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Los equipos de baloncesto se autoorganizan como los seres vivos en la naturaleza 30/03/2016Detrás de la aparente aleatoriedad de un partido de baloncesto se produce una autoorganización en los equipos. Las interacciones entre compañeros y oponentes se influencian entre sí todo el tiempo, y el propio juego permite que surjan comportamientos creativos. Este fenómeno, detectado por investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria tras analizar más de 6.000 partidos de la NBA, se asemeja a la evolución constante que deben desarrollar los seres vivos para mantenerse en la naturaleza. Los súbditos de la Reina Roja, uno de los personajes del libro Alicia a través del espejo de Lewis Carroll, tienen que correr constantemente para no quedarse atrás en su país, que no deja de moverse. Esta historia ha inspirado la denominada hipótesis evolutiva de la Reina Roja, que plantea cómo las especies deben mejorar de forma continua simplemente para mantener su estatus dentro del entorno en el que coevolucionan con otros seres vivos. Algo parecido ocurre en el baloncesto. “Muchos investigadores lo consideran un deporte aleatorio (regido por una distribución de probabilidad de Poisson), pero la realidad es mucho más compleja, como sucede también en los sistemas naturales”, explica Yves de Saá Guerra, coautor de este estudio. Los resultados reflejan que los equipos de baloncesto se pueden considerar sistemas autoorganizados, ya que tienden a potenciar un flujo de juego (conjunto de acciones en un determinado momento y lugar) cuando funciona, o cerrarlo para poder crear otro si fuera necesario, aunque este proceso sea impredecible. Frente a un problema, cada equipo, considerado como un sistema, puede presentar varias soluciones válidas. Por ejemplo, en lugar de pasar el balón a un jugador se puede mandar a otro, o bien tirar o bloquear, o crear espacio, incluso optar por varias acciones a la vez. El propio desarrollo del juego fomenta la creatividad del equipo. “Todos estos procesos tienen lugar de forma simultánea y continua durante el tiempo de juego; de hecho, esa capacidad de que surjan nuevos comportamientos en los equipos es lo que hace a deportes como este muy atractivos para los aficionados y los medios de comunicación”, apunta De Saá Guerra. La autoorganización de los equipos puede acentuarse en cualquier momento del partido, pero es en el minuto final donde ocurre con más fuerza, sobre todo en los partidos más igualados. “En esos 60 segundos finales el juego es completamente caótico, pero en el sentido científico de la palabra: parece aleatorio, sin sentido, aunque no lo es”, dice De Saá Guerra. En un sistema depredador-presa, por ejemplo, o en un entorno natural cambiante con recursos limitados, las especies evolucionan adaptándose en su carrera de armamento. Luchan continuamente al máximo nivel solo para subsistir, no para asegurar su triunfo. En esos casos, una pequeña ventaja adaptativa puede significar mucho. "Del mismo modo, los equipos de baloncesto deben luchar muy duro simplemente para alcanzar el último minuto, y cualquier ventaja, por insignificante que parezca, puede ser crítica en ese momento”. En la NBA, los partidos más competidos se deciden en esos 60 segundos finales, cuando las faltas juegan un papel principal (un 94,02% de los puntos anotados en ese periodo). Es aquí donde la colaboración, intercomunicación, apoyo mutuo, estrategias de juego, o en una palabra: la autoorganización entre los elementos del sistema, puede ser la clave. Más información Sinc
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