La contaminación del agua ha provocado estas malformaciones. Imagen: katmystiry.
Los residuos tóxicos de un central eléctrica de carbón, los producidos por dos refinerías de aluminio o la industria del gas natural licuado podrían ser el detonante de las mutaciones que se han observado en sapos, en los alrededores de Gladstone, al noroeste de Australia.
Aunque los científicos todavía no han determinado la causa exacta -prosiguen con los análisis en el laboratorio- de estas metamorfosis, tienen claro que la presencia de sustancias químicas contaminantes y los cambios en la salinidad del agua, que a su vez han aumentado la proliferación de parásitos, son las responsables.
Estos sapos, de la especie Rhinella Marina, presentan malfomaciones en esqueleto, en ojos y extremidades -nacen con extremidades y ojos de más o de menos- y han proliferado al noroeste de Australia, en torno a un núcleo industrial a unos 500 kilómetros al norte de Brisbane, gracias a las riadas que ha provocado el desbordamiento del río Boyne.
Metamorfosis localizadas
En declaraciones a la cadena televisiva ABC recogidas por la agencia EFE, Scott Wilson, ecotoxicólogo de la Universidad Central de Queensland, aseguró que este tipo de mutaciones afecta normalmente al 1 % de los ejemplares, pero que de manera sorprendente esta tasa se ha situado en Gadstone en torno al 6%, y que en algunas zonas han llegado a contabilizarse un 20% de mutantes.
En su opinión, estas tasas de mutación se deben a que “los sapos, como el resto de anfibios, tienen una piel porosa y permeable que los hace susceptibles a metamorfosis”.
Hace dos años, un grupo de biólogos de la Universidad de Sydney ya detectó mutaciones en esta especie. Básicamente, las metaformofis hacían referencia a un aumento en la longitud de sus extremidades inferiores. Se determinó, entonces, que estos cambios evolutivos se debían a la necesidad de recorrer distancias mayores y colonizar nuevos hábitats para poder reproducirse.
Aunque los científicos todavía no han determinado la causa exacta -prosiguen con los análisis en el laboratorio- de estas metamorfosis, tienen claro que la presencia de sustancias químicas contaminantes y los cambios en la salinidad del agua, que a su vez han aumentado la proliferación de parásitos, son las responsables.
Estos sapos, de la especie Rhinella Marina, presentan malfomaciones en esqueleto, en ojos y extremidades -nacen con extremidades y ojos de más o de menos- y han proliferado al noroeste de Australia, en torno a un núcleo industrial a unos 500 kilómetros al norte de Brisbane, gracias a las riadas que ha provocado el desbordamiento del río Boyne.
Metamorfosis localizadas
En declaraciones a la cadena televisiva ABC recogidas por la agencia EFE, Scott Wilson, ecotoxicólogo de la Universidad Central de Queensland, aseguró que este tipo de mutaciones afecta normalmente al 1 % de los ejemplares, pero que de manera sorprendente esta tasa se ha situado en Gadstone en torno al 6%, y que en algunas zonas han llegado a contabilizarse un 20% de mutantes.
En su opinión, estas tasas de mutación se deben a que “los sapos, como el resto de anfibios, tienen una piel porosa y permeable que los hace susceptibles a metamorfosis”.
Hace dos años, un grupo de biólogos de la Universidad de Sydney ya detectó mutaciones en esta especie. Básicamente, las metaformofis hacían referencia a un aumento en la longitud de sus extremidades inferiores. Se determinó, entonces, que estos cambios evolutivos se debían a la necesidad de recorrer distancias mayores y colonizar nuevos hábitats para poder reproducirse.
Especie invasora
Esta especie de sapo no es natural del continente austral, fue introducida en el país a mediados de la década de los treinta del siglo pasado para combatir una plaga de escarabajos que estaba acabando con las plantaciones de caña de azúcar del estado de Queensland.
Desde entonces, estos ejemplares introducidos se fueron multiplicando sin control llegando a convertirse en una especie invasora de los ecosistemas ya que el veneno que concentra en su piel mata a sus posibles depredadores australianos.
Tal es la toxicidad de la piel de estos anfibios que en algunas zonas de Australia un 95% de la población de los animales que tratan de comérselos, como cocodrilos o iguanas mueren. Es decir, son especies prácticamente sin depredadores.
A estas característica hay que añadir que cuenta con una gran velocidad para reproducirse, ya que una hembra puede poner unos 30.000 huevos en cada etapa de celo, hecho que la ha aupado a la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Esta especie de sapo no es natural del continente austral, fue introducida en el país a mediados de la década de los treinta del siglo pasado para combatir una plaga de escarabajos que estaba acabando con las plantaciones de caña de azúcar del estado de Queensland.
Desde entonces, estos ejemplares introducidos se fueron multiplicando sin control llegando a convertirse en una especie invasora de los ecosistemas ya que el veneno que concentra en su piel mata a sus posibles depredadores australianos.
Tal es la toxicidad de la piel de estos anfibios que en algunas zonas de Australia un 95% de la población de los animales que tratan de comérselos, como cocodrilos o iguanas mueren. Es decir, son especies prácticamente sin depredadores.
A estas característica hay que añadir que cuenta con una gran velocidad para reproducirse, ya que una hembra puede poner unos 30.000 huevos en cada etapa de celo, hecho que la ha aupado a la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.