Tras varios años en los que la inversión en infraestructuras de cable de fibra óptica submarino ha estado congelada, docenas de nuevos proyectos serán puestos de marcha en los próximos tres años, con un coste total de 7.000 millones de dólares, según datos de la firma de investigación de mercado TeleGeography. Esa cifra es muy probable que se quede corta, ya que hay otros proyectos de cableado submarino que están siendo estudiados.
Esta nueva fiebre inversora llega sólo unos cuantos años después del batacazo de las telecomunicaciones. A finales de los años 90, los gurús de Internet convencieron a los mercados financieros de que el tráfico de datos mundial se doblaría cada 100 días. Éstos pusieron sobre la mesa miles de millones de dólares para crear redes de fibra óptica globales. Sólo en 2001, operadores de red como Global Crossing gastaron cerca de 13.500 millones de dólares tendiendo cables bajo el mar. Evidentemente, cuando las previsiones de tráfico no se cumplieron, llegó la crisis.
El momento actual es bastante diferente, ya que las inversiones previstas, además de ser mucho menores, se fundamentan en previsiones y necesidades mucho más realista. Sobre todo la demanda está creciendo muy rápidamente debido al tráfico de música y video por Internet. Entre los años 2002 y 2007 la demanda internacional de banda ancha creció a un ritmo del 52% anual.
Pero la necesidad de más ancho de banda no es la única razón que impulsa estas inversiones, de hecho, menos de una cuarta parte de la fibra óptica que yace bajo el mar ha sido “encendida” o puesta a operar.
Cortes
Realmente, los operadores de red necesitan conexiones de back-up o rutas alternativas en caso de que algún cable se corte, cosa que ocurre con cierta frecuencia. Los últimos casos fueron muy llamativos. En febrero de este año, hasta cinco cables de fibra óptica submarina se vieron afectados por cortes en Oriente Medio. Los dos primeros cables afectaron las comunicaciones de Internet en India, Pakistán, Egipto, Qatar, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Barhrein. El tercero afectó a los Emiratos Árabes Unidos y Omán. El cuarto afectaba a Qatar y los Emiratos Árabes Unidos y el quinto afectó a Irán y Malasia.
Esos cortes fueron tan seguidos y localizados que incluso se llegó a hablar de sabotaje, a pesar de que casi todos las operadores de cableado submarino los lo descartaron.
Precisamente esta zona del mundo, junto a África, ha sido hasta ahora deficitaria en estas infraestructuras, y serán objeto de parte de las inversiones previstas en los próximos años. Otras zonas, como Asia, por ejemplo, son muy atractivas para los inversores porque los precios de la banda ancha son bastante elevados allí.
Proyectos emblemáticos
Así, China comenzó a finales del año pasado la construcción de un cable submarino de fibra óptica de 26.000 kilómetros que la unirá con los Estados Unidos. Este nuevo cable, llamado "Trans-Pacific Express (TPE)", costará 500 millones de dólares y unirá la costa china con Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos (es la primera vez que un cable transpacífico no pasará por Japón).
El TPE evitará una zona al sur de Taiwán en la que son frecuentes los terremotos, y donde el último, en diciembre del 2006, cortó seis cables que unían China con el resto de Asia y Estados Unidos, lo que provocó un colapso de Internet en Asia que las operadores tardaron más de un mes en reparar.
Hace unos días, también se anunció otra fuerte inversión en Asia. Se trata de un cable que unirá Gran Bretaña con India. La inversión prevista es de 450 millones de euros para cubrir los 15.000 kilómetros que distan entre ambos países. La idea es que esté en funcionamiento en 2010 y que una en total trece países de tres continentes.
Según informa The Economist, la estructura de la industria está muchos más saneada que cuando se vivió el crack de los años 90. En contraste con el anterior “boom”, el peso de las inversiones no recae sólo en una empresa, sino en gigantes de las telecomunicaciones, para quienes el despliegue de fibra es sólo una pequeña parte de su negocio.
Aunque la demanda de banda ancha es muy fuerte, algunos analistas advierten que los beneficios pueden ser esquivos. Las operadoras van a hacer un gran esfuerzo inversor, pero la competencia es muy encarnizada y los consumidores finales están exigiendo ya una reducción del precio de conexión.
Esta nueva fiebre inversora llega sólo unos cuantos años después del batacazo de las telecomunicaciones. A finales de los años 90, los gurús de Internet convencieron a los mercados financieros de que el tráfico de datos mundial se doblaría cada 100 días. Éstos pusieron sobre la mesa miles de millones de dólares para crear redes de fibra óptica globales. Sólo en 2001, operadores de red como Global Crossing gastaron cerca de 13.500 millones de dólares tendiendo cables bajo el mar. Evidentemente, cuando las previsiones de tráfico no se cumplieron, llegó la crisis.
El momento actual es bastante diferente, ya que las inversiones previstas, además de ser mucho menores, se fundamentan en previsiones y necesidades mucho más realista. Sobre todo la demanda está creciendo muy rápidamente debido al tráfico de música y video por Internet. Entre los años 2002 y 2007 la demanda internacional de banda ancha creció a un ritmo del 52% anual.
Pero la necesidad de más ancho de banda no es la única razón que impulsa estas inversiones, de hecho, menos de una cuarta parte de la fibra óptica que yace bajo el mar ha sido “encendida” o puesta a operar.
Cortes
Realmente, los operadores de red necesitan conexiones de back-up o rutas alternativas en caso de que algún cable se corte, cosa que ocurre con cierta frecuencia. Los últimos casos fueron muy llamativos. En febrero de este año, hasta cinco cables de fibra óptica submarina se vieron afectados por cortes en Oriente Medio. Los dos primeros cables afectaron las comunicaciones de Internet en India, Pakistán, Egipto, Qatar, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Barhrein. El tercero afectó a los Emiratos Árabes Unidos y Omán. El cuarto afectaba a Qatar y los Emiratos Árabes Unidos y el quinto afectó a Irán y Malasia.
Esos cortes fueron tan seguidos y localizados que incluso se llegó a hablar de sabotaje, a pesar de que casi todos las operadores de cableado submarino los lo descartaron.
Precisamente esta zona del mundo, junto a África, ha sido hasta ahora deficitaria en estas infraestructuras, y serán objeto de parte de las inversiones previstas en los próximos años. Otras zonas, como Asia, por ejemplo, son muy atractivas para los inversores porque los precios de la banda ancha son bastante elevados allí.
Proyectos emblemáticos
Así, China comenzó a finales del año pasado la construcción de un cable submarino de fibra óptica de 26.000 kilómetros que la unirá con los Estados Unidos. Este nuevo cable, llamado "Trans-Pacific Express (TPE)", costará 500 millones de dólares y unirá la costa china con Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos (es la primera vez que un cable transpacífico no pasará por Japón).
El TPE evitará una zona al sur de Taiwán en la que son frecuentes los terremotos, y donde el último, en diciembre del 2006, cortó seis cables que unían China con el resto de Asia y Estados Unidos, lo que provocó un colapso de Internet en Asia que las operadores tardaron más de un mes en reparar.
Hace unos días, también se anunció otra fuerte inversión en Asia. Se trata de un cable que unirá Gran Bretaña con India. La inversión prevista es de 450 millones de euros para cubrir los 15.000 kilómetros que distan entre ambos países. La idea es que esté en funcionamiento en 2010 y que una en total trece países de tres continentes.
Según informa The Economist, la estructura de la industria está muchos más saneada que cuando se vivió el crack de los años 90. En contraste con el anterior “boom”, el peso de las inversiones no recae sólo en una empresa, sino en gigantes de las telecomunicaciones, para quienes el despliegue de fibra es sólo una pequeña parte de su negocio.
Aunque la demanda de banda ancha es muy fuerte, algunos analistas advierten que los beneficios pueden ser esquivos. Las operadoras van a hacer un gran esfuerzo inversor, pero la competencia es muy encarnizada y los consumidores finales están exigiendo ya una reducción del precio de conexión.