Un estudio realizado por la doctora Rosemary Aird de la School of Population Health de la Universidad de Queensland, en Australia, ha revelado que las nuevas formas de religiosidad, centradas en el yo en lugar de en la comunidad, no ayudan a hacer más felices a los que las profesan.
Según informa la Universidad de Queensland en un comunicado, Aird examinó la relación entre nuevas formas de espiritualidad, como la de la New Age o Nueva Era, a través de una encuesta realizada a 3.750 jóvenes de 21 años, nacidos en Brisbane. Los resultados demostraron que una espiritualidad o una religiosidad centrada en uno mismo puede perjudicar la salud mental de las personas.
Aird dividió en dos grupos a los encuestados -creyentes en Dios (al estilo de las religiones tradicionales) y creyentes en un poder superior diferente de Dios, partiendo de cuestiones como si iban a menudo a la iglesia o con cuanta frecuencia participaban en actividades religiosas. La información sobre el entorno religioso de los encuestados se completó con las respuestas que dieron sus madres al inicio del estudio, a principios de los años 80.
Posibles causas
La investigadora descubrió de esta manera que las creencias espirituales o religiosas no tradicionales estaban relacionadas con niveles más altos de ansiedad, depresión, formas desequilibradas de pensar y comportamiento antisocial.
Según declaraciones de Arid, publicadas por la revista australiana Brisbanetimes, este hecho podría ser debido a que las religiones tradicionales promueven la idea de la responsabilidad social, la consideración de los intereses de otros y, en definitiva, una valoración de la vida en comunidad.
Las creencias de la Nueva Era, por el contrario, ponen el énfasis en la auto-transformación y la auto-iluminación como camino para cambiar el mundo. Estas actitudes, sin embargo, pueden dar lugar a actitudes demasiado introvertidas, que alejan al individuo de su propia comunidad, produciendo ciertos niveles de aislamiento.
De hecho, según reveló el estudio de Arid, la gente joven con creencias del tipo de las de la Nueva Era mostró ser el doble de tendente a la ansiedad y a la depresión, en comparación con las personas que mantenían creencias religiosas tradicionales.
Variedad excesiva
Alrededor del 8% de los adultos jóvenes entrevistados acudían a la iglesia una vez por semana, y la investigadora descubrió que esta actividad reducía la tendencia a comportamientos antisociales propios de la edad en varones jóvenes, aunque no en el caso de las mujeres.
Los adultos jóvenes con creencias religiosas tradicionales (los que creían en Dios), y aquéllos cuyas madres creían en Dios, acudían a la iglesia, o estaban adscritos a una religión concreta, durante sus primeros años de vida no reportaron unos beneficios mayores en relación a su salud mental o comportamiento social, al contrario de lo que sucedió cuando se convirtieron en adultos.
Según Aird, el cambio de creencias -de una religiosidad tradicional a otra más reciente- se produce en la mayoría de los casos por el deseo de encontrar sentido a la vida. Las personas que se adscriben a la espiritualidad de la Nueva Era suelen tomar prestados elementos de todo tipo de antiguas religiones, que además pueden cambiar a menudo, lo que provoca en ellos una falta de rutina y una confusión real.
Esto acaba suponiendo para ellos una pérdida de sentido para cualquier tipo de tradición, es decir, que se quedan sin un fundamento espiritual que les permita sentir que realmente la vida y el mundo tienen un sentido, siempre según los resultados de esta investigación.
Nueva Era y sociedad
En esta tendencia a la variación y a la confusión han jugado un importante papel en las últimas décadas los medios de comunicación, que han contribuido a popularizar diversos modos de espiritualidad. Según Aird, "la religión y la fe se han terminado mezclando con la cultura popular".
Aird señala que éste es el primer estudio realizado en Australia para examinar la salud mental de los adultos jóvenes, sus pensamientos y su comportamiento social en relación con sus creencias, entornos y costumbres religiosas.
Asimismo, la investigadora afirma que las formas de espiritualidad nuevas son demasiado individualistas y no acentúan la importancia del bienestar de los otros, lo que acaba afectando a la salud mental y a las relaciones sociales. Han trasladado su foco social al foco personal (del yo).
La idea de que la transformación del individuo conducirá a un cambio positivo y constructivo de la sociedad implica en sí una contradicción: ¿cómo se puede cambiar la sociedad de manera positiva si se está centrado únicamente en uno mismo?, señala Aird.
La Nueva Era o New Age se refiere a la Era de Acuario astrológica, que marcaría el comienzo de un cambio en la conciencia del ser humano, a partir de mediados del siglo XX. Una inmensa variedad de corrientes filosóficas y espirituales, nuevas o antiguas, han sido relacionadas con este concepto, lo que a menudo ha generado un confuso sistema de creencias no unificado.
Algunas de estas creencias son reinterpretaciones de mitos y religiones previos, otras tienen que ver con sistemas de creencias establecidas que recopilan religiones, y otras son sistemas de creencias fijos que se combinan.
Según informa la Universidad de Queensland en un comunicado, Aird examinó la relación entre nuevas formas de espiritualidad, como la de la New Age o Nueva Era, a través de una encuesta realizada a 3.750 jóvenes de 21 años, nacidos en Brisbane. Los resultados demostraron que una espiritualidad o una religiosidad centrada en uno mismo puede perjudicar la salud mental de las personas.
Aird dividió en dos grupos a los encuestados -creyentes en Dios (al estilo de las religiones tradicionales) y creyentes en un poder superior diferente de Dios, partiendo de cuestiones como si iban a menudo a la iglesia o con cuanta frecuencia participaban en actividades religiosas. La información sobre el entorno religioso de los encuestados se completó con las respuestas que dieron sus madres al inicio del estudio, a principios de los años 80.
Posibles causas
La investigadora descubrió de esta manera que las creencias espirituales o religiosas no tradicionales estaban relacionadas con niveles más altos de ansiedad, depresión, formas desequilibradas de pensar y comportamiento antisocial.
Según declaraciones de Arid, publicadas por la revista australiana Brisbanetimes, este hecho podría ser debido a que las religiones tradicionales promueven la idea de la responsabilidad social, la consideración de los intereses de otros y, en definitiva, una valoración de la vida en comunidad.
Las creencias de la Nueva Era, por el contrario, ponen el énfasis en la auto-transformación y la auto-iluminación como camino para cambiar el mundo. Estas actitudes, sin embargo, pueden dar lugar a actitudes demasiado introvertidas, que alejan al individuo de su propia comunidad, produciendo ciertos niveles de aislamiento.
De hecho, según reveló el estudio de Arid, la gente joven con creencias del tipo de las de la Nueva Era mostró ser el doble de tendente a la ansiedad y a la depresión, en comparación con las personas que mantenían creencias religiosas tradicionales.
Variedad excesiva
Alrededor del 8% de los adultos jóvenes entrevistados acudían a la iglesia una vez por semana, y la investigadora descubrió que esta actividad reducía la tendencia a comportamientos antisociales propios de la edad en varones jóvenes, aunque no en el caso de las mujeres.
Los adultos jóvenes con creencias religiosas tradicionales (los que creían en Dios), y aquéllos cuyas madres creían en Dios, acudían a la iglesia, o estaban adscritos a una religión concreta, durante sus primeros años de vida no reportaron unos beneficios mayores en relación a su salud mental o comportamiento social, al contrario de lo que sucedió cuando se convirtieron en adultos.
Según Aird, el cambio de creencias -de una religiosidad tradicional a otra más reciente- se produce en la mayoría de los casos por el deseo de encontrar sentido a la vida. Las personas que se adscriben a la espiritualidad de la Nueva Era suelen tomar prestados elementos de todo tipo de antiguas religiones, que además pueden cambiar a menudo, lo que provoca en ellos una falta de rutina y una confusión real.
Esto acaba suponiendo para ellos una pérdida de sentido para cualquier tipo de tradición, es decir, que se quedan sin un fundamento espiritual que les permita sentir que realmente la vida y el mundo tienen un sentido, siempre según los resultados de esta investigación.
Nueva Era y sociedad
En esta tendencia a la variación y a la confusión han jugado un importante papel en las últimas décadas los medios de comunicación, que han contribuido a popularizar diversos modos de espiritualidad. Según Aird, "la religión y la fe se han terminado mezclando con la cultura popular".
Aird señala que éste es el primer estudio realizado en Australia para examinar la salud mental de los adultos jóvenes, sus pensamientos y su comportamiento social en relación con sus creencias, entornos y costumbres religiosas.
Asimismo, la investigadora afirma que las formas de espiritualidad nuevas son demasiado individualistas y no acentúan la importancia del bienestar de los otros, lo que acaba afectando a la salud mental y a las relaciones sociales. Han trasladado su foco social al foco personal (del yo).
La idea de que la transformación del individuo conducirá a un cambio positivo y constructivo de la sociedad implica en sí una contradicción: ¿cómo se puede cambiar la sociedad de manera positiva si se está centrado únicamente en uno mismo?, señala Aird.
La Nueva Era o New Age se refiere a la Era de Acuario astrológica, que marcaría el comienzo de un cambio en la conciencia del ser humano, a partir de mediados del siglo XX. Una inmensa variedad de corrientes filosóficas y espirituales, nuevas o antiguas, han sido relacionadas con este concepto, lo que a menudo ha generado un confuso sistema de creencias no unificado.
Algunas de estas creencias son reinterpretaciones de mitos y religiones previos, otras tienen que ver con sistemas de creencias establecidas que recopilan religiones, y otras son sistemas de creencias fijos que se combinan.