Las áreas de aplicación de la inteligencia artificial han ido aumentado a medida que avanza la tecnología y su nivel de aceptación en campos tan dispares como la robótica, la medicina, la educación o el entretenimiento. Su incursión facilita ciertas tareas propias del hombre y reduce los costos, aunque todavía queda un escollo, la creatividad.
¿Puede un algoritmo pasar por un escritor, un poeta o un DJ? Una competición en el Dartmouth College en Hanover, Estados Unidos, está a punto de averiguarlo. La universidad está buscando algoritmos de inteligencia artificial capaces de crear relatos cortos, sonetos y piezas de música de baile de "calidad humana", para enfrentarse a una selección de estas piezas creadas por el hombre.
Según recoge un artículo publicado en Idaho Statesman, ni público ni jueces sabrán cuál es cuál. El objetivo es determinar si se pueden distinguir con facilidad y si, llegado el caso, prefieren la creatividad generada por ordenador.
“Cuando demostramos avances en inteligencia artificial, siempre hay quien cuestiona que un ordenador no pueda pintar una puesta de sol o escribir un hermoso soneto de amor, pero ¿realmente podría?” Esa es la pregunta que se plantea Dan Rockmore, director del Neukom Institute para Informática en Dartmouth, lo que le impulsó para organizar esta competición.
¿Puede un algoritmo pasar por un escritor, un poeta o un DJ? Una competición en el Dartmouth College en Hanover, Estados Unidos, está a punto de averiguarlo. La universidad está buscando algoritmos de inteligencia artificial capaces de crear relatos cortos, sonetos y piezas de música de baile de "calidad humana", para enfrentarse a una selección de estas piezas creadas por el hombre.
Según recoge un artículo publicado en Idaho Statesman, ni público ni jueces sabrán cuál es cuál. El objetivo es determinar si se pueden distinguir con facilidad y si, llegado el caso, prefieren la creatividad generada por ordenador.
“Cuando demostramos avances en inteligencia artificial, siempre hay quien cuestiona que un ordenador no pueda pintar una puesta de sol o escribir un hermoso soneto de amor, pero ¿realmente podría?” Esa es la pregunta que se plantea Dan Rockmore, director del Neukom Institute para Informática en Dartmouth, lo que le impulsó para organizar esta competición.
Variante del Test de Turing
A Rockmore, profesor de matemáticas e informática, se le ocurrió la idea de los concursos mientras montaba en bicicleta estática. Cayó en la cuenta de que la música que se escuchaba durante su clase de spinning le ayudaba a pedalear siguiendo el ritmo, y se sorprendió cuando el instructor le dijo que seleccionaba las canciones sin ayuda de programas informáticos.
Esto le hizo plantearse si podría desarrollar un programa que desempeñara tal tarea, pues se trata de un acto creativo, y si un equipo o algoritmo podría crear algo cuyo resultado fuera imperceptible o incluso preferible a lo que hace el hombre. De esta forma, el objetivo final de las competiciones es “inspirar a los investigadores de inteligencia artificial para que asuman ese reto y sean capaces de crear otra dimensión de la IA, la inteligencia creativa”, explica Rockmore.
El resultado de estos planteamientos es una competición con variaciones del Test de Turing, llamado así por el informático británico Alan Turing, quien en 1950 propuso un experimento para determinar si un equipo podía tener inteligencia semejante a la humana. La prueba clásica de Turing consiste en programas informáticos inteligentes capaces de engañar a una persona con la que mantienen una conversación, en torno a la cual se han organizado muchas competiciones en los últimos años.
También se ha dirigido la investigación a crear programas informáticos para generar música o texto. The Associated Press, por ejemplo, comenzó a usar hace un año programas que generan automáticamente informes económicos sobre los resultados trimestrales de empresas, y planea sustituir asimismo a reporteros en temas deportivos universitarios.
Lo que diferencia a los concursos de Dartmouth es la evaluación por parte de jueces para determinar si el trabajo se ha generado por hombre o máquina, y si la gente prefiere el trabajo creado desde un ordenador. En este sentido, será interesante ver quién juzga, pues sería más significativo, por ejemplo, engañar a un editor con un relato generado por ordenador que a un lector medio. El nombre de los jueces se dará a conocer en septiembre.
A Rockmore, profesor de matemáticas e informática, se le ocurrió la idea de los concursos mientras montaba en bicicleta estática. Cayó en la cuenta de que la música que se escuchaba durante su clase de spinning le ayudaba a pedalear siguiendo el ritmo, y se sorprendió cuando el instructor le dijo que seleccionaba las canciones sin ayuda de programas informáticos.
Esto le hizo plantearse si podría desarrollar un programa que desempeñara tal tarea, pues se trata de un acto creativo, y si un equipo o algoritmo podría crear algo cuyo resultado fuera imperceptible o incluso preferible a lo que hace el hombre. De esta forma, el objetivo final de las competiciones es “inspirar a los investigadores de inteligencia artificial para que asuman ese reto y sean capaces de crear otra dimensión de la IA, la inteligencia creativa”, explica Rockmore.
El resultado de estos planteamientos es una competición con variaciones del Test de Turing, llamado así por el informático británico Alan Turing, quien en 1950 propuso un experimento para determinar si un equipo podía tener inteligencia semejante a la humana. La prueba clásica de Turing consiste en programas informáticos inteligentes capaces de engañar a una persona con la que mantienen una conversación, en torno a la cual se han organizado muchas competiciones en los últimos años.
También se ha dirigido la investigación a crear programas informáticos para generar música o texto. The Associated Press, por ejemplo, comenzó a usar hace un año programas que generan automáticamente informes económicos sobre los resultados trimestrales de empresas, y planea sustituir asimismo a reporteros en temas deportivos universitarios.
Lo que diferencia a los concursos de Dartmouth es la evaluación por parte de jueces para determinar si el trabajo se ha generado por hombre o máquina, y si la gente prefiere el trabajo creado desde un ordenador. En este sentido, será interesante ver quién juzga, pues sería más significativo, por ejemplo, engañar a un editor con un relato generado por ordenador que a un lector medio. El nombre de los jueces se dará a conocer en septiembre.
Reglas del juego
Los concursos, a los que se ha llamado DigiLit, PoetiX and AlgoRhythms, tendrán lugar el próximo curso académico, con entrega de premios en abril. El primero de ellos pretende recompensar algoritmos que podrían, por ejemplo, escribir relatos cortos para una clase de escritura creativa, en la que se pide a los estudiantes presentar una nueva historia cada día.
PoetiX valorará sólo sonetos tradicionales, es decir, catorce versos distribuidos en cuatro estrofas. En sendos concursos de escritura, si un relato o poema creado por una máquina es calificado como humano por la mayoría de los jueces, los creadores ganarán 5.000 dólares, y habrá un premio de 3.000$ al equipo con el mejor software.
En AlgoRhythms, seis finalistas competirán contra DJs humanos durante una fiesta de baile, en la que deberán seleccionar temas de una lista de 1.000 pistas que se dará a conocer justo antes de la competición. Tanto los DJs humanos como los ordenadores no serán visibles desde la pista de baile, y será el público quien decida si prefiere el hombre o la máquina. El premio será también de 3.000 dólares.
Con estas competiciones Rockmore no pretende lanzar un ataque a la imaginación. Más bien, según sus palabras, se trata de otra manera de “investigar la relación de la creatividad y el gusto humano con la neurociencia”.
Los concursos, a los que se ha llamado DigiLit, PoetiX and AlgoRhythms, tendrán lugar el próximo curso académico, con entrega de premios en abril. El primero de ellos pretende recompensar algoritmos que podrían, por ejemplo, escribir relatos cortos para una clase de escritura creativa, en la que se pide a los estudiantes presentar una nueva historia cada día.
PoetiX valorará sólo sonetos tradicionales, es decir, catorce versos distribuidos en cuatro estrofas. En sendos concursos de escritura, si un relato o poema creado por una máquina es calificado como humano por la mayoría de los jueces, los creadores ganarán 5.000 dólares, y habrá un premio de 3.000$ al equipo con el mejor software.
En AlgoRhythms, seis finalistas competirán contra DJs humanos durante una fiesta de baile, en la que deberán seleccionar temas de una lista de 1.000 pistas que se dará a conocer justo antes de la competición. Tanto los DJs humanos como los ordenadores no serán visibles desde la pista de baile, y será el público quien decida si prefiere el hombre o la máquina. El premio será también de 3.000 dólares.
Con estas competiciones Rockmore no pretende lanzar un ataque a la imaginación. Más bien, según sus palabras, se trata de otra manera de “investigar la relación de la creatividad y el gusto humano con la neurociencia”.