Científicos de la Universidad de Zurich han examinado el nacimiento y el desarrollo cerebral de un recién nacido neandertal de la cueva Mezmaiskaya de Crimea. Este bebé, que murió poco después de nacer, fue enterrado con tanto cuidado que su cadáver se pudo recuperar en buenas condiciones tras aproximadamente 40.000 años.

La reconstrucción de su esqueleto en imágenes de ordenador, a partir de 141 partes individuales, ha permitido descubrir que el cerebro de este bebé, en el momento del nacimiento, era exactamente del mismo tamaño que el de un recién nacido actual, con un volumen de unos 400 centímetros cúbicos. Por el contrario, su esqueleto y su rostro eran considerablemente más robustos que el de los bebés modernos.

Por otro lado, los científicos reprodujeron la pelvis de una mujer neandertal encontrada en los años 30 del siglo pasado, y lo reconstruyeron también informáticamente para tratar de saber cómo serían entonces los partos. Así comprobaron que el canal del parto de esta mujer era más ancho que el de las madres Homo sapiens, para permitir el paso de una cabeza y un cuerpo un poco mayores que las de los bebés modernos.

En definitiva, para los neandertales, los nacimientos eran probablemente igual de difíciles que para nosotros. Según los científicos, la dificultad para ambos radicaría en el tamaño de nuestro cerebro, una ventaja evolutiva por la que venimos pagando un precio desde hace 500.000 años.

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