Islam, creencia y actuación son inseparables, pues se trata de una religión que permea la vida diaria. Esta continua presencia de la religión en la cotidianidad, la basó Mohammed Arkoun en tres ámbitos: espiritualidad, mundanidad y política.
Por lo que se refiere a la espiritualidad, tienen los fieles cinco obligaciones de culto. Y su cosmovisión se basa en la noción de un Dios único y omnipotente, que permite y quiere la diversidad que no menoscaba la unidad del mundo: “sentir la unidad del universo es sentir a Dios”, manifestó sabiamente Taufiq al-Hakim.
Espiritualidad, mundanidad y política
La mundanidad hace referencia al hecho de que el Islam, al tiempo que va conquistando culturas, va asimilando elementos de ellas; mientras que su inmersión en la política viene dada por la actuación de Mahoma cuando sentó la voluntad de gobierno de la polis casi desde el comienzo de su predicación; no cabe duda de que la rápida expansión de la nueva religión obligó a los dirigentes musulmanes a una organización jurídica de tan vasto territorio, confundida con la predicación.
Y concluye la autora: “Tan incardinado estaba el hecho político en los orígenes del Islam que la división islámica más notoria, la que establecen los propios musulmanes entre sunníes y chiíes, se debió a una cuestión política de primera magnitud: la asunción de la dirección de la comunidad”.
Si se toman estos tres conceptos (espiritualidad, mundanidad y política) y se acentúa cada uno de ellos, se obtendrán diversas formas de aproximarnos al Islam. Así, una más espiritualista, representada por el sufismo; otra de especial incidencia sociocomunitaria, recogida por la reislamización; y una tercera, volcada en la configuración ideológica, asumida por el islamismo.
Hoy el Islam es la segunda religión del mundo en número de fieles, alrededor de 1.700 millones de musulmanes repartidos por todo el globo. El principal foro de coordinación islámica interestatal es la Organización de la Conferencia Islámica, de la que forman parte casi sesenta estados, más algunos observadores, cuya mayoría no es árabe. La autora incluye un cuadro ilustrativo que, con datos de 2016, recoge los estados miembros de esta Organización, especificando su capital, superficie, población, porcentaje de musulmanes y lenguas oficiales.
Islamismo. “Conjunto de proyectos ideológicos de carácter político cuyo paradigma de legitimación es islámico”. No se contenta la autora con esta escueta definición. Prosigue: “discursos y tipos de activismo que tienen en común la reivindicación de la sharía como eje jurídico del sistema estatal y la independencia del discurso religioso de sus detentadores tradicionales (ulemas, alfaquíes, imanes). El islamismo, los islamismos, recorren el arco que va de las propuestas políticamente pluralistas y teológicamente inclusivas a los modelos autocráticos y excluyentes”.
Aclara que en la lengua árabe no existe un término unívoco para traducir este concepto, sino que se expresa, más bien, con la idea de movimiento islámico. Ahí dentro tienen cabida partidos políticos, movimientos de liberación, grupos paramilitares, células terroristas o asociaciones civiles y culturales. Expresado así, es claro que recoge la idea de movilidad, de dinamismo no necesariamente organizado pero sí continuo y mutable. Pues bien: son estas las características que definen el islamismo, mejor aún, los islamismos: dinamismo, multiplicidad, asistematización.
Del Islam (en contra del parecer de la autora, que, fundadamente, opina que, al igual que otras denominaciones religiosas, debe de ir con “i” inicial minúscula, aquí usamos la mayúscula por otros motivos) nos dice el diccionario que “es el estado primigenio de la condición humana, del cual la apartó el devenir histórico; es una realidad eterna e inmutable que Dios ha transmitido a la humanidad a través de sus profetas en repetidas ocasiones, a medida que esta verdad, la Verdad, se iba desvirtuando por el acontecer de los pueblos anteriores a Mahoma”. La línea profética de esta religión se inicia con Abraham y culmina con la revelación que recibió Mahoma, el Corán, por lo que este profeta culmen es el Sello de los Profetas, el que cierra o sella la profecía.
Etimológicamente considerado, el término significa ponerse a salvo, a resguardo; también, llegar a estar en paz. Con lo que se está indicando un objetivo, una meta, a la que se llega siguiendo el camino (sharía) que Dios restituye a la humanidad mediante la revelación del Corán a Mahoma.
Dicho esto, queda claro que el Islam es, ante todo, una vía, una ética de vida en comunidad protagonizada por la conciencia. Esa comunidad se denomina unmma y pertenecer a ella no viene dado por el nacimiento, sino que tiene su fundamento en un acto volitivo por el que el individuo se integra en ella. Visto así, la conversión aquí no tiene sentido, pues se trataría de una vuelta, un retorno a la senda de la Verdad.
Pero es que, además, la tradición ha estipulado que Islam significa sumisión a la voluntad de Dios, mientras que, de sus textos fundacionales, se infiere que es, más bien, la deuda, el pago impuesto por Dios a los hombres para la obtención de la eterna salvación; es, en definitiva, un contrato individual y voluntario por el que el hombre acepta ser garante del legado de Dios y que, una vez aceptado, no permite ser recusado, es decir, objeto de apostasía, algo incomprensible para un fiel.
El creyente está obligado a cumplir lo convenido a través de una serie de acciones que demuestren su acatamiento de la senda de Dios o sharía. En el Islam, creencia y actuación son inseparables, pues se trata de una religión que permea la vida diaria. Esta continua presencia de la religión en la cotidianidad, la basó Mohammed Arkoun en tres ámbitos: espiritualidad, mundanidad y política.
Por lo que se refiere a la espiritualidad, tienen los fieles cinco obligaciones de culto. Y su cosmovisión se basa en la noción de un Dios único y omnipotente, que permite y quiere la diversidad que no menoscaba la unidad del mundo: “sentir la unidad del universo es sentir a Dios”, manifestó sabiamente Taufiq al-Hakim.
Espiritualidad, mundanidad y política
La mundanidad hace referencia al hecho de que el Islam, al tiempo que va conquistando culturas, va asimilando elementos de ellas; mientras que su inmersión en la política viene dada por la actuación de Mahoma cuando sentó la voluntad de gobierno de la polis casi desde el comienzo de su predicación; no cabe duda de que la rápida expansión de la nueva religión obligó a los dirigentes musulmanes a una organización jurídica de tan vasto territorio, confundida con la predicación.
Y concluye la autora: “Tan incardinado estaba el hecho político en los orígenes del Islam que la división islámica más notoria, la que establecen los propios musulmanes entre sunníes y chiíes, se debió a una cuestión política de primera magnitud: la asunción de la dirección de la comunidad”.
Si se toman estos tres conceptos (espiritualidad, mundanidad y política) y se acentúa cada uno de ellos, se obtendrán diversas formas de aproximarnos al Islam. Así, una más espiritualista, representada por el sufismo; otra de especial incidencia sociocomunitaria, recogida por la reislamización; y una tercera, volcada en la configuración ideológica, asumida por el islamismo.
Hoy el Islam es la segunda religión del mundo en número de fieles, alrededor de 1.700 millones de musulmanes repartidos por todo el globo. El principal foro de coordinación islámica interestatal es la Organización de la Conferencia Islámica, de la que forman parte casi sesenta estados, más algunos observadores, cuya mayoría no es árabe. La autora incluye un cuadro ilustrativo que, con datos de 2016, recoge los estados miembros de esta Organización, especificando su capital, superficie, población, porcentaje de musulmanes y lenguas oficiales.
Islamismo. “Conjunto de proyectos ideológicos de carácter político cuyo paradigma de legitimación es islámico”. No se contenta la autora con esta escueta definición. Prosigue: “discursos y tipos de activismo que tienen en común la reivindicación de la sharía como eje jurídico del sistema estatal y la independencia del discurso religioso de sus detentadores tradicionales (ulemas, alfaquíes, imanes). El islamismo, los islamismos, recorren el arco que va de las propuestas políticamente pluralistas y teológicamente inclusivas a los modelos autocráticos y excluyentes”.
Aclara que en la lengua árabe no existe un término unívoco para traducir este concepto, sino que se expresa, más bien, con la idea de movimiento islámico. Ahí dentro tienen cabida partidos políticos, movimientos de liberación, grupos paramilitares, células terroristas o asociaciones civiles y culturales. Expresado así, es claro que recoge la idea de movilidad, de dinamismo no necesariamente organizado pero sí continuo y mutable. Pues bien: son estas las características que definen el islamismo, mejor aún, los islamismos: dinamismo, multiplicidad, asistematización.
Historial político
Es claro que la dimensión política del Islam no es reciente; muy al contrario, nace casi simultáneamente con él. Es en la Hégira, cuando Mahoma se establece en la futura Medina, cuando completa su misión esencial de profeta de la Revelación con la función de conductor político de la comunidad. Además, los textos elaborados al dictado de Mahoma, constituyen la llamada Constitución de Medina, en la que el Profeta sienta las bases de la convivencia en la nueva comunidad.
Es durante los tres primeros siglos de la Hégira cuando las fuentes escriturarias (el Corán y el Hadiz), fueron sometidas a un proceso de elaboración jurídica que da lugar a los principales sistemas doctrinales del Islam sunní, de los que emana el lenguaje político del Islam.
Pero es en la época clásica cuando se establecen tres principios básicos:
1. El ejercicio del poder es siempre individual, puesto que el Estado se constituye a partir del Califa, gobernante único, por cuya delegación se produce la difusión (no la división) de poderes entre una élite con capacidad consultiva.
2. Tal institución consultiva de carácter doctrinal y jurídico, fundamenta el poder, ya que el consenso garantiza la estabilidad.
Y 3. La teórica posibilidad de rebelión contra el gobernante injusto se anula, por el valor primordial de la unidad frente a la fragmentación.
Pues bien, según Luz Gómez, sobre estos tres principios continúa pivotando el pensamiento político contemporáneo y, por ende, el islamista que es, en raíz, un discurso crítico sobre el poder.
Llegado el siglo XIX se produce un tiempo nuevo en la relación Islam-política, un tiempo de dialéctica con Occidente que se resuelve en dos sentidos diferentes: el de la reforma y el de la revolución, o, en otras palabras, reformismo e islamismo. Es un debate vigente hoy día: ¿tiene el musulmán derecho a revolverse contra la injusticia y contra el gobernante injusto?
Evolución de los islamismos
Partiendo de aquí, la autora se detiene en analizar la evolución de los islamismos, teniendo presente las circunstancias de cada momento.
Así, por ejemplo, se refiere a la diferente formación de los líderes del reformismo a comienzos del siglo XX: egresan de modernas universidades civiles, en las que el fundamento teórico de sus postulados se encuentra en la filosofía y no en la teología, y no de madrasas o centros islámicos.
Asimismo, los islamismos contemporáneos vuelven a elaborar sus postulados políticos, de raigambres islámicas, desde diversas corrientes de pensamiento, tanto foráneas (liberalismo, marxismo, nacionalismo, …) como propias de corte tradicional.
Durante varias páginas, Luz Gómez se detiene en la evolución de las notorias corrientes islamistas, dando cuenta de las bases de las que parten, los hechos históricos que las engendran y los líderes que las dirigen.
Desfilan por aquí los Hermanos Musulmanes, las corrientes iraníes e irakíes, los ayatolah, islamistas afganos, egipcios, yemeníes, libios y de Bahréin, llegando hasta los más recientes acontecimientos protagonizados por Al Qaeda y el Estado Islámico. En este apartado extenso, se incluye un cuadro (el libro recoge varios muy clarificadores) con la principales corrientes ideológicas sunníes del siglo XX.
Como se puede apreciar, este diccionario supera con creces los límites de un simple repertorio de términos, pues incluye desde planteamientos etimológicos a históricos, pasando por culturales y sociales entre otros.
En momentos de tanto auge y confusión sobre el Islam, una obra como esta, fruto de un titánico esfuerzo intelectual y académico, se vuelve imprescindible para actores de diferentes ámbitos sociales, desde los políticos a los de correcta aplicación en medios de comunicación.
Es claro que la dimensión política del Islam no es reciente; muy al contrario, nace casi simultáneamente con él. Es en la Hégira, cuando Mahoma se establece en la futura Medina, cuando completa su misión esencial de profeta de la Revelación con la función de conductor político de la comunidad. Además, los textos elaborados al dictado de Mahoma, constituyen la llamada Constitución de Medina, en la que el Profeta sienta las bases de la convivencia en la nueva comunidad.
Es durante los tres primeros siglos de la Hégira cuando las fuentes escriturarias (el Corán y el Hadiz), fueron sometidas a un proceso de elaboración jurídica que da lugar a los principales sistemas doctrinales del Islam sunní, de los que emana el lenguaje político del Islam.
Pero es en la época clásica cuando se establecen tres principios básicos:
1. El ejercicio del poder es siempre individual, puesto que el Estado se constituye a partir del Califa, gobernante único, por cuya delegación se produce la difusión (no la división) de poderes entre una élite con capacidad consultiva.
2. Tal institución consultiva de carácter doctrinal y jurídico, fundamenta el poder, ya que el consenso garantiza la estabilidad.
Y 3. La teórica posibilidad de rebelión contra el gobernante injusto se anula, por el valor primordial de la unidad frente a la fragmentación.
Pues bien, según Luz Gómez, sobre estos tres principios continúa pivotando el pensamiento político contemporáneo y, por ende, el islamista que es, en raíz, un discurso crítico sobre el poder.
Llegado el siglo XIX se produce un tiempo nuevo en la relación Islam-política, un tiempo de dialéctica con Occidente que se resuelve en dos sentidos diferentes: el de la reforma y el de la revolución, o, en otras palabras, reformismo e islamismo. Es un debate vigente hoy día: ¿tiene el musulmán derecho a revolverse contra la injusticia y contra el gobernante injusto?
Evolución de los islamismos
Partiendo de aquí, la autora se detiene en analizar la evolución de los islamismos, teniendo presente las circunstancias de cada momento.
Así, por ejemplo, se refiere a la diferente formación de los líderes del reformismo a comienzos del siglo XX: egresan de modernas universidades civiles, en las que el fundamento teórico de sus postulados se encuentra en la filosofía y no en la teología, y no de madrasas o centros islámicos.
Asimismo, los islamismos contemporáneos vuelven a elaborar sus postulados políticos, de raigambres islámicas, desde diversas corrientes de pensamiento, tanto foráneas (liberalismo, marxismo, nacionalismo, …) como propias de corte tradicional.
Durante varias páginas, Luz Gómez se detiene en la evolución de las notorias corrientes islamistas, dando cuenta de las bases de las que parten, los hechos históricos que las engendran y los líderes que las dirigen.
Desfilan por aquí los Hermanos Musulmanes, las corrientes iraníes e irakíes, los ayatolah, islamistas afganos, egipcios, yemeníes, libios y de Bahréin, llegando hasta los más recientes acontecimientos protagonizados por Al Qaeda y el Estado Islámico. En este apartado extenso, se incluye un cuadro (el libro recoge varios muy clarificadores) con la principales corrientes ideológicas sunníes del siglo XX.
Como se puede apreciar, este diccionario supera con creces los límites de un simple repertorio de términos, pues incluye desde planteamientos etimológicos a históricos, pasando por culturales y sociales entre otros.
En momentos de tanto auge y confusión sobre el Islam, una obra como esta, fruto de un titánico esfuerzo intelectual y académico, se vuelve imprescindible para actores de diferentes ámbitos sociales, desde los políticos a los de correcta aplicación en medios de comunicación.