Fuente: Everystockphoto.
Michael Shermer, editor de Skeptic magazine, columnista de la revista Scientific American, y autor de los libros "Why Darwin Matters" y "The Mind of the Market", ha escrito en CNN un artículo en el que se pregunta por qué los creyentes norteamericanos no aceptan la teoría de la evolución de Charles Darwin.
Seis razones esgrime Shermer para explicar esta resistencia, cuando se acaba de cumplir el 150 aniversario de la publicación de “El origen de las especies”, un libro en el que el naturalista británico presentó su revolucionaria teoría sobre la evolución.
El origen de las especies
Esta obra, explica Shermer, resultó ser de enorme importancia. Thomas Henry Huxley, biólogo británico del siglo XIX conocido como el Bulldog de Darwin por su defensa de la teoría de la evolución, señaló incluso que “El origen de las especies” ha sido el instrumento más potente para la expansión del conocimiento desde el “Principia” de Newton.
A pesar de ello, aún en 2001, la Gallup Poll (sondeo de opinión frecuentemente usado para representar a la opinión pública) señaló que el 45% de los americanos estaban de acuerdo con la afirmación de que “Dios creó al ser humano prácticamente tal y como es ahora, en algún momento de los últimos 10.000 años”.
El 37% de los encuestados prefirió la afirmación “el ser humano se ha desarrollado durante millones de años a partir de formas de vida menos avanzadas, pero Dios ha guiado este proceso”, y sólo el 12% creía en la teoría científica estándar: “el ser humano se ha desarrollado durante millones de años a partir de formas de vida menos avanzadas, pero Dios no ha tomado parte en esta evolución”.
Estos porcentajes han cambiado poco en las siguientes encuestas realizadas, a pesar del paso del tiempo, escribe Shermer.
Miedos comunes
Para el autor del artículo, seis son las razones que hacen que los norteamericanos se resistan a aceptar la evolución.
La primera de ellas sería el modelo de conflicto entre religión y ciencia, la creencia en que hay una batalla establecida entre ambas, y que hay que posicionarse a favor de una u otra.
La segunda razón es la creencia en que la evolución es una amenaza para las doctrinas religiosas. Mucha gente intenta utilizar la ciencia para probar algunas de estas doctrinas, pero como esto no se consigue, la ciencia resulta rechazada. Por ejemplo, se intenta probar que la historia de la creación del Génesis puede tener un reflejo en los registros fósiles, pero éstos en realidad revelan que la vida en la Tierra surgió hace miles de millones de años, y no hace sólo 10.000 años, que es lo que propondría el Génesis.
Por otro lado, existe según Shermer una mala interpretación de la teoría de la evolución. La mayoría de la gente sabe poco acerca de ella, tal y como se constató en la encuesta arriba mencionada, en la que un cuarto de los encuestados afirmó que no sabía lo suficiente acerca de la evolución como para determinar si la aceptaba o no. Este problema se ve acrecentado por la controversia de la teoría de Darwin, lo que ha provocado que en las escuelas de Estados Unidos ésta a menudo no se enseñe.
Una cuarta razón para el rechazo es el temor a que la evolución degrade a la humanidad. Después de que Copérnico descartara nuestra situación central en el cosmos, Darwin reveló que somos “simples” animales, sujetos a las mismas leyes naturales y fuerzas históricas que otras especies.
La quinta razón de la resistencia a la evolución radicaría en la relación entre ésta y el nihilismo ético. Según algunos neoconservadores actuales, ninguna comunidad humana puede sobrevivir si sus miembros creen que sus vidas carecen de sentido o que vivimos en un universo que no tiene sentido.
Por último, la sexta razón, según Shermer, sería el miedo a que la teoría evolutiva extendida en el pensamiento humano implique el fallo de las doctrinas políticas y económicas, dado que la constitución de la humanidad es más fuerte que la constitución de los Estados.
Las cinco primeras razones para la resistencia a la evolución han provenido casi exclusivamente de los políticos conservadores. Esta última razón, en cambio, está originada por los liberales.
Evolución divina
Según Shermer, todos estos temores carecen de base. En primer lugar, si uno es creyente, no debería importar en qué momento creó Dios el universo.
Tampoco debería tener importancia alguna para la fe cómo creó Dios la vida, si fue mediante el Verbo o si Dios lo hizo a través de las fuerzas naturales del universo que Él mismo creó. La grandeza de la obra de Dios debería seguir siendo vista como sobrecogedora, independientemente de los medios utilizados para el surgimiento y el desarrollo de las diversas formas de vida.
Desde una perspectiva moral, la humanidad surge de la biología y ha evolucionado como especie social con tendencias cooperativas y altruistas dentro de su propio grupo, y tendencias competitivas o belicosas hacia grupos ajenos. El propósito de la civilización es acentuar lo mejor de nuestra naturaleza.
Según Shermer, los creyentes podrían aceptar la ciencia y, en especial, la teoría de la evolución porque ésta puede interpretarse como la revelación de la magnificencia de Dios, con una profundidad jamás soñada por nuestros ancestros.
Hemos aprendido mucho en los últimos 4.000 años, y este conocimiento no debería ser nunca degradado o negado. Más bien a la inversa, la ciencia debería ser bien recibida por todos aquéllos que aprecian la sabiduría, escribe el autor.
Controversia generalizada
En la misma línea que propone Michael Shermer, la National Academy of Science de Estados Unidos publicaba en 2008 un libro titulado “Science, Evolution and Creacionism” en el que, además de explicar las diferencias entre ciencia y religión, se sostenía que la aceptación de la teoría evolutiva no precisa necesariamente del abandono de la fe en Dios.
La controversia aquí presentada no afecta, sin embargo, sólo a los creyentes cristianos estadounidenses, sino que también genera conflicto entre creyentes de otras doctrinas, como el Islam.
Así, en el mundo musulmán tampoco existe una única postura ante la teoría de la evolución. Mientras que existen musulmanes que no ven conflicto alguno entre ésta y su fe, otros la rechazan de pleno, por considerarla opuesta a sus creencias, tal y como explicamos en otro artículo de Tendencias21.
Seis razones esgrime Shermer para explicar esta resistencia, cuando se acaba de cumplir el 150 aniversario de la publicación de “El origen de las especies”, un libro en el que el naturalista británico presentó su revolucionaria teoría sobre la evolución.
El origen de las especies
Esta obra, explica Shermer, resultó ser de enorme importancia. Thomas Henry Huxley, biólogo británico del siglo XIX conocido como el Bulldog de Darwin por su defensa de la teoría de la evolución, señaló incluso que “El origen de las especies” ha sido el instrumento más potente para la expansión del conocimiento desde el “Principia” de Newton.
A pesar de ello, aún en 2001, la Gallup Poll (sondeo de opinión frecuentemente usado para representar a la opinión pública) señaló que el 45% de los americanos estaban de acuerdo con la afirmación de que “Dios creó al ser humano prácticamente tal y como es ahora, en algún momento de los últimos 10.000 años”.
El 37% de los encuestados prefirió la afirmación “el ser humano se ha desarrollado durante millones de años a partir de formas de vida menos avanzadas, pero Dios ha guiado este proceso”, y sólo el 12% creía en la teoría científica estándar: “el ser humano se ha desarrollado durante millones de años a partir de formas de vida menos avanzadas, pero Dios no ha tomado parte en esta evolución”.
Estos porcentajes han cambiado poco en las siguientes encuestas realizadas, a pesar del paso del tiempo, escribe Shermer.
Miedos comunes
Para el autor del artículo, seis son las razones que hacen que los norteamericanos se resistan a aceptar la evolución.
La primera de ellas sería el modelo de conflicto entre religión y ciencia, la creencia en que hay una batalla establecida entre ambas, y que hay que posicionarse a favor de una u otra.
La segunda razón es la creencia en que la evolución es una amenaza para las doctrinas religiosas. Mucha gente intenta utilizar la ciencia para probar algunas de estas doctrinas, pero como esto no se consigue, la ciencia resulta rechazada. Por ejemplo, se intenta probar que la historia de la creación del Génesis puede tener un reflejo en los registros fósiles, pero éstos en realidad revelan que la vida en la Tierra surgió hace miles de millones de años, y no hace sólo 10.000 años, que es lo que propondría el Génesis.
Por otro lado, existe según Shermer una mala interpretación de la teoría de la evolución. La mayoría de la gente sabe poco acerca de ella, tal y como se constató en la encuesta arriba mencionada, en la que un cuarto de los encuestados afirmó que no sabía lo suficiente acerca de la evolución como para determinar si la aceptaba o no. Este problema se ve acrecentado por la controversia de la teoría de Darwin, lo que ha provocado que en las escuelas de Estados Unidos ésta a menudo no se enseñe.
Una cuarta razón para el rechazo es el temor a que la evolución degrade a la humanidad. Después de que Copérnico descartara nuestra situación central en el cosmos, Darwin reveló que somos “simples” animales, sujetos a las mismas leyes naturales y fuerzas históricas que otras especies.
La quinta razón de la resistencia a la evolución radicaría en la relación entre ésta y el nihilismo ético. Según algunos neoconservadores actuales, ninguna comunidad humana puede sobrevivir si sus miembros creen que sus vidas carecen de sentido o que vivimos en un universo que no tiene sentido.
Por último, la sexta razón, según Shermer, sería el miedo a que la teoría evolutiva extendida en el pensamiento humano implique el fallo de las doctrinas políticas y económicas, dado que la constitución de la humanidad es más fuerte que la constitución de los Estados.
Las cinco primeras razones para la resistencia a la evolución han provenido casi exclusivamente de los políticos conservadores. Esta última razón, en cambio, está originada por los liberales.
Evolución divina
Según Shermer, todos estos temores carecen de base. En primer lugar, si uno es creyente, no debería importar en qué momento creó Dios el universo.
Tampoco debería tener importancia alguna para la fe cómo creó Dios la vida, si fue mediante el Verbo o si Dios lo hizo a través de las fuerzas naturales del universo que Él mismo creó. La grandeza de la obra de Dios debería seguir siendo vista como sobrecogedora, independientemente de los medios utilizados para el surgimiento y el desarrollo de las diversas formas de vida.
Desde una perspectiva moral, la humanidad surge de la biología y ha evolucionado como especie social con tendencias cooperativas y altruistas dentro de su propio grupo, y tendencias competitivas o belicosas hacia grupos ajenos. El propósito de la civilización es acentuar lo mejor de nuestra naturaleza.
Según Shermer, los creyentes podrían aceptar la ciencia y, en especial, la teoría de la evolución porque ésta puede interpretarse como la revelación de la magnificencia de Dios, con una profundidad jamás soñada por nuestros ancestros.
Hemos aprendido mucho en los últimos 4.000 años, y este conocimiento no debería ser nunca degradado o negado. Más bien a la inversa, la ciencia debería ser bien recibida por todos aquéllos que aprecian la sabiduría, escribe el autor.
Controversia generalizada
En la misma línea que propone Michael Shermer, la National Academy of Science de Estados Unidos publicaba en 2008 un libro titulado “Science, Evolution and Creacionism” en el que, además de explicar las diferencias entre ciencia y religión, se sostenía que la aceptación de la teoría evolutiva no precisa necesariamente del abandono de la fe en Dios.
La controversia aquí presentada no afecta, sin embargo, sólo a los creyentes cristianos estadounidenses, sino que también genera conflicto entre creyentes de otras doctrinas, como el Islam.
Así, en el mundo musulmán tampoco existe una única postura ante la teoría de la evolución. Mientras que existen musulmanes que no ven conflicto alguno entre ésta y su fe, otros la rechazan de pleno, por considerarla opuesta a sus creencias, tal y como explicamos en otro artículo de Tendencias21.